La importancia de la COoperación
José Luis Larrea. Presidente del Consejo Asesor de Deusto Social Lab
El mundo se ha convertido en un lugar en el que el cambio y la transformación generan cotas crecientes de incertidumbre e inseguridad. La falta de certeza, de conocimiento seguro y claro sobre las cosas, se ha convertido en nuestro compañero habitual de viaje. Todo ello de la mano de un fuerte incremento de la diversidad a todos los niveles; lo que pone de relieve el hecho de una complejidad creciente.
No es de extrañar, pues, que la complejidad resulte un concepto cada vez más usado, pues pone de relevancia la necesidad de enlazar las diferentes expresiones de diversidad emergentes y crecientes en la sociedad; lo que constituye un verdadero desafío. En la medida en que la diversidad es mayor, crece el desafío de la complejidad, pues crece la necesidad de armonizar la diferenciación y la integración. Por eso, la cooperación resulta sugerente y fascinante como forma de superación de este desafío. Resulta especialmente sugerente en las nuevas formas de generación de conocimiento, que rompen la distancia entre la Academia y la Sociedad, afectando a la misión de las instituciones universitarias.
La cuestión más relevante del nuevo paradigma relacional hacia el que caminamos es que pone en el centro de su mirada a las personas. Cuando hablamos de un mundo en transformación, estamos hablando de personas que están transformando el mundo. Porque la transformación del mundo, de la sociedad, se hace a través de personas que se relacionan con otras, en un espacio-tiempo determinados y en un contexto, para avanzar y progresar en el bienestar. No podemos olvidar, además, que la persona al transformar se transforma a sí misma y al entorno, siendo generadora de contexto, de manera que el contexto condiciona y al mismo tiempo es resultado de las transformaciones que hacen las personas.
Se habla de la llamada “sociedad del conocimiento”, como un estadio evolutivo de la “sociedad de la información”. El conocimiento es la toma de conciencia de las cosas, de lo que sabemos acerca de lo que nos rodea. Y esa toma de conciencia se hace a través de un proceso de transformación, de aprendizaje, fruto de la interacción con el entorno, de manera que el conocimiento es la expresión, en cada momento, del resultado acumulado de nuestros procesos de aprendizaje. Para cualquier tipo de organización, su mayor logro se encuentra en hacer crecer su conocimiento a través del aprendizaje. Por eso, es preciso asumir un modelo de transformación, de innovación y de desarrollo sostenible basado en el aprendizaje permanente, fundamentado en las personas y en la cooperación. Así que el verdadero desafío lo tenemos en la “sociedad del aprendizaje”.
La nueva economía es una economía del aprendizaje, en donde el conocimiento resulta capital al servicio de las estrategias de innovación, que hacen posible la competitividad. Lundvall se refiere al concepto de “economía del aprendizaje” y al crecimiento potencial no explotado que puede ser movilizado para resolver los problemas económicos y sociales, porque lo que está en juego es la capacidad de la gente, organizaciones, redes y territorios para aprender.
En este contexto se sitúa la denominada “tercera misión” de las universidades, que tiene una especial conexión con las formas de generación de conocimiento y su proyección en el modelo de relación entre la universidad y la sociedad. Esa tercera misión de la universidad no está muy alejada de lo que ya expresaba Ortega y Gasset como una tercera tarea prioritaria:
El compromiso con la sociedad y con su tiempo, por lo que ha de depurar un tipo de talento para saber aplicar la ciencia y estar a la altura de los tiempos.
En realidad, cuando se habla de la “tercera misión” se está asumiendo que las dos misiones principales consisten en la enseñanza superior y en la investigación. De manera que la misión de ser un agente de transformación social ni siquiera ha sido suficientemente reconocida. Sin embargo, constituye la misión sustantiva de la institución universitaria, la que le da sentido, de manera que la enseñanza superior y la investigación aparecen como expresiones de los procesos de generación de conocimiento transformador, que se articularían en cooperación con otros agentes económicos y sociales, dando lugar a nuevas maneras de afrontar los procesos de formación –como la formación dual– y los procesos de investigación –como la investigación transformadora, que podríamos denominar investigación dual–.
Los desafíos para la instituciones universitarias son, pues, de gran magnitud, aunque no son los únicos implicados. El mundo de la empresa, de las instituciones o de cualquier tipo de organización social no puede estar separado de la institución educativa, así como el mundo educativo no puede caminar al margen de los agentes económicos y sociales. Esta separación de funciones explica que los procesos de formación dual no sean lo más habitual. Sin embargo, las posibilidades que se abren por esta vía para mejorar los procesos de aprendizaje y el ejercicio profesional son evidentes.
Todavía hoy las relaciones de la universidad con la sociedad están marcadas por un paradigma espacial, propietario, que proyecta relaciones de intercambio y de transferencia, en el que la universidad enseña y la sociedad aprende. En realidad, todo es más complicado y más enriquecedor, pues el nuevo paradigma relacional, basado en la cooperación y en la cogeneración de conocimiento entre la universidad y los agentes económicos y sociales, hace que enseñar y aprender formen parte del mismo proceso. Así, en esta encrucijada, el camino, aunque resulte paradójico, está en ser una “universidad que aprende”, porque es la que emprende, innova y transforma la sociedad.
Pues bien: ¿Realmente somos conscientes del cambio de paradigma en el aprendizaje que se nos viene encima? ¿Seremos capaces de poner en el centro del proceso de aprendizaje a la persona para acompañarla desde la empresa y desde las instituciones educativas?
Este reto solo se puede afrontar desde la consideración de que los protagonistas son las personas, pero personas que siempre están en relación con otras y con su entorno. Una dimensión relacional que se refiere al compartir y que, basándose en las personas, se refleja en diferentes tipos de organizaciones. Todos protagonistas y todos necesarios para superar el reto de la mano de la cooperación, máxima expresión del compartir.
En su acepción más general compartir es participar en algo. Y eso del compartir tiene su miga, porque presenta múltiples dimensiones, expresiones de la intensidad de lo que se comparte, que nos llevan a hablar, por ejemplo, de coexistir, convivir, intercambiar, armonizar, coordinar, colaborar y cooperar. Las diferentes expresiones del compartir se manifiestan en base al grado de intensidad con el que se comparten tres aspectos fundamentales de toda dimensión relacional: el marco de referencia, el propósito y el lenguaje.
El marco de referencia de cualquier espacio relacional se refiere al contexto general en el que se desenvuelve la relación y tiene que ver con los paradigmas dominantes que explican el marco general de relaciones económicas, sociales y políticas. Es una dimensión contextual compartida por los sujetos de las relaciones a diferente nivel y situadas en un espacio y tiempo determinados –dimensión espacio-temporal–. Así, por ejemplo, se refieren a los modelos de sociedad, modelos económicos, formas de organización política e institucional, modelo de relaciones sociales, valores y principios comúnmente aceptados, normas de conducta,… Tienen que ver con los paradigmas dominantes, entendidos como modelos de referencia, que afectan al propósito del compartir –se comparte para algo–, en un espacio y tiempo, afectando a aspectos generales de las relaciones sociales –modelo de sociedad–, políticas –modelos políticos de referencia–, económicos –modelos de relaciones financieras, reglas de comercio,…–, entre otros. También pueden referirse, en un plano más concreto, a las condiciones que enmarcan el desarrollo de un proyecto o de una actividad concreta, como sería el caso de la formación dual, como un modelo de referencia en el que situar unas acciones determinadas.
El propósito tiene que ver con la capacidad de imaginar un futuro común, identificarse con el mismo y comprometerse en su construcción. Es fundamental analizar el grado de intensidad con el que se comparte el propósito en una relación para poder entender el grado de compromiso con la misma.
El lenguaje es la expresión de la capacidad de comunicarse y articular un relato, con un lenguaje único y compartido, que hable de un propósito en un marco general, con la fuerza suficiente para activar las relaciones entre las personas que las lleven a compartir.
El grado más intenso en el compartir viene de la mano de la “cooperación”, en donde se obra conjuntamente con otros para un mismo fin. Aquí se comparte, en su máxima expresión, el marco general de referencia, el propósito y el lenguaje. El propósito final de todos los participantes es el mismo y se utiliza un lenguaje común para construir un relato compartido. Algo clave para progresar como personas y sociedad. Pero no es una cuestión fácil, ni científica, porque nadie ha dado todavía con el algoritmo de la cooperación, que nos permita prever lo que puede pasar y actuar para conseguir el efecto deseado. Así que lo de cooperar, como expresión máxima del compartir, parece más un arte que una ciencia, porque no está nada claro cómo se hace, aunque los principios y valores, el conocimiento y aprendizaje, las tecnologías, el liderazgo y la confianza prometen ayudarnos a explicar el fenómeno.
Pues bien, la cooperación impregna y define el Modelo Deusto de Formación Dual cuyo principio básico, denominado “The art of Co”, se expresa a través de la necesidad de cooperar en el diseño, en la implantación y en la evaluación; el arte de construir entre todos los agentes involucrados la experiencia del proceso de aprendizaje dual. Un lema, una expresión, que es toda una declaración de principios. Conscientes de la dificultad de hacerlo, pero ilusionados con el desafío, su lema inspirador está lleno de promesas, pero sobre todo de compromisos.
“The art of Co” es el comienzo de un relato cuyos primeros capítulos se están escribiendo de la mano de la formulación del Modelo Deusto de Formación Dual y de la Escuela para la Facilitación Dual. Un relato que exige compartir propósito, marcos de referencia y lenguaje, y que es clave para imaginar una realidad deseada y proyectarla de manera que active la capacidad de cooperar de los diferentes. En un contexto de superficialidad, de respuestas rápidas, en apariencia convincentes y que prometen soluciones milagrosas, la frivolidad en la construcción de los relatos también es un peligro para la formación dual. Por eso, la fuerza de nuestro relato está en que se trata de un relato pensado, interiorizado, convincente y vivido. Un relato que vale por lo que dice y, sobre todo, por lo que hace.