Artículo publicado en Empresa XXI (15/10/2022)
Es bastante conocida la frase de Keynes “En el largo plazo, todos estaremos muertos”. Aunque quizá no sea tan conocido el contexto en que surgió. En la recesión que siguió a la primera Guerra Mundial, los monetaristas no eran partidarios de bajar el tipo de interés del dinero, porque acabaría generando inflación, y por lo tanto proponían aguantar los tipos y esperar a que se produjera la recuperación (algo que la teoría económica predice que sucederá, al menos en el largo plazo).
Es en este momento histórico (1923) en el que John Maynard Keynes publicó su “Breve tratado sobre la reforma monetaria” en la que aparece la famosa cita: “…en el largo plazo ello es probablemente cierto (…) Pero este largo plazo es una guía confusa para la coyuntura. En el largo plazo estamos todos muertos”.
Efectivamente, es duro para cualquier Gobierno o autoridad monetaria esperar a que se produzca una recuperación, mientras el conjunto de la sociedad (y especialmente aquellos más débiles), están sufriendo las consecuencias de la crisis. No te digo nada, si además ocurre que se aproxima uno de esos momentos en el que esas personas pasarán por las urnas.
Esta defensa de Keynes del cortoplacismo en la gestión de las crisis desde la política, contrasta con su defensa del largo plazo en la actividad inversora privada (llego a sugerir la conveniencia de convertir la inversión en algo permanente e indisoluble, como un matrimonio, para obligar al inversor a dirigir su mente a las perspectivas de largo plazo).
En realidad, Keynes recomendaba que lo público utilizase sus herramientas de forma contracíclica: utilizar las políticas fiscales y monetarias para calentar la economía cuando ésta se enfriase y, en sentido contrario, utilizarlas para moderar los períodos de crecimiento excesivamente rápidos.
El problema que está teniendo seguir a Keynes en este Siglo XXI, es que no acabamos de encontrar un período de recuperación lo suficientemente estable y enérgico como para poder aplicar estas últimas recetas. No hay momento bueno para reducir el gasto público…
Quizá por eso ahora no se ponen de acuerdo los Bancos Centrales (partidarios de subidas de tipos para controlar la inflación), y los Gobiernos (partidarios de aprobar generosos presupuestos de gasto público). Y para evitar que el endeudamiento se dispare, las Haciendas están siendo creativas en los mecanismos de recaudación, con un hilo argumental impecable: vamos a por los ricos y a por las empresas, que quien más tiene, más debe aportar en estos tiempos complicados.
Claro que luego es un discurso con algunos agujeros. Porque los ricos tardan un cuarto de hora con sus asesores en fijar una residencia fiscal en Portugal, y las empresas, con la que está cayendo, tampoco están estos días con la tesorería como para tirar cohetes. Ir a buscar el dinero a las empresas (eliminar el tope de las cotizaciones de la seguridad social es la última gran idea), en ocasiones puede ir contra la caja de los accionistas, pero otras muchas veces va contra las inversiones que necesita para garantizar su viabilidad en el futuro, o directamente contra la creación de nuevos empleos en el corto plazo…
Hoy más que nunca, las empresas tienen que emplearse a fondo para abordar su transformación digital, para repensar sus cadenas de suministro de energía y materias primas, para invertir con decisión en apuestas de innovación, para atraer y retener el talento. Y todo eso necesita inversión y un marco jurídico estable, porque otras fuentes de incertidumbre (como la geopolítica, por ejemplo), no vamos a tener mucha oportunidad de gestionarlas…
Lo que más me preocupa de esta situación es el juego mediático al que estamos asistiendo, que escenifica el enfrentamiento del Gobierno y la clase empresarial, en un momento en el que sería más necesario que nunca la colaboración público-privada. Enseñar a la sociedad que las empresas son criaturas perversas que van contra el bien del conjunto de la ciudadanía, es como jugar a la ruleta rusa con el tambor repleto de balas: Nunca acaba bien.
A largo plazo, quizá nosotros estemos muertos, pero los jóvenes estarán aquí, trabajando por sacar adelante el mundo que les hayamos dejado. Quizá a veces debiéramos pensar un poco más en ellos.
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