Entrevista publicada en La Vanguardia (11/09/2023) | Mayte Rius.
María Silvestre Cabrera (Barcelona, 1967) está convencida de que no se pueden analizar las necesidades de las personas mayores de forma homogénea ni uniforme porque la clase social, el nivel educativo, el lugar de residencia, el tamaño de la familia y otros muchos factores inciden en cómo vive cada uno la vejez. No obstante, asegura que si uno se focaliza en las diferencias entre hombres y mujeres al afrontar esa etapa vital, hay una variable que resulta determinante: haber cuidado o haber sido cuidado.
“La experiencia de vida de muchas mujeres es haber cuidado a otras personas además de trabajar fuera de casa, y han tenido una vida social más rica al margen del ámbito laboral; todo eso las capacita cuando se hacen mayores porque tienen una vida emocional mayor y más herramientas contra la soledad”, afirma la socióloga e investigadora de la universidad de Deusto.
¿En qué las ve más capacitadas?
Al enviudar o al jubilarse, la mujer tiene la capacidad de reinventarse porque además de ser esposa o camarera es hermana, amiga, madre…; tiene una identidad más compleja que le permite afrontar la nueva vida con otras herramientas y habilidades. A los hombres les cuesta más reconstruirse.
¿Por qué?
Cuando el hombre pierde a su pareja, pierde a su compañera de vida, pero a menudo también a la persona que le estaba cuidando. Y quizá tiene menos vínculos con sus hijos e hijas porque estuvo menos presente en la crianza. Y tiene menos vínculos emocionales con sus amistades porque sus relaciones suelen ser más superficiales y menos liberadoras debido a que no suelen hablar de emociones. Por eso le cuesta más recomponerse, porque le falta la persona que le atendía, y también por un sesgo de masculinidad.
¿A qué se refiere?
A los hombres se les ha socializado creyendo que tienen que ser ejemplares, responsables, saberlo todo… Y siendo mayores les cuesta ir a unas clases para aprender algo o vincularse a actividades o hobbies que no dominen porque supone reconocer que no saben o que tienen margen de mejora. Eso está muy relacionado con cómo se construye la masculinidad, que es mucho más pétrea y está menos sujeta al reconocimiento de la fragilidad, de la vulnerabilidad y del desconocimiento. eso les perjudica.
¿Eso quiere decir que las mujeres afrontan mejor el envejecimiento?
Las mujeres mayores sostienen la cultura: van al teatro, se apuntan a cursos de formación, viajan… A los hombres les cuesta más reconocer que puedan aprender algo o contar sus necesidades a otros. En general, ellas están más protegidas emocionalmente. Sobre todo aquellas que tienen familia o amistades, porque si la mujer tiene más vínculos sociales, tiene más herramientas para protegerse de la soledad en la vejez porque tiene más oportunidades de desahogarse con las amigas. La variable ruralidad también es importante. Se ha demostrado que las mujeres mayores que viven en entornos rurales o en barrios pequeños con mucha vida comunitaria tienen vidas más satisfactorias porque la relación social y el cuidado de unas a otras también está más presente.
No obstante, algunos estudios atribuyen tasas más altas de soledad no deseada a las mujeres…
El 40% de los mayores de 65 años suele sentir soledad, y eso no está relacionado con vivir solos, sino que tiene más que ver con el sentimiento de pertenencia a un grupo social, con sentir que no tienes a alguien con quien hablar y desahogarte. Es posible que las mujeres notemos más esas carencias porque hemos disfrutado más de esos vínculos a lo largo de nuestra vida. Quizá un hombre viva solo y esté socialmente solo, pero no lo perciba como carencia porque es algo que ha normalizado, que nunca ha valorado. Pero eso les penaliza emocionalmente. También es posible que algunas mujeres se sientan solas porque ya no cuidan a sus hijos o a sus padres, o porque han acompañado y cuidado a la pareja hasta la muerte y luego ellas no se sienten cuidadas…
Pilar Rodríguez says
Muy de acuerdo con las respuestas a esta buenísima entrevista.