Cambio cultural, cambio virtual
(Para Patxi Lanceros,
en su ausencia presente).
Asistimos a un nuevo cambio cultural enucleado en torno a la Posmodernidad. La cultura posmoderna tiene sus antecedentes inmediatos en el existencialismo y la contracultura, pero se proyecta como “flotación” de todos los valores. Frente a la tradición clásica esencialista, la posmodernidad realiza una crítica de todo absolutismo y fundamentalismo en nombre del relativismo. De este modo se pasa del absolutismo al relativismo, ignorando el espacio intermedio del relacionismo y lo relacional como mediación adecuada entre el extremismo absolutista y el relativista. Hasta cierto punto el viejo Apolo y su idealismo ha sido desplazado por Dioniso y su disarmonía, lo mismo que el viejo trascendentalismo ha sido disuelto por el inmanentismo, aunque de lo que se trataría es de mediar los contrarios en un interlenguaje hermenéutico presidido por Hermes.
Si la posmodernidad implica la flotación de todos los valores, Internet reporta una flotación virtual de todo: el ser, el amor, Dios. La posmodernidad líquida o acuática de Bauman se torna aquí navegación aérea, porque internet es el espíritu o alma aérea del mundo, el globo que nos engloba en la globalización, la Babelia posmoderna. En su imaginario trascendental alberga tanto la comunicación como la información, aunque más extensiva que intensivamente. La red es la articulación de todo y la relación de todos, siquiera yuxtapuestamente. Por eso Todorov ha podido hablar de un nuevo estilo de coexistencia caracterizado por el vivir solos pero juntos, juntos pero solos. O la red como comunicación acuática e información aérea, eros y logos, diálogos, realidad como red y enredo: redalidad.
Internet nos quita la soledad y nos la aumenta, paradójicamente, al tiempo que nos ofrece libertad aunque abstractamente. En este sentido, el conocimiento que ofrece la red no es un conocimiento situado sino sitiado o asediado. Por otra parte, la realidad que ofrece u oferta nuestra red global es surreal, y en ello concuerda curiosamente con la realidad que la física actual proyecta cuánticamente. La realidad reticular es irreal al tiempo que suprarreal o sobrerreal. Ello constituye la ambivalencia de internet, que puede parecer un trasmundo muermo o plastificado, pero que a la vez posibilita una intensa vivacidad interhumana e incluso cierta inmortalidad poshumana o póstuma.
La red proyecta una realidad cuya verificación se encuentra en la ciencia física. Se trata de la realidad como “mathesis encarnada”, con la típica ambigüedad propia de la realidad no sólo física sino también biológica, la cual funciona “pregreregresivamente”. En efecto, la clave hermenéutica de nuestro mundo científico-técnico es la progreregresión, ya que avanzamos retrocediendo, de acuerdo a la realización de un universo que se expande a costas de su impansión, que progresa en base a la regresión, que funciona al precio de la entropía. En realidad sobrevivimos a costas de la finitud, la contingencia, el colapso y la muerte. Por eso hay que relativizar el progreso científico y humano, ya que progresamos retrocediendo o regrediendo: tal es el caso de nuestra incapacidad actual de afrontar la muerte como lo hiciera un Sócrates, ya que la cicuta
–léase eutanasia- se considera todavía como algo impío, ignorando así la piedad y la compasión tanto humana como cristiana.
En su famosa obra “Origen y presente”, el posjunguiano Jean Gebser afirma que la humanidad ha avanzado de la inconsciencia arcaica o mágica a la subconsciencia mítica o mitológica, arribando finalmente a la conciencia racional. En nuestro tiempo la humanidad estaría accediendo a la edad del espíritu, entendido como supraconciencia que asume y trasparenta las etapas anteriores en una cosmovisión integradora. Sin embargo, yo diría que nuestra edad del espíritu parece más bien la edad del espíritu abstracto o abstraccionista, que nos ha liberado ciertamente de pesados pasados, pero al precio de vender el alma en el mercado capitalista al dios mercantil Mercurio, y no al dios mediador Hermes.
Se trataría empero de re-mediar nuestra enajenación abstractoide, intentando ampliar la humanidad de lo humano y, por tanto, humanizando el mundo inhumano o deshumanizado. Se impone una apertura radical a la búsqueda del sentido encarnado, y ya no de la razón pura o la verdad abstracta, asumiendo críticamente la negatividad frente al triunfalismo que nos ha llevado a la crisis económico-social actual. Como lo muestra internet, el mundo es un Juego universal que hay que conjugar o articular en un interlenguaje humano global. Global pero no abstraccionista, sino coimplicador del sinsentido, el mal y la muerte. La estadística de suicidios que ofrece internet es el argumento decisivo contra todo idealismo abstraccionista, incapaz de ver la realidad en su inmanencia y contingencia.
Pienso que la posibilidad abierta por internet está en su capacidad asuntiva frente al viejo e ingenuo “buenismo”, por cuanto ofrece no sólo el flanco positivo sino el negativo de lo real en su realización. A este respecto el concitado J. Gebser concluye su magna obra afirmando que “o terminamos desintegrados y dispersos, o alcanzamos la integridad”. Parece que con la red sería más fácil alcanzar cierta integridad o al menos integración, aunque siempre relativa o relacional. Pues me temo que finalmente terminaremos todos desintegrados y dispersos, y que solo alcanzaremos la integridad o integración en el todo dispersamente…
Por eso hay que hablar no sólo de la vida y su integridad sino también de la muerte y su desintegración: precisamente para tratar de cointegrarla humanamente y de asumirla en nuestra conciencia colectiva representada por la propia red universal. Una universalidad que se plasma como unidiversalidad y, por tanto, como pluralidad humana de lo humano: cuyo baremo o criterio es la humanidad frente a la inhumanidad.
(Nota bibliográfica)
- Sobre la posmodernidad, ver las obras de Lyotard, Baudrillard, Bauman, Vattimo.
- Sobre internet, ver la obra de T. Todoroz “Vivir solos juntos”.
- Respecto a Jean Gebser, consultar su obra “Origen y presente”.
- Para el trasfondo puede consultarse Patxi Lanceros “Verdades frágiles, mentiras útiles”, Javier Otaola “Masonería y hermenéutica”, así como A. Ortiz-Osés “Libro de símbolos” (Deusto).