Artículo publicado en El Correo – edición impresa de Álava (28/12/2023)
Ya tenemos otra polémica en la ciudad. Que si el Olentzero se ha seculari zado, que si se ha hecho ateo, que si es más progresista, que si es un iconoclasta, que si es un valiente¿ Mari Domingi (tan bien representada por mi querida Ane) no gana para disgustos en este ‘pueblico’. Y es que al parecer su compañero de fatigas navideñas cambió la estrofa del tradicional ‘Aditu duenean, Jesus jaio dela, lasterka etorri da, berri ematera’ por ‘Aditu duenean, negua heldu dela, lasterka etorri da, berri ematera’. Se trata de la sustitución del anuncio del nacimiento de Jesus de Nazarethpor el anuncio de la llegada del invierno.
Pues bien, tan sólo diré dos cosas al respecto. La primera, que el incidente no merece rasgarse las vestiduras ni desenterrar los tambores de guerra, una vez más por cuestiones secundarias. Se trata de una estrofa de una canción, no de la subida de un 50% del IBI municipal. Por tanto, mesura en los debates y templanza con las argumentaciones; que en una tasca con el tercer ‘txikito’ muchos se sienten más influidos por las formas actuales de algunos de representantes políticos que por el espíritu pacífico de la Navidad.
La segunda. Que este cambio me resulta un indicador más de cómo en esta ‘posmodernidad líquida’ confundimos los términos, evitamos la reflexión, la documentación y el análisis (que nos exigen trabajo y, además, puede generarnos rechazo) y optamos por la vía más cómoda, esa que está de moda, esa que se lleva, esa que se manifiesta ‘supermegaprogrechachiguay’ en las redes sociales (que es muy cómoda y reporta rápida significación social). Nuestra sociedad, y he dicho mil veces que lo celebro, es una sociedad crecientemente secularizada. No obstante, este hecho no puede, no debe, generar una tendencia homogeneizadora sobre todas las actividades de esta. La no confesionalidad de nuestra comunidad no nos exime de considerar la religión como un hecho que marcó, de forma radical, nuestra colectividad durante siglos y que, fruto de ello, mantenemos un patrimonio arquitectónico, pictórico, musical, folclórico, festivo e inmaterial de innegable valor. Mis alumnos pueden ser creyentes o no, pero todos deben estudiar con empeño la expresión religiosa budista, los cinco preceptos del Islam o los Vedas si es que pretenden comprender la cosmovisión y las estructuras sociales de China, Senegal o India. Admirar la belleza románica de San Martín de Fromista o deleitarse con la ‘Adoración de los pastores’ de José de Ribera no significa profesar la fe católica, sino entender desde la asunción de esa significación cultural, tanto el aspecto artístico de una obra como el desarrollo de la vida social en la Castilla del siglo XI o de la España del XVI. Si optamos por sustituir todos elementos originariamente católicos de nuestras tradiciones, en vez de observarlos como riqueza cultural, por otros profanos no seremos una sociedad tan distinta de la de los talibanes afganos que eliminaron 1.500 años de historia plural de aquellas tierras, marcada por el intercambio de la Ruta de la Seda, volando los Budas de Bamiyán.
Recuerdo una conversación, acompañando al ya fallecido Henrike Knörr, con aita Barandiaran en su caserío de Ataun, en la que defendía la ‘Jaiotza’ (nacimiento que se portaba en andas de caserío en caserío) frente al cuento de Olentzero, por él recuperado del norte de Navarra, como elemento definitorio de la Navidad vasca, aunque finalmente aceptaba que si se había generalizado por toda Vasconia, eso era irrefrenable. Tan sólo apuntaba una cosa: «Eginez gero, ondo egin». Pues eso. Si hay que introducir cambios, que se haga bien. Que no sean las ocurrencias los que marquen nuestro camino. Mucho menos cuando jugamos con la magia de la fiesta. La magia de la Navidad.
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