Artículo publicado en Deia (05/01/2023)
Precisamente, el mismo día de su fallecimiento, el 31 de diciembre de 2022, el papa Francisco ha elogiado su nobleza y su bondad. Los que, como él, hemos sido profesores en nuestra vida laboral, reconocemos sus textos, nos deleitamos en ellos, hasta cuando nos chirrían. De Benedicto XVI, lo esencial es leerle. Su legado intelectual es enorme.
Quiero mencionar algunas de sus inmensas aportaciones. Normalmente se recuerdan de él, como papa, dos textos inmensos: Deus Cáritas est y Cáritas in veritate, quedando en segundo lugar la encíclica Spe Salvi. Los títulos de los dos primeros textos citados, dos encíclicas, nos dejan ver dos ideas mayores, dos ideas principales de Ratzinger, ya papa: Dios es amor y el amor, la caridad, debe manifestarse en la verdad. Ciertamente, la verdad no es tan fácilmente aprehensible, intelectualmente, como el amor. Pero en la vida práctica, el amor es más que un sentimiento, el amor debe someterse al cedazo de, si no la verdad, sí la búsqueda de la verdad. Este esfuerzo inagotable de Ratzinger le llevó a algunos planteamientos que causaron problema. No solamente, pero primordialmente, en su trabajo, antes de su elección papal, como responsable del ex-Santo Oficio.
Muchos teólogos sufrieron los embates del cardenal Ratzinger. Me viene a la cabeza el nombre del gran teólogo jesuita Jacques Dupuis.
RATZINGER Y JACQUES DUPUIS Invitado por mí al Forum Deusto, mientras le escuchaba la conferencia, siguiéndola con el texto que nos había proporcionado, constataba que se saltaba algunos párrafos. Al término de la conferencia me pidió que le diera mi texto. Allí mismo, en el Salón de Grados de Deusto, le vi tachar los párrafos que se había saltado en su conferencia y decirme: “Je n’est pas le droit de diré ca” (no puedo decir esto).
Me impactó.
Le acompañé al aeropuerto de Bilbao, Sondika, todavía no Loiu, y gracias a un venturoso atraso de Iberia pude conversar en profundidad con él. No olvidaré aquella prolongada conversación.
La segunda encíclica en el tiempo, Spe Salvi, (Salvados en la esperanza) de enero de 2007, un texto sobre la teología de la esperanza, pero con una neta proyección cotidiana, facilita su lectura. Pero no quiero olvidarme de la encíclica redactada por Benedicto XVI y promulgada, sin apenas cambios por su sucesor, Francisco, a los pocos meses de su elección: Lumen fidei, encíclica muy poco citada, aunque yo la cito en varios de mis textos. Es magnifica, de una profundidad extraordinaria.
Ratzinger escribe en 2013, y Francisco lo hace propio con su firma, que “si el amor necesita la verdad, también la verdad tiene necesidad del amor. Amor y verdad no se pueden separar. Sin amor, la verdad se vuelve fría, impersonal, opresiva para la vida concreta de la persona. La verdad que buscamos, la que da sentido a nuestros pasos, nos ilumina cuando el amor nos toca. Quien ama comprende que el amor es experiencia de verdad, que él mismo abre nuestros ojos para ver toda la realidad de modo nuevo, en unión con la persona amada”. Así cierra Ratzinger lo que había abierto con Deus caritas est y con Caritas in veritate.
RATZINGER Y TEILHARD DE CHARDIN Mi buen amigo Leandro Sequeiros San Román, jesuita y catedrático de Paleontología, a quien tanto debo en la edición de mi último libro, me envía un texto sobre la relación de Ratzinger con el también jesuita y paleontólogo Pedro Teilhard de Chardin (1881-1955), quien fue mal visto por la Iglesia católica debido a su visión de un universo evolutivo, aunque también espiritual. El pensamiento de Teilhard de Chardin influyó en la visión de la aldea global de Marshall Mc Luhan, en la Teoría de Gaia de Jame Lovelock, es citado recurrentemente por Al Gore en sus conferencias sobre el calentamiento global e incluso algunos dicen que fue percusor del internet, como cerebro planetario en su concepción de la noosfera.
Olvidado por la Iglesia pese a ser una de sus mentes más brillantes, sorprendió que el papa Benedicto XVI lo mencionara elogiosamente durante una misa vespertina en la Cátedra de Aosta, donde toma sus vacaciones de verano.
El teólogo Joseph Ratzinger, en su libro fundamental Introducción al Cristianismo (1968), a propósito de la relación entre Jesús y la humanidad entera, decía sobre Teilhard: “Hay que reconocer como un mérito importante de Teilhard de Chardin el haber repensado estas interconexiones desde la perspectiva de la actual imagen del mundo y, a pesar de una tendencia hacia el biologismo no del todo incuestionable, el haberlas captado, en general, de forma ciertamente correcta y, en todo caso, el haberlas hecho nuevamente accesibles”.
Así pues, para Ratzinger hay que considerar nuevamente el valor de la intuición teilhardiana como capaz de descubrir en el Cristo-Omega el punto de vista unificador y escatológico de la humanidad. Y por eso se puede también perdonar a Teilhard su simpatía por el vocabulario biologista, porque, desde el punto de vista del contenido, hay allí una coherencia sustancial con la cristología de Pablo. Tras estas reflexiones de Ratzinger, el contenido sustancial del Monitum contra Teilhard de seis años atrás había desaparecido de facto. Notemos también que justamente el tema de las interconexiones a las que se refiere Ratzinger regresa a menudo en la encíclica Laudato si del papa Francisco (LS 16; 42; 111; 117; 138). El papa Ratzinger citó a Teilhard en su reflexión de la carta de San Pablo a los Romanos en la que se dice que el mundo algún día llegará a ser una forma de adoración viviente, Benedicto XVI dijo: “Al final tendremos una verdadera liturgia cósmica, donde el cosmos se convertirá en una sede viviente”. Las palabras del papa detonaron una ola de respuestas de la prensa italiana. El portavoz del Vaticano Federico Lombardi comentó:
“Ahora nadie imaginaría decir que Teilhard es un autor heterodoxo que no debería de ser estudiado”.
Algunos observadores católicos han notado que el lenguaje del papa Benedicto XVI está influenciado por la obra de Teilhard de Chardin en su dimensión metafísica. Algunos también hablan ya de Ratzinger como el Papa Verde, esto debido no solo a que había instalado paneles solares en el Vaticano y había hablado de una conversión ecológica. Teilhard de Chardin es en este sentido un referente, siendo el más directo vínculo entre la religión, la biología y la ecología espiritual; tan en boga en nuestros días. Lo novedoso de Teilhard de Chardin es amalgamar la ciencia con la religión, la biología evolutiva con la sed de trascender la materia y de una manera poética que antecede al sincretismo de espiritualidad cuántica de nuestros días. Esa es la liturgia cósmica, una pasión donde el ser humano y el planeta entero se vuelven el Cristo cósmico, la parusía o la cosmogénesis rediviva. Todos en la misma nave Tierra.
Podría continuar este texto, redactado por un profesor jubilado glosando la figura de un teólogo profesor devenido papa, rememorando su diálogo con el agnóstico e influyente filósofo Jürgen Habermas y los correos que mantuvo con el matemático ateo Piergiorgio Odifreddi, cuya publicación en castellano esperamos en breve.
Terminando. Muy posiblemente Benedicto XVI pasará a la historia como el papa que renunció y dimitió al reconocer que no se sentía con fuerzas para gobernar la Iglesia. Este hecho le honra. A los que tenemos la funesta manía de leer, le recordaremos, con agradecimiento, en sus textos, como pensador y como papa.
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