Artículo publicado en Deia (13/08/2023)
Las páginas de internacional de los medios nos informan del golpe de estado en Níger, del asesinato del candidato presidencial Villavicencio en Ecuador y de los misiles rusos lanzados día sí día también contra la población civil en Ucrania. Es necesario hablar de todo esto y yo lo hago con regularidad, pero también debemos encontrar tiempo para compartir experiencias de acuerdos, de esfuerzos compartidos y de éxitos comunes, lo cual constituye otra parte igualmente real e importante de la realidad internacional. En caso contrario, dado que lo malo es noticia y lo bueno rara vez consigue serlo, tendríamos una visión del mundo incompleta y sesgada.
Esta semana, por ejemplo, la agencia de noticias de la ONU comparte una información que merece conocerse. El FSO Safer es un superpetrolero que, pasados sus años de servicio en alta mar, se empleaba como contenedor cisterna flotante en los puertos de Yemen. Hace ya unos años que, con motivo del conflicto, sus operaciones se suspendieron y el buque quedó abandonado y sin mantenimiento con los depósitos llenos cerca de la costa. Llevaba más de cinco años deteriorándose, en riesgo de romperse o explotar lo que habría causado un derrame de crudo que dejaría pequeño el desastre del Prestige.
Un accidente habría cerrado unos puertos fundamentales para el suministro de alimentos en un país donde el 80% de la población depende de la ayuda humanitaria. Los impactos medioambientales o sus efectos sobre la pesca, de las que se alimentan millones de personas en la zona, habrían resultado catastróficos. Según la ONU el desastre ecológico habría resultado hasta cuatro veces más grave que el provocado por el vertido del Exxon Valdez.
La ONU asumió la responsabilidad de gestionar la muy delicada tarea de vaciar y limpiar el buque. La operación ha venido precedida de largas negociaciones con las autoridades locales y una campaña de financiación a la que han respondido varios países: algunos estados de la zona (Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Catar, Egipto, Kuwait, Omán), los de la Unión Europea, el Reino Unido, Suiza, Noruega, Estados Unidos, Canadá, Corea del Sur y Japón, además de donantes privados e incluso particulares que respondieron con pequeñas contribuciones a una campaña de crowdfunding. Los trabajos iniciaron en mayo y esta semana se ha terminado de bombear el crudo almacenado.
La ONU ha dicho que “hoy es un día orgullo para las muchas personas del sistema de las Naciones Unidas, así como para sus donantes y socios que trabajaron incansablemente para evitar un desastre en un país vulnerable después de un conflicto prolongado”. Queda trabajo por hacer dado que un 2% de la carga sigue en el barco mezclado con sedimentos y debe limpiarse con más intensivos sistemas, pero el riesgo más grave ha sido evitado. La operación ha costado más de 130 millones de euros, de los cuales todavía quedan por financiar unos 20 millones. “Hoy marcamos un gran hito” ha dicho el Secretario General de la ONU, António Guterres: “una coalición mundial se unió bajo la batuta de la ONU para evitar en el Mar Rojo la peor de las catástrofes por un derrame petrolero. Ahora precisamos terminar el trabajo”.
La cooperación internacional es posible y en la práctica se da, aunque muchos insistan en lo contrario. A diario encontramos ejemplos de esta gobernanza global de los riesgos compartidos.
Hay quienes ven el mundo como una gran mentira, gobernada exclusivamente por intereses materiales espurios, por la avaricia, el egoísmo, el robo y la violencia, de la misma forma que hay quienes creen que al interior de cada estado todo lo referido a la cosa pública y a quienes a ella se dedican es mentira y corrupción. Pero esas opiniones destructivas y desinformadas describen a veces más la psicología del que describe la realidad que la naturaleza de la realidad descrita. Lo que miramos, contamos o difundimos a menudo revela tanto sobre quién mira, cuenta o difunde como sobre lo que es mirado, contado o difundido.
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