Mi elección se fundamenta en la atención a las desigualdades que sufren las mujeres, los migrantes, los jóvenes, los mayores
Artículo publicado en El Correo (22/07/2023)
A lo largo de los últimos meses, desde la convocatoria de las elecciones municipales y forales hasta las generales, he recibido decenas de sobres de partidos, escuchado y visto proclamas y debates en los medios, leído mensajes y controversias en redes sociales…
Cada partido ha realizado un importante despliegue profesional y de voluntariado militante, un gran esfuerzo presupuestario, con un estudiado plan de márketing y comunicación. Ha incidido en las virtudes propias y en los defectos ajenos, destacando sus promesas, denunciando los incumplimientos de otros, subrayando la coherencia de los suyos y remarcando las contradicciones de los demás. Nada que objetar, desde la lógica que el actual sistema electoral y de partidos impone.
Pero he de confesar que poco efectivo si de atraer mi voto se trata. Y no porque sea una persona pasota, esquiva, antisistema, hipercrítica o escéptica. Simplemente, defiendo otra idea de la política, del sistema electoral y de los partidos. Una gobernanza más democrática, que forme y empodere a la ciudadanía, más transparente en la información, que suscite diálogo entre diferentes, que delibere corresponsablemente, que busque nuestra complicidad frente a los complejos retos compartidos (cambio climático, concentración de la riqueza, desigualdades, xenofobias, autoritarismos…).
Si quieres mi voto no necesitas subir el tono, insultar o faltar al respeto ni a personas, ni a grupos de edad, ni a colectivos sociales, ni a comunidades nacionales… Por gritar exabruptos o vejar a otros seres humanos no vas a convencer mi razón, ni manipular mi emoción, ni provocar mi acción. Al escucharte, pensaré que no hemos dado con personas dignas de representarnos. Y provocarás mi alejamiento de tu formación, de los partidos y de la política actual. Y no es bueno que me abstenga, porque tanto tú como yo fracasaríamos en nuestro objetivo.
Para lograr mi voto no necesitas mentir, basta con que compartas indicadores y datos que nos ayuden a entender mejor lo que pasa. Soy consciente de que vais a discrepar en el análisis e interpretación de los mismos, así como en el diagnóstico y propuestas de solución posterior. Lo comprendo y me parece parte de la democracia. Pero repruebo que, con el margen ya amplio que la interpretación y el diagnóstico os conceden, intentéis confundirnos con medias verdades, datos falsos y mentiras. Mentir no deja de ser dar por bueno un dato a sabiendas de que no es verdad. Prevaricar con algo tan sencillo como la información y el conocimiento.
En el objetivo de sumarme a tu electorado, no dediques mucho tiempo a estudiar mi perfil: edad, sexo, género, origen, diversidad funcional (o no), nivel educativo y formativo, población activa o inactiva, profesión, trabajando (o no), autónomo/ contratado, retribución y condiciones laborales, vivienda (o no) en alquiler o propiedad, patrimonio (o no), monolingüe/ bilingüe/ plurilingüe, sentido de pertenencia, escala de valores, creyente en otra religión/ agnóstico/ ateo, prácticas culturales, deportivas y de ocio… Ni mis ideas, ni mis sentimientos, ni mi voto están sujetos a mis intereses particulares, sino más bien a la toma en consideración de las necesidades perentorias de los grupos de edad y los colectivos sociales a los que no pertenezco.
Piensa que mi elección se va a fundamentar en cómo vas a atender las desigualdades y las xenofobias que afectan a las mujeres, seres humanos no caucásicos, migrantes, personas con identidades y orientaciones sexuales distintas a las mías, con diversidad funcional, más jóvenes, más mayores, que abandonaron los estudios, que no han seguido formándose, que no encuentran trabajo, que lo han perdido ante el avance tecnológico y la digitalización, que no tienen un empleo digno, que no les llega con la pensión, que no tienen una vivienda digna, que encuentran obstáculos para expresarse en su lengua minoritaria, que pertenecen a otra nación, que se declaran agnósticos, ateos o religiosos, que no pueden disfrutar de actividades culturales y de ocio… Mi voto está al alcance de quien practique la alteridad, empatía y solidaridad hacia aquellas y aquellos que no han tenido la fortuna de que las piezas del puzle encajen lo suficiente para no poder quejarse de cómo les ha tratado la vida.
Soy un votante asequible. Sólo quiero para las y los demás todo lo bueno que he podido disfrutar. Si tu programa, partido y candidatura me aportan evidencias tangibles de que, con vuestro buen hacer y con lo que me pidáis a cambio –responsabilidad, solidaridad, productividad, impuestos, tolerancia, compromiso–, lo vamos a conseguir… Entonces, cuenta con mi voto.
Te podías haber ahorrado la campaña, los datos falsos y las medias verdades, los exabruptos y las sobreactuaciones. Bastaba con que me hubieras escuchado y me contaras por qué eres la persona, el partido y el programa que buscaba.
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