Autor: Miguel Ramón Viguri Axpe
El último informe del IPCC, o Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático que trabajan para Naciones Unidas, publicado el 9 de Agosto de 2021, ha obtenido una gran repercusión mediática y política. Los expertos observan y muestran sin lugar a duda cambios en el sistema climático de la Tierra en su conjunto. Muchos de estos cambios no tienen precedentes ni siquiera hace cientos de miles de años.
Por si no fuera bastante, el informe nos adentra en la irreversibilidad: algunos cambios, como el aumento continuo del nivel del mar, no se podrán revertir hasta dentro de varios siglos o milenios. Aunque las mejoras en la calidad del aire fueran rápidas, e incluso inmediatas, la temperatura global seguiría aumentando durante 20 ó 30 años, como resultado de las emisiones ya producidas. El nuevo escenario descrito es sustancialmente distinto: está marcado por varios puntos de no retorno y por la irreversibilidad de ciertos procesos naturales.
El fin del negacionismo climático
Según este informe, las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de las
actividades humanas son directamente responsables de un calentamiento global acelerado. El propio Departamento de Seguridad Nacional del Gobierno de España, en su comentario al informe del IPCC, proporciona el siguiente gráfico que evidencia el impacto directo de la actividad humana como causa principal del aumento de la temperatura de la Tierra en las últimas décadas:
“Este informe es una constatación de la realidad”, dijo la Copresidenta del Grupo de Trabajo I
del IPCC, Valérie Masson-Delmotte. Del mismo modo, desde la página oficial del Departamento de Seguridad Nacional del Gobierno de España, se subraya que las conclusiones del panel de expertos no son meras hipótesis o conjeturas, sino “evidencias que resultan de especial trascendencia para la seguridad humana y del planeta”.
Redefinir el crecimiento económico y el progreso
El debate científico, que hasta hace muy poco especulaba -con probabilidades pero sin certezas- sobre las causas del cambio climático, se desplaza ahora a la polémica entre la posibilidad de crecimiento con una reducción de emisión de GEI y la negación rotunda de esta posibilidad. Los datos actuales contradicen la primera hipótesis.
El informe del IPCC implica que la única forma de evitar el colapso climático es apartarse del modelo económico clásico de superproducción y superconsumo progresivos y acelerados. Y esto implica, a su vez, algo más profundo: encontrar nuevas formas y estándares de vida en función de los cuales medir el bienestar, la calidad de vida o la realización de personas y colectivos.
Algunos puntos de partida para un análisis ético
El cambio climático está causado por el hombre; es decir, por un tipo de desarrollo industrial irresponsable y depredador que ciertamente obedece a intereses de grandes corporaciones, pero que sería imposible sin el respaldo, al menos tácito, de una sociedad que opera con un imaginario de disfrute material mediante un consumo ilimitado.
La supervivencia de la especie humana depende de nuestra capacidad para posibilitar la reflexión crítica sobre ese imaginario y la toma de conciencia de la ilusión que la sostiene. El interrogante es: ¿cómo hacemos para que la inevitable búsqueda de una transición de modelo de vida y de modelo económico sea percibida por la ciudadanía como un beneficio y no como un perjuicio? ¿Van a seguir sacrificándose, por el bien de todos, “los de siempre”? Porque la dura realidad es que no partimos todos de un “óptimo de Pareto”.
Hablar, a la luz de este último informe, de cualquier forma de desarrollo sostenible solo tendrá sentido si se entiende el PIB dentro de un modelo económico que mida el progreso en términos de capacidad de redistribución de la riqueza. Puede parecer iluso pensar en la viabilidad de un modelo así, pero sería trágico no intentarlo.
Sobre todo, porque ha habido en la historia reciente informes científicos que insistían en la existencia de aprioris éticos (en cualquier modelo de análisis proyectivo) que hay que explicitar y justificar, dado que su finalidad es el cambio de las políticas económicas y sociales.
Dos modelos teóricos y dos aprioris éticos de base
Pensemos, sin ir más lejos, en el diferente enfoque del estudio sobre los límites del crecimiento, desarrollado en 1972 por el MIT, a instancias del Club de Roma y el informe Bariloche, realizado en Argentina. El informe del MIT afirmaba lo insostenible del modelo de crecimiento en función de la limitación de los recursos y el aumento de población, mientras que el informe Bariloche sostenía que la insostenibilidad del modelo de producción y consumo radicaba en las desigualdades sociales y en la falta de mecanismos de gobernanza que posibilitaran una redistribución de los recursos.
La finalidad del informe del MIT era dar claves que hicieran viable el crecimiento económico (la ganancia) y la finalidad del informe Bariloche era dar claves que hicieran viable una sociedad más equitativa en la que la prosperidad de unos no implicase la pobreza de otros. Ambos informes eran científicos, avalados por expertos de talla internacional. Pero el énfasis puesto en los datos difería por el enfoque ético subyacente.
Aceptar la necesidad de un acuerdo ético de mínimos sobre lo que se considera “prosperidad” o “bienestar” no sería un mal punto de partida para iniciar nuestra búsqueda de formas para abandonar nuestros estándares de confort y redefinirlos de la manera más plausible socialmente, tomando en serio los datos que muestran con evidencia lo irreversible de la situación que hemos creado y la imposibilidad de seguir actuando del mismo modo