Su gente es noble, franca, orgullosa de la villa y acogedora
Artículo publicado en El Correo (26/08/2023)
Aunque el título proviene de la película de Alain Resnais ‘Hiroshima, mon amour’, con guion de Marguerite Dumas, sin embargo no tiene nada que ver con la historia que se retrata en ese filme y en el libro de Dumas. Solamente he querido transmitir con él mi amor por Bilbao, mi agradecimiento a Bilbao.
Treinta años de mi vida en Bilbao son muchos años. Sobre todo, cuando son los años de mi actividad laboral. En ningún sitio he trabajado tanto y tantos años como en la Universidad de Deusto: 29 años en el campus de Bilbao y uno en el de San Sebastián.
Había pensado titular este artículo ‘Bilbao, nobleza y acogida’. Nobleza, pues en Bilbao siempre he encontrado gente franca, gente directa. Los bilbaínos tienen fama de ‘handis’, de grandes. Yo no he percibido eso, pero sí una especie de nobleza aliada a un orgullo de su localidad, de su villa, Bilbao. Junto a esa nobleza y orgullo también he observado y he vivido y sentido la acogida; la idea de que si tú juegas limpio, la gente de Bilbao te acoge con cariño y con atención. Por eso, y antes de que sea demasiado tarde, me he decidido a escribir estas líneas.
En Bilbao he hablado en la Sociedad Bilbaína al menos en dos ocasiones y almorzado con frecuencia. Es un espacio de recuerdo muy grato. También he hablado en el Colegio de Médicos, en la Biblioteca de Bidebarrieta, en más de una parroquia y algún sitio más que no me viene a la cabeza. Además de en Deusto, por supuesto, he hablado en centros de enseñanza en Bilbao y en varias localidades de Bizkaia.
He dado conferencias en toda España, excepto en Lugo y Almería. Siempre he sido bien acogido como conferenciante. Mucho mejor que como escritor, pues mis libros, sobre todo los ensayos que he escrito después de la jubilación, han tenido poca acogida. En el primero, de 2014, ajusté mis cuentas con ETA y luego he escrito otros cinco ensayos sobre el tema religioso básicamente que han tenido casi nula acogida. Por lo visto, se me da mejor hablar más de una y dos horas que escribir libros.
Un día Emilio Alfaro, entonces jefe de Opinión de EL CORREO, me invitó a escribir en este periódico. Acepté con gusto. Siempre han respetado mis opiniones y no me han exigido exclusividad. Así hasta el día de hoy. Encuentro en mi archivo una entrevista que me realizó en noviembre de 2000 César Coca y un artículo mío en abril de 1998.
Pero ya conocí Bilbao años antes como estudiante en la Escuela de Ingenieros, aunque no acabé la carrera. Me fui al seminario, pero tampoco me hice cura. Me hice sociólogo en Lovaina, universidad a la que guardo agradecimiento eterno. Allí hice amigos, de los que destaco a Juan Mari Uriarte, con el que conviví en un colegio mayor; él en la habitación 401 y yo en la 404, o viceversa.
De aquellos años guardo dos grandes experiencias. En Uretamendi y sus chabolas, cuando estaba construyéndose, trabajé con otros en lo que buenamente podíamos. Recuerdo al jesuita David Armentia. Le conocí en La Peña, donde acudí a menudo, para acompañar la misa. También conocí al padre Arri, con residencia en la comunidad jesuita de la Universidad de Deusto.
Quiero recordar algunos restaurantes que frecuenté en Bilbao. El Ikusgarri, que ya no existe; La Gabarra, junto a la ría (¡qué txuletas!); La Casa Vasca, que creo que tampoco existe; el hotel Deusto y el Ercilla, donde me alojé con más frecuencia y recibí un trato exquisito. Pero generalmente me alojaba en el colegio mayor de Deusto. Teresa Laespada me llevó a comer el mejor bacalao a la vizcaína, no recuerdo el sitio.
En Bilbao viví mis peores años por el acoso de ETA. Hubo un momento en el que en la puerta del aula donde impartía mis clases había tres escoltas. Uno para un alumno del PP, cuyo nombre siento no recordar, otro para Santiago Abascal y el tercero para mí. Y un cuarto alumno estaba detenido. Yo no podía no tener en cuenta esta situación y alguna vez lo comenté en clase. Fueron años duros, duros.
Cuando salió en la prensa el acoso al que estaba siendo sometido, guardo en la memoria dos reacciones, entre otras: una que etiquetaba mi situación como de «presa menor», que quiero no recordar, y otra firmada por más de 230 alumnos míos de Sociología donde expresaban mi derecho a expresarme libremente. No olvido, con agradecimiento, esa carta.
Guardo un muy grato recuerdo de ABAO. Junto a Jon Paul Laka, Juan Ángel Vela del Campo y Juan Carlos Matellanes, entre otros, ideamos el ‘Tutto Verdi’, que acaba de clausurarse en Deusto tras una serie de conferencias. Vino Riccardo Muti, bajo cuya dirección cantamos el ‘Va Pensiero’. Tuve una discusión amable, sobre la resurrección, con Carlos Castilla del Pino.
«Deusto se presenta como un lugar de encuentro y de diálogo entre la fe y el saber, entre la esperanza trascendente y la búsqueda de un futuro más humano para todos. En eso hace consistir principalmente su condición de Universidad de la Iglesia». (De la presentación de su misión y visión). Siempre comulgué con este talante y principio vital. De ahí, también, el profundo agradecimiento a mi Universidad de Deusto. Y, también, a Bilbao. La lista de personas no entraría en estas líneas.
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