Artículo publicado en Empresa XXI (01/04/2023)
Probablemente no te suene Erik Brynjolfsson (la verdad, tampoco tiene un apellido fácil de recordar). Es posible que a partir de ahora te lo empieces a encontrar, porque es uno de los mayores expertos mundiales en una temática que se está poniendo últimamente bastante de moda: el impacto que la tecnología en general, y la inteligencia artificial en particular, va a tener sobre el empleo. Este profesor de la Universidad de Stanford, utiliza la expresión “trampa de Touring” para referirse a la fascinación que ha tenido desde siempre en los seres humanos la posibilidad de que una máquina pueda ser más o menos lista que nosotros. Y es que fue Alan Touring el que propuso la famosa prueba que lleva su nombre en su ensayo ‘Computing Machinery and Intelligence’ en 1950 (la célebre ‘prueba de Touring’).
Como le parecía muy complicado definir si una máquina era lista o no (¿en qué consiste la inteligencia?), propuso una prueba más sencilla. Mientras las personas fuésemos capaces de diferenciar si nuestro interlocutor es una máquina o una persona, eso quería decir que todavía no nos han alcanzado. Pero el día que suceda lo contrario, que no seamos capaces de distinguir las respuestas que nos da una máquina de las que daría un ser humano, entonces las máquinas habrían pasado “la prueba de Touring”, y alcanzado la inteligencia.
Alan Touring fue un visionario que se adelantó en muchas décadas a lo que estaba por venir. Empezamos a ver las orejas al lobo cuando Deep Blue (IBM) ganó al ajedrez a Kasparov en 1996. Veinte años más tarde, en 2016, Deepmind (Google) derrotó a Le Sedol, campeón mundial de Go.
En esta década las máquinas están pulverizando todos los records. Pueden disfrazarse de avatar que nos da las noticias o nos detalla la predicción meteorológica (supongo que ya conoces a las avatares Snezhana Tumanova o a Ren Xiaorong…). Chat GPT o Bard han empezado a mostrarnos lo que se ha denominado en los últimos años como AGI (Artificial General Intelligence). No es ya que nos ganen en una cosa, en dos o en tres. Es que empiezan a razonar y contestar como lo haría una persona, sin importar cuál es el tema de conversación.
Hemos caído en la “trampa de Touring” que describe Brynjolfsson. Parece que lo único que nos interesa de la IA es pasar la famosa prueba. Cuando lo que realmente debería interesarnos es ¿en qué nos pueden ayudar las máquinas? Porque puede haber diferentes motivaciones en los avances tecnológicos, y no todas ellas nos llevan en la dirección correcta.
La primera motivación es la que deslumbra a las personas entregadas a descubrir hasta dónde puede llegar la tecnología. No les preocupa si ese viaje es ético, o si beneficiará a la Humanidad. Su única pregunta es ¿se puede hacer? Desde hacer máquinas que sean más inteligentes o tenga emociones, a clonar seres humanos o a manipular su ADN para crear “humanos mejorados”, hay personas cuya única obsesión es ir un poco más allá.
Hay una segunda motivación, que arrastra a las personas que se entregan a responder a una de las preguntas más antiguas ¿se puede hacer negocio con ello? ¿o puedo reforzar mi poder? Aquí también los ejemplos son incontables, desde la reducción de costes por automatización, hasta los desarrollos tecnológicos en la industria de las armas.
Necesitamos que haya más desarrollos con una tercera motivación, con una pregunta diferente ¿Cómo podemos hacer nuestra vida más agradable, nuestra sociedad mejor? ¿Cómo podemos ayudar a la Humanidad para que todas las personas vivan en mejores condiciones? No podemos caer en la “trampa de Touring”, e impulsar avances que destruyan empleo masivamente sin pensar un poco en el efecto que eso tendrá en la sociedad.
La Historia nos demuestra que muchas veces avanzamos a trompicones. La amenaza de una guerra nuclear sigue estando ahí, el cambio climático es una realidad, y ahora a la lista se suma la polarización de la fuerza laboral en dos extremos: los que ganan con los avances de la tecnología, y los que quedan aparcados en el desempleo de por vida, o deben resignarse a trabajos tan tirados que ni siquiera compensa hacer un robot que los haga.
No podemos caer en la “trampa de Touring”. Deberíamos ser más inteligentes..
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