Este curso ha sido un curso de comenzar y de continuar. Digo comenzar porque este año ha empezado a materializarse un proyecto en el que colaboramos muchos, pero que nos concierne a todos, ya sea por ser parte de la comunidad universitaria o por pertenecer a algo más grande llamado sociedad. Se trata del proyecto de Responsabilidad Social Universitaria o, como lo denominamos entre amigos, RSU. Por otra parte, digo continuar porque la Universidad de Deusto siempre ha promovido actitudes y valores afines, aunque quizás sin ponerles un Nombre concreto.
RSU quiere fomentar valores relacionados con la salud, el medio ambiente, la igualdad, la justicia social y la inclusión. Concretamente, en estas líneas querría destacar la labor del área de Inclusión. ¿Qué es la inclusión? Es un enfoque que responde positivamente a la diversidad de las personas y a las diferencias individuales (UNESCO). De este modo, la accesibilidad y la inclusión van de la mano y es en términos de accesibilidad sobre lo que quiero hablar hoy.
En muchas ocasiones, y lo digo desde la experiencia, no somos conscientes de cómo está construido el mundo hasta que lo experimentamos en primera persona. Es en el momento de lesionarnos cuando descubrimos la importancia de las rampas frente a los escalones y reparamos en que hay muchas personas que a diario tienen dificultades de movilidad. Entonces decimos: “¡qué poco accesible! ¡deberían pensar más en las personas!”. Hoy somos nosotras quienes tenemos la oportunidad de hacer que eso cambie. Quizás no podamos poner un ascensor o rebajar un escalón, pero sí que podemos aportar nuestro granito de arena. Y es que la accesibilidad va más allá de acondicionar la arquitectura de edificios y trasciende a otros ámbitos como puede ser el tecnológico.
Existe algo denominado infoaccesibilidad. Sí, la nueva era digital también puede y debe ser accesible para todos los usuarios sean cuales sean sus características. Personalmente he de decir que no era consciente de esta realidad hasta que el área de Inclusión puso en relieve la necesidad de trabajarlo como institución. No solo porque dentro de la comunidad universitaria haya miembros que requieran tener estas necesidades satisfechas, sino también porque como universidad debemos dar ejemplo trabajando por la inclusión de todas las personas en todos los ámbitos y, concretamente, en el ámbito de las tecnologías.
Al igual que hay personas que precisan de un bastón o de una silla de ruedas, en el mundo tecnológico algunos usuarios utilizan dispositivos, tales como los lectores de pantalla, que les ayudan a navegar por los documentos digitales y páginas web, consiguiendo así ser independientes. Para que estos lectores puedan interpretar lo que aparece en pantalla y leérselo a los usuarios es necesario respetar unas normas de configuración del documento. Estas normas no solo facilitan su labor a los lectores de pantalla, sino que todos nos podemos beneficiar de ello: tablas de contenidos que estructuran el documento, gráficos más claros e incluso textos más legibles debido a su tamaño, color o tipografía.
Entonces, ¿cómo podemos trabajar la infoaccesibilidad? Debo admitir que al principio estaba desorientada, no sabía por dónde empezar a leer… ¡hay tanta información! Se nota que es un tema que está cobrando una mayor relevancia y que cada vez somos más conscientes de que hay que trabajar en esta línea.
Metiéndome un poco en el tema descubrí que tras un documento Word hay un código de etiquetas muy simple e intuitivo. A cada elemento que introducimos, Microsoft Word le asigna automáticamente una etiqueta: <Figure>, <Table> o <P>, entre otras. De esta manera, cuando el lector de pantalla se encuentra con una de estas etiquetas, identifica el elemento y se lo lee al usuario: Figura, Tabla o Párrafo normal.
Asimismo, es muy importante que la persona que crea el documento determine los niveles de los títulos (Título 1, Título 2, Título 3, etc.) a través de los estilos. Así se le asigna una etiqueta y se pueden identificar como tal. De lo contrario, el texto sería liso y sin formato y el lector de pantalla se volvería loco leyendo todo con la misma entonación y sin diferenciar los apartados. Imaginaros un artículo de cien hojas leído del tirón… ¡imposible! Todos necesitamos una tabla de contenidos con apartados (etiquetas) para poder estructurarlo y ser capaces de seleccionar lo que buscamos. No obstante, esta norma referente a los estilos es una de las muchas que hay que seguir para conseguir un documento accesible.
Hoy en día, los programas como Microsoft Word, Microsoft Powerpoint y Adobe Acrobat Pro permiten trabajar la infoaccesibilidad muy fácilmente. Además, en todos ellos hay una opción llamada Comprobar accesibilidad que indica qué está mal y explica cómo arreglarlo. ¡Está hecho a prueba de balas! Otros programas como Adobe Indesign también tienen opciones para aplicar estas normas de accesibilidad.
No obstante, a pesar de que sea sencillo implementar la infoaccesibilidad, se requiere tiempo y dedicación. Son muchos años de inercias adquiridas y costumbres. Muchos de nosotros somos autodidactas y hemos aprendido a base de prueba y error. Es por ello que, para poder cambiar nuestro saber hacer, necesitamos dedicación y constancia hasta ser capaces de ponerlo en práctica de forma mecánica.
Todo es empezar. ¡Seamos inclusivos! ¡Seamos infoaccesibles!
Amaia Etxaniz
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- ¡Seamos inclusivos! ¡Seamos infoaccesibles! - 13 junio, 2017
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