Artículo publicado en El Correo (18/05/2023)
El 20 de abril, el Parlamento vasco aprobó una enmienda impulsada por el PNV y el PSE-EE que «reconoce los graves efectos que ha tenido el terrorismo para la economía vasca». Todos los grupos votaron a favor, salvo EH Bildu, que se abstuvo.
En el debate se valoró la importancia del daño económico causado, si bien se reconoció la imposibilidad de medir con exactitud su dimensión. No es objeto de este artículo ahondar en los trabajos y publicaciones que han aproximado cifras sobre ese triste fenómeno; ya lo he hecho en los últimos meses en este mismo medio. No obstante, si me permite el lector, solo un ‘flash’ de recuerdo para contextualizar.
En las últimas décadas, la economía vasca ha sufrido un desplome, en términos relativos, del 43% de su ‘stock’ de capital y de un 24% de su PIB en relación con el conjunto del Estado. Son los peores datos
de todas las comunidades autónomas. En ese período, además de un enorme coste humano, el terrorismo supuso una factura de más de 20.000 millones de euros por los daños causados. Adicionalmente, provocó la deslocalización de centenares de empresas y centros de decisión, la pérdida de más de 30.000 empleos de calidad y la marcha de más de 150.000 personas. Para colofón, su acción directa contra los empresarios y sus familias explica que hayamos caído a los últimos lugares en emprendimiento.
Se han cumplido cinco años de la disolución de ETA, pero los datos indican que no estamos poniendo en valor económico la paz. Desde el año 2011, tras el «cese de la actividad armada», el crecimiento medio del PIB vasco ha sido un 20% inferior al español. En una reciente conferencia en Bilbao, el economista jefe para España y Portugal de BBVA, Miguel Cardoso, estimaba para este año un crecimiento de nuestro PIB del 1,3%, frente al 1,6% del conjunto del Estado. Es, por lo tanto, una evidencia empírica que, con las políticas que venimos desarrollando actualmente, no estamos consiguiendo ninguna mejora de la dimensión económica perdida. Tampoco se logra la recuperación de empresas, centros de decisión de grandes corporaciones y –lo que es peor– de nuevos empleos con más valor añadido para nuestros
jóvenes.
El Concierto Económico es la piedra angular de nuestro autogobierno, requiere de fuertes capacidades y calidad en la gestión por parte de las administraciones y, además, de una alta conciencia fiscal en
la sociedad. En los años duros del terrorismo, la buena gestión de nuestros gobernantes evitó que los daños económicos fueran aún mayores. Pero, en mi modesta opinión, hoy nos tocaría revisar el modelo
y hacerlomás atractivo en esta economía globalizada, de forma que consigamos atraer mayores flujos de inversión, recuperar parte de lo perdido y conseguir ese necesario crecimiento que garantice el futuro para nuestra sociedad.
A nivel internacional, tenemos algunos casos de éxito en los últimos años. Así, por ejemplo, en el período analizado anteriormente, Portugal e Irlanda han conseguido crecimientos muy por encima de los de nuestra economía. Destaca sobre todo el caso de Irlanda, analizado con detalle en un reciente artículo de Manfred Nolte en este mismo medio. En los años indicados, tras el cese del terrorismo, mientras el PIB del
País Vasco creció un 20,8%, el de Portugal lo hizo en un 42,2% y el de Irlanda en un impresionante 186,2%. Ese fuerte crecimiento ha permitido mejorar notablemente la situación económica y el bienestar de los habitantes de esos países y los posiciona muy positivamente de cara al futuro.
Las diputaciones forales, a través de sus Juntas Generales, son las depositarias de nuestras competencias en los ámbitos tributarios y financieros, que serían las adecuadas para, en trabajo conjunto con el Gobierno y junto con otras medidas, poder establecer un plan de transformación de nuestro modelo económico para hacerlo más competitivo en este mundo global.
El economista citado anteriormente destacaba en su conferencia que el uso actualizado de esa capacidad que tenemos en Euskadi, junto con una apuesta por las energías renovables (lo estamos haciendo), que garantice unos costes más adecuados para nuestra industria y un sistema educativo puntero son algunas de las claves para conseguir crecimientos más altos en el futuro inmediato.
Nuestros mayores nos legaron un país con una dimensión económica relativa mucho mayor que la actual y, además, con una capacidad de autogobierno importante, única en Europa. Lamentablemente, las duras décadas vividas han dejado la economía vasca con fuertes debilidades, que no nos permiten crecer adecuadamente y afectan a nuestro futuro. ¿Este es el legado que queremos para nuestros hijos?
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