Artículo publicado en El Economista (07/04/2023)
No olvidaré fácil una primera jornada de la Bandera de la Concha hace ya algunos años, en 2011. La prueba se complicó por una galerna que provocó olas de más de dos metros de altura y dejó rachas de vientos de 65 kilómetros por hora. Las imágenes de remeros y patrones luchando por avanzar en sus calles en medio del oleaje fue espectacular, aunque sin duda el momento clave fue la ciaboga, con una fuerte corriente cruzada que arrastraba y amenazaba con volcar las traineras cuando perdían velocidad para virar.
Me han venido a la cabeza aquellas imágenes cuando he leído esta semana que BBK había conseguido completar el fondo de reserva que impuso el Banco de España a las fundaciones bancarias hace una década.
Sin duda, ha sido una maniobra contra viento y marea, una batalla silenciosa librada en medio de una galerna implacable. Con viento en contra por las difíciles condiciones para el sector financiero en estos últimos años (que acabamos de comprobar que ha sido capaz de llevar al naufragio a naves de tanto calado como Credit Suisse). Pero además se ha enfrentado a fuertes corrientes de fondo regulatorias, que se marcaron el objetivo de sustituir el esquema de gobernanza de las cajas de ahorro, forzando la salida a bolsa de todas las entidades herederas de este modelo.
Se dice que la mala mar es la que permite distinguir buenos patrones y las buenas tripulaciones, y en este caso ha sido así. Hacía falta coraje, precisión en la maniobra y fuerza en los remos para completar esta maniobra cuando todas las voces sensatas recomendaban retirarse de la prueba, y entregar los mando de la nave, sacando a bolsa la propiedad de Kutxabank.
La legislación y el Banco de España ha sido quienes ha impulsado expresamente estas salidas a bolsa con medidas como la dotación obligatoria de este fondo de reserva. La lógica era implacable: las salidas a bolsa facilitarían la concentración en un sector en que el tamaño importa y además, los mecanismos de regulación bursátil aportan garantías adicionales de transparencia y buen gobierno de las entidades.
Sin embargo, la experiencia nos ha demostrado que ni el tamaño ni los controles que imponen los mercados son garantía de buena gobernanza o de gestión prudente (la reciente necesidad de rescate del banco suizo ha sido un ejemplo paradigmático).
Y, aunque muchos lo vieron en aquel momento como una decisión equivocada, la experiencia de estos años con BBK como accionista mayoritario de Kutxabank ha demostrado que la fórmula elegida ha servido para mantener a este banco como líder año tras año en los tests de solvencia, y para preservar el mayor valor para sus accionistas. Como profesor de Deusto Business School he tenido la ocasión de participar personalmente en un análisis objetivo y razonado del impacto en el valor para los accionistas que hubiese tenido una eventual salida a bolsa de un 17% de las acciones. Es la mínima que hubiera impuesto el regulador ya que, con la venta de este paquete, la participación de la Fundación BBK habría quedado limitada al 40%, y por lo tanto no hubiera tenido que dotar el fondo de reserva.
La conclusión es la misma, con independencia del año en que hubiera tomado esa decisión. El estudio demuestra con claridad que la decisión ha evitado pérdidas de valor para los accionistas de cerca de 1.500 Millones de Euros como media en todo el período.
El principal impacto negativo hubiese venido derivado de la minusvalía en el precio de venta y del deterioro inducido en el valor contable de las acciones mantenidas en propiedad. Y los mayores ingresos financieros que se hubiesen obtenido por la inversión del precio de venta, tomando como referencia la rentabilidad por dividendo del Ibex 35 en este período, no hubiesen compensado los menores ingresos por dividendos recibidos de Kutxabank, cuya rentabilidad por dividendo iguala o supera con creces la ofrecida por estos valores. Si se consideran además los costes operativos adicionales que supone una operación de estas características, el balance sería todavía más negativo.
Tan importante como lo anterior, el mantenimiento de BBK al timón, ha blindado el arraigo del banco y garantiza su contribución año tras año a las obras sociales. Ha permitido también recuperar un instrumento clave para la retención de centros de decisión: las tomas de participación en empresas vascas.
En estos días en que las aguas del sector financiero siguen revueltas, conviene dedicar un momento a poner en valor las acertadas decisiones tomadas hace una década, y el trabajo desarrollado en estos años, tanto por Kutxabank como por BBK y las otras dos fundaciones bancarias que le acompañan en el accionariado (Kutxa y Vital). Aunque la regulación haya exigido cambios en su modelo, han sabido mantener intactas las claves que desde hace más de un siglo han aportado tanto valor a nuestro país: buen gobierno, gestión prudente y compromiso con la sociedad, en especial con aquellos que más lo necesitan.
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