El getxotarra de 25 años ha superado en dos años y medio una oposición a la que se suelen dedicar entre cinco y diez años de estudio, y ya busca destino para ejercer
Noticia publicada en el Diario.es | Rubén Pereda
Encargarse de los registros de la propiedad, bienes inmuebles y mercantiles esparcidos por toda España requiere de una oposición para la que el propio Colegio de Registradores estima que se han de dedicar entre cinco y diez años de estudio. Gonzalo Olmos, de 25 años y de la localidad vizcaína de Getxo, ha conseguido plaza, sin embargo, al cabo de ‘apenas’ dos años y medio. Unos treinta meses en los que ha tenido que encadenar jornada tras jornada, sin fallo posible, jornadas en las que las horas de dedicación a dar vuelta tras vuelta al temario han oscilado entre las doce y las quince, con breves pausas para comer, descansar y hacer algo de deporte para oxigenar el cuerpo. Ahora que tiene septiembre en el horizonte porque para entonces habrá tenido que elegir ya su destino, baraja posibilidades y descarta opciones, pero lo hace sabiendo que es el registrador más joven de toda España.
Todo comenzó con la preparación para el primer examen, el de Notarías, que fue “muy intensa desde el primer día” y se prolongó durante unos diez u once meses. “He tenido dos preparadores, Mikel y Olga, que me han encauzado. Di una primera vuelta intensa al temario, una segunda, una tercera, una cuarta y vieron que podía presentarme al examen. Fueron diez u once meses de preparación, con entre doce y quince horas diarias, y descansos únicamente para desayunar, comer, cenar y dormir”, explica Olmos. Pero suspendió. “Estaba contento porque pensaba que sí, pero sabía que no”, sintetiza.
Olmos, que en el instituto acarició la idea de dedicarse a la medicina, acabó decantándose por el derecho. “Quizá no iba a ejercer de abogado, pero sí vi otras opciones”, recuerda, y se sintió atraído por el derecho privado. Notarías, registros… “Era un tema que me gustaba y creía que así podía ayudar de alguna manera a la sociedad”, apunta. Los registradores, que son funcionarios públicos del Estado, se encargan de que el mercado inmobiliario se mueva en unos parámetros de “certeza, seguridad y agilidad”, según ellos mismos explican, pues velan por la legalidad de la documentación referida a los bienes inmuebles. En prácticamente todas las operaciones relacionadas con los bienes inmuebles interviene de una forma u otra un registrador.
Los meses que siguieron al suspenso de Notarías fueron algo diferentes. “El suspenso duele, así que me tomé los siguientes meses un poco más tranquilo”, comenta, y recuerda que fue su momento de flaqueza, porque le faltaban tanto motivación como presión. Pero, aunque le costaba estudiar, no falló ni un día. “Tuve ataques de angustia en esa época, porque se me juntó todo y también porque al estar solo, encerrado en una habitación y estudiando, no hacía más que darle vueltas a la cabeza”, explica, y no desdeña en ningún momento la relevancia del apoyo familiar que ha recibido de forma continuada a lo largo del tiempo. Aunque con la mira puesta en el examen de Registros de septiembre, para el que ya tenía asignado el número 36, se dio también la oportunidad de refrescar la cabeza, de “oxigenarla” con algo de tiempo libre que dedicaba al deporte. El último mes, eso sí, quince horas al día como mínimo. Primer examen, 19,20, “bastante buena nota”, se enorgullece.
A continuación le esperaba la prueba de Hipotecario, para la que había de estudiar un temario que aún no había visto. Tenía desde septiembre hasta febrero, unos seis meses, y se granjeó la ayuda de Laura, que ya lo había aprobado. “Era un temario nuevo, pero fue intenso. Cerca de seis meses con catorce horas diarias. Despertarme, desayunar y en veinte minutos a estudiar. Desde las 5:30 de la mañana hasta las nueve de la noche”, rememora. Confiesa que se encontraba ya algo cansado por la “tralla” de tanto estudio, pero no dio la espalda a sus métodos. “La última vuelta es la más tranquila. Las dos últimas vueltas han de ser iguales, para saber que llegas a hacer la última”, explica.
Ahora quedaba el examen práctico. “Estuve un mes leyendo resoluciones sin saber qué era un caso práctico hasta que llegué a Madrid, donde en la academia general sí empecé a prepararlos”, narra. En esa academia en la que comentaba casos con los compañeros, trabajaba por su cuenta, ponía cosas en común, corregía y fijaban criterios, tuvo tiempo también de percatarse de que había mucho en juego para muchas personas. “Nos jugábamos lo mismo, pero no lo mismo”, apostilla. Y es que en ellos, asegura, entraban ya en juego otros factores y planteamientos, como si seguir adelante o no. “Yo llevaba poco estudiando, porque se hace muy rápido habiendo aprobado el primer examen y el segundo. Los días pasan rapidísimo, aunque cada día, al mismo tiempo, se hace eterno”, dice. A pesar de que estuvo meses preparando el examen en Madrid, decidió que la semana antes era mejor pasarla en casa, y por eso regresó a Getxo, “para comer y dormir” bien. Llegó el momento de leer el examen delante del tribunal y luego, en sus propias palabras, “la peor semana de toda la oposición”. “Te entran dudas sobre el caso práctico. Haces de todo para no pensar en ello, pero te despiertas y piensas, y te acuestas y piensas”, relata.
Desde finales de mayo sabe que aprobó. Se presentaron a la oposición alrededor de ochocientas personas, pero solo 46 aspirantes tomarán posesión. “Salió la nota y fue un éxtasis. Sigo aterrizando”, cuenta, mientras, una vez hecha la jura y rellenada la documentación, se mueve entre los registros que le generan interés, viendo personal y lugares, con septiembre en el horizonte, pues será entonces cuando haya de elegir destino. Aunque la media de la nueva promoción es bastante joven, de 29 años, es él el más joven entre los jóvenes. “Lo mío ha sido trabajo duro y no fallar ningún día, las ganas y la fuerza de voluntad”, remacha.
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