Soy una firme convencida del Efecto Pigmalión, que habla sobre el poder que tienen las expectativas que otros tienen sobre nosotros, las profecías que se autocumplen (tanto positivas como negativas). De hecho, elegí como nombre de mi blog personal… “Querer es poder… Creer es crear” porque ese es mi lema. «Possunt quia posse videntur» [Pueden los que creen que pueden], que dicen los versos de Virgilio en la Eneida.
No hace mucho leía un artículo en el que se hablaba sobre uno de los proyectos galardonados en la XXXI edición de los Premios Francisco Giner de los Ríos a la Mejora de la Calidad Educativa (convocados por el Ministerio de Educación y la Fundación BBVA), el Proyecto Guillén. Este proyecto es un gran ejemplo de cómo funciona el Efecto Pigmalión.
El proyecto se desarrolló en el Colegio Minte de Monzón (Huesca) a lo largo del curso 2014/2015. Guillén, un alumno de cuarto de Primaria, no pudo iniciar el curso debido a un tratamiento prolongado en el hospital que le iba a mantener fuera del aula durante siete meses. El proyecto fue impulsado por el tutor, Javier Enrique Mur Isaiz, y consiguió involucrar a los compañeros y compañeras de Guillén para que recibiese apoyo emocional y todo lo necesario para no perder el curso (17 vídeos y más de 50 documentos). El proyecto tuvo resultados en diversos ámbitos: emocional, cognitivo, informativo, creativo, de motivación al aprendizaje, cooperativo, responsabilidad, social/interacción.
En mi opinión este profesor creyó en Guillén y en todos sus compañeros y compañeras; y supo transmitirles que era posible, que todos tenían capacidad para ayudar a su compañero y ejercer de profesores y así conseguir que Guillén no perdiera el curso y se sintiera arropado. Estoy segura de que también supuso un apoyo importante para la familia de Guillén que estaba viviendo una situación difícil. El tutor no optó por la vía más sencilla, que hubiera sido mandarles los materiales y temas a la familia, sino por el compromiso con su alumnado y la apuesta por el desarrollo. Además, este proyecto no fue bueno sólo para Guillén sino que supuso muchos aprendizajes para todos (alumnado, profesorado, familias, etc.). Este tutor supo ver más allá de lo que su alumnado era, vio los diamantes en la roca… Sólo tuvo que ayudar a pulirlos.
Todas las personas nos merecemos que nos traten no como lo que somos sino como lo que podemos llegar a ser. Es la única vía para crecer. Todos recordamos con cariño y admiración a esa persona (o si se tiene mucha suerte, personas) que nos ayudó a ser lo que somos, que nos hizo dar más de nosotros mismos, que supuso el ‘empujón’ que necesitábamos… Y esto no ocurre sólo en la infancia. El efecto Pigmalión se puede dar a cualquier edad. En la universidad el profesorado también podemos suponer un cambio en la vida de las personas, también podemos descubrir diamantes en bruto. Pero atentos… He comentado que también funciona en negativo. Hay una práctica que los educadores debemos desterrar y es el hacer comentarios del tipo: “ya verás, el curso X es el peor que hemos tenido en años”, “en esa clase no se salva nadie”, “fulanito/a es un estudiante horrible, no sé cómo ha llegado hasta aquí”… Suelo dar cursos de formación continua y una de las personas que los organiza me suele preguntar qué tal con el grupo y después de contestarle me responde: “tú siempre dices que es un grupo muy bueno”. Y así es, siempre tomo la opción de ver el potencial que tiene el grupo, más allá de las situaciones y de las personas… Y siempre acierto…
Me gustaría acabar, a modo de invitación, con un extracto de una entrevista a César Bona, uno de los 50 finalistas para el Global Teacher Prize de 2015: “El maestro tiene que ser cada día un ejemplo para sus alumnos, debe ofrecer su mejor versión para así obtener lo mejor de los niños [o de los adultos, añadiría yo]. El profesorado tiene que ser el primero en dar el máximo y no poner como excusa de sus posibles limitaciones al sistema. Los docentes somos los primeros en ponernos límites”.
Arantza Echaniz Barrondo
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- Sobre los diamantes en bruto: el Efecto Pigmalión - 24 enero, 2017
24 enero, 2017 a las 5:33 pm
¡Muy apropiado este post! Nunca está demás recordarnos el Efecto Pigmalion (especialmente al profesorado). Desde luego este experimento de Rosenthal&Jacobson está planteado de manera muy diferente al de otro contemporáneo suyo…
¿Conoceis «A class divided»? A mí me impresionó muchísimo, muy recomendable (de ver, aunque no de replicar… mucho antes de empezar a leer sobre «ética de la investigación» ya intuía que, al menos yo, no podría poner en marcha algo así). ¿Qué pasaría si un día llegásemos a un aula y estigmatizásemos a la mitad de la clase como superdotados y a la otra mitad los discriminásemos brutalmente? Jane Elliott, profesora estadounidense, lo comprobó. El documental que recoge la experiencia, “A class divided» (Peters, 1985) muestra las grabaciones originales de la profesora en su aula en 1968 y las expresiones al visionarlas del alumnado ya adulto. El acometido de esta maestra era hacerles entender por sí mismos la crueldad de la discriminación, de las consecuencias reales sobre las personas. Los resultados fueron asombrosos y se pueden inferir a cualquier ámbito, pues tener los “ojos azules» o los “ojos marrones» no deja de ser una metáfora más que podemos extrapolar. Eso sí, ¡mejor replicarlo en positivo!