Artículo publicado en El Correo (24/07/2023)
El sistema político se divide en dos bloques que no alcanzan por si solos la mayoría absoluta. La derecha, sin nadie con quien pactar; y la izquierda, con socios complejos para llegar a acuerdos. Lamento la fuerte polarización en dos bloques ideológicos tan presente en la campaña y tan evidente en los resultados electorales que proyecta la imagen de una España dividida en dos, cuando en realidad su diversidad es mucho mayor.
El PSOE no se descalabra como parecía anunciarse y consigue mantenerse como opción de gobierno. A pesar de haber perdido escaños obtiene un buen resultado en votos. Por su parte, Sumar, con desiguales resultados en las comunidades autónomas, consigue posicionarse como potencial socio para la reedición de la coalición. En el bloque de la derecha es el PP quien obtiene los mejores resultados con un incremento significativo de los escaños. Vox sigue siendo la muleta para un posible Gobierno del PP, pero queda claro que el electorado conservador ha preferido la opción de Feijóo que la de Abascal, lo que significa que las propuestas radicales, negacionistas y anti-feministas de la extrema derecha española no consiguen activar el voto de la derecha política, lo que debemos interpretar como un elemento positivo de la democracia española.
La fuerza que están adquiriendo los partidos populistas de extrema derecha en Europa necesita de una profunda y seria reflexión sobre sus causas. Solo un acertado diagnóstico nos permitirá entender porque miles de votantes ven en estos partidos la mejor opción, o la menos mala. Son partidos que generan cohesión a partir de falsas amenazas y manipulan la desafección política con promesas llenas de lugares comunes y de mentiras. Que Vox retroceda es una buena noticia.
Los resultados en Euskadi confirman una tendencia que se apreció en las elecciones municipales y forales: el crecimiento de EH Bildu. En estas elecciones parece consolidarse el nuevo papel político jugado en Madrid por el partido abertzale. En los últimos años ha habido un claro cambio en este sentido y EH Bildu le está disputando al PNV la representación de los intereses de Euskadi en España, lo que puede complicar algo la gobernabilidad del bloque progresista más cómodo con los acuerdos con el PNV que con las negociaciones con EH Bildu o ERC que, por ejemplo, no apoyaron la reforma laboral en la pasada legislatura.
Si se confirman los resultados y es posible conformar un Gobierno progresista, los nuevos acuerdos deberían permitir la consolidación de una cultura política que deje de demonizar a las fuerzas soberanistas representadas en el Congreso de los Diputados. El talante de estos partidos será clave para favorecer la normalización política o, por el contrario, para seguir ahondando en la brecha entre bloques.
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