Entrevista publicada en Kulturklik (24/02/2023)
La Filmoteca Vasca ha publicado Cineastas vascas (Euskal emakume zinemagileak, en su versión en euskera), un libro que agrupa varios ensayos sobre mujeres fundamentales de nuestra cinematografía. María Pilar Rodríguez, profesora de la Universidad de Deusto y coordinadora de la obra, nos ha dado más detalles.
¿Cómo nació la idea del libro? ¿Cuál es su objetivo?
La idea del libro nació de Joxean Fernández, director de Euskadiko Filmategia, pero era algo necesario que veíamos muchas de las personas cercanas a la cinematografía vasca por diversas razones. En primer lugar, la celebración del curso de verano en 2014, que dio lugar a la publicación Euskal zinema: zinemagileen hiru belaunaldi. Cine vasco: tres generaciones de cineastas (2015), ya facilitó la comprensión del panorama de directores y directoras a través del tiempo. Nos hizo más conscientes de la necesidad de indagar en la labor de las cineastas vascas, a las que se les había prestado poca atención desde el punto de vista de la escritura académica.
Además, este libro cumple un doble objetivo: dar cuenta de la cinematografía vasca a partir de las obras realizadas por mujeres directoras en diversos géneros y formatos –largometrajes, cortometrajes y documentales– y llevar a cabo una exploración académica y divulgativa de estos trabajos artísticos. Si es un hecho evidente que la producción fílmica de las directoras vascas no ha tenido una presencia fuerte en el panorama cinematográfico y que solo en estos últimos años se muestra prometedor, no es menos cierto que la atención de la crítica y de los estudios académicos tampoco han centrado sus esfuerzos en la exploración de las cineastas vascas de modo consistente o abarcador.
Habéis dividido el libro en cuatro partes. ¿Cuáles son y qué se aborda en cada una de ellas?
Así es. El libro se ha dividido en cuatro secciones principales. La primera sección, «Perspectivas globales», suma tres contribuciones que de modo conjunto dan cuenta de la producción fílmica de las directoras vascas desde perspectivas que abordan cuestiones como la temática, la representación de género o la diversidad estética y formal de sus películas e incluye las aportaciones de Carlos Roldán Larreta, Casilda de Miguel e Iratxe Fresneda. La segunda lleva el título de «Géneros, formatos y adaptaciones» y analiza la mirada de las documentalistas vascas (María Marcos Ramos), la labor desarrollada en el ámbito del cortometraje por parte del programa Kimuak (Ainhoa Fernández de Arroyabe, Iñaki Lazkano y Nekane Zubiaur), explora las producciones de carácter transnacional (Cristina Ortiz Ceberio) y, por último, las adaptaciones cinematográficas de obras literarias (Mari Jose Olaziregi). La tercera, «Producción, distribución y recepción», recoge los esfuerzos de asociaciones y festivales para impulsar y dar visibilidad al cine realizado por mujeres, y el progreso de su recepción crítica y académica a través de las aportaciones de Javier Sánchez Zapatero, Izaskun Arandia y entrevistas con las directoras de las dos muestras de cine de mujeres que se llevan a cabo en Bilbao y en Iruña, y la última, «Tres cineastas», se centra en tres figuras destacadas del cine vasco: Ana Díez, Helena Taberna y Yannick Bellon.
¿Cómo trabajasteis el contenido? ¿Fue cada una de las personas participantes quien decidió sobre qué escribir o fue una decisión acordada previamente?
Todas las personas que han participado tenían previamente una mayor o menor especialización en el tema específico que exploran. Hay especialistas en cine vasco, como Carlos Roldán Larreta, Casilda de Miguel o Iratxe Fresneda; los autores del capítulo sobre Kimuak son los que más han publicado y los mejores conocedores sobre el tema, y así sucede en todos los casos. Como editora tuve libertad para elegir a las personas colaboradoras, y en conversaciones con Joxean Fernández buscamos tanto los temas fundamentales como las personas que más podían aportar en cada caso.
¿Cómo han sido recibidas históricamente las obras dirigidas por cineastas vascas por parte de la crítica y el público? ¿Han sido debidamente reconocidas y valoradas?
Para empezar, los largometrajes de ficción dirigidos por mujeres empezaron muy tarde y hoy en día siguen siendo escasos. En todas las cinematografías nacionales hay desequilibrios entre la producción de hombres y de mujeres, pero el caso vasco ha sido, por una parte, muy tardío en la incorporación de las mujeres a la dirección fílmica. El primer largometraje propiamente dicho es el de Ana Díez, Ander eta Yul, y hubo que esperar hasta ese año (1989). En España, y sin entrar en el cine mudo, ya en las décadas de los cincuenta, de los sesenta y de los setenta había directoras como Ana Mariscal (El camino, 1963) o Josefina Molina (Vera, un cuento cruel, 1974; Función de noche, 1981) y lo mismo sucede en otros países europeos (Francia, Agnes Varda: La felicidad, 1965; Nadine Trintignant, 1969: El ladrón de crímenes (Le Voleur de crimes). El hecho de que las mujeres directoras hayan estado presentes de modo tan precario hasta comienzos del siglo XXI tiene consecuencias significativas. Como apunta Carlos Roldán Larreta en este mismo volumen, el aumento de películas realizadas por mujeres nutre al cine de una mirada imprescindible para entender nuestra sociedad en su conjunto, proporcionando a las espectadoras referentes con los que puedan establecer una mayor identificación.
Maider Oleaga, Iratxe Fresneda, Estibaliz Urresola, Maddi Barber, Lur Olaizola, Alauda Ruiz de Azúa… son ya nombres imprescindibles del panorama audiovisual vasco. ¿Cuál es su aportación al cine y al conjunto de la sociedad?
Todas ellas y otras cineastas, a través de varias generaciones, están logrando cubrir diferentes géneros y formatos y, por primera vez, tener amplio reconocimiento en festivales y premios a nivel nacional e internacional. En el documental y en el terreno del cortometraje las cineastas vascas han demostrado un alto nivel para la experimentación y la realización, y es ahora cuando los largometrajes de ficción cobran mayor protagonismo.
¿Cómo valoras proyectos e iniciativas como Kimuak, Noka Mentoring o Zinemakumeak gara! como herramientas para mejorar la visibilización de las mujeres cineastas? ¿En qué habría que incidir?
Hay que añadir, sobre todo, Hemen, la asociación de mujeres del sector audiovisual y las artes escénicas de Euskadi, que en este libro está representada por el capítulo escrito por Izaskun Arandia. Todas esas asociaciones son imprescindibles, y el libro incluye un capítulo que explora el concepto de «cinefeminismo», los espacios y prácticas materiales y específicos que facilitan la exhibición de películas de mujeres en contextos especializados. Ana Gutiérrez, directora de la muestra Zinemakumeak gara!, y Elena San Julián, exdirectora de la Muestra Internacional de Cine y Mujeres de Pamplona, colaboran en este capítulo en el que trasladan la importantísima labor que han ido desarrollando en Euskal Herria desde 1996 y 1987 respectivamente. El capítulo da cuenta de los objetivos de ambas muestras y de las actividades que han desarrollado a través de los años que, desde luego, se han centrado en las proyecciones, los talleres, los encuentros y las mesas redondas, y en las que subyace un compromiso feminista rotundo. Esto les ha permitido fomentar la igualdad y aprovechar la plataforma que proporciona el cine para indagar en el cine creado por mujeres como objeto de reflexión para el conocimiento de los contextos sociales y políticos en los que se inscriben las películas, pero también para incidir en los principios estéticos y en la trayectoria de las cinematografías de diversos países. La labor desarrollada por estas asociaciones ha sido imprescindible no solo por la labor de instrucción, acompañamiento y solidaridad en un entorno que ha fomentado la cultura audiovisual y el feminismo, sino también porque su apuesta por las cineastas vascas ha contribuido de modo decisivo al conocimiento de sus obras por parte de las audiencias.
Por su parte, Kimuak ha permitido a las autoras desarrollar lo que creo que puede considerarse la labor más vanguardista de la cinematografía vasca a través de los cortometrajes de las cineastas vascas.
El cuarto y último bloque del libro está dedicado a las cineastas Yannick Bellon, Helena Taberna y Ana Díez. ¿Por qué a ellas?
Esta última sección aúna tres contribuciones en torno a las tres directoras que han sido objeto de un libro monográfico (Yannick Bellon. La mirada de frente, La luz de un sueño. El cine de Helena Taberna y Los paraísos perdidos. El cine de Ana Díez) y una retrospectiva por parte de Filmoteca Vasca.
Son las directoras pioneras, con un número elevado de largometrajes dirigidos y una obra valiente, dirigida a impulsar a sus audiencias a tener un espíritu crítico y a fomentar la justicia social en diversos ámbitos, en la mayoría de los casos con una reivindicación clara de la perspectiva de género.
El libro concluye con un índice de películas dirigidas por mujeres. ¿Verlas es el mejor reconocimiento a su labor?
Lo importante, siempre, es ir a las salas de cine y disfrutar de las películas, y aprender de ellas. Miramos al presente y al futuro con esperanza, viendo los extraordinarios logros de películas como Cinco lobitos de Alauda Ruiz de Azua, que ganó la Biznaga de Oro a la Mejor Película Española en el Festival de Cine de Málaga, y su directora se alzó con el Premio al Mejor Guion, y ahora Esti Urresola con 20.000 especies de abejas, que tendrá su estreno mundial en la Sección Oficial de la Berlinale. Los cambios a nivel educativo, social y cultural han hecho posible estos avances, ya que el talento siempre ha estado ahí. El desarrollo de la cinematografía vasca en su totalidad, con películas tan importantes como las que han estrenado los directores de Moriarti (Jose Mari Goenaga y Aitor Garaño), Asier Altuna y otros directores ha impulsado definitivamente el cine en euskera a nivel internacional y esto también ha favorecido un clima de mejor receptividad por parte de las audiencias. Para terminar, recordar que Euskadiko Filmategia tiene un ciclo de tres años (2021, 2022 y 2023) dedicado a las cineastas vascas.
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