Artículo publicado en Empresa XXI (15/03/2024)
Intervengo cada dos semanas en la radio para hablar de temas de actualidad en la economía, de advertir que no hay nada parecido a una «res- puesta correcta» para las preguntas que me formulan.
En lo que llamamos «economía positiva» sí po- dría haberlas, porque simplemente trata de medir de forma objetiva lo que ocurre. Aunque al elegir un indicador u otro, también corremos el peligro de introducir sesgos en nuestros análisis (un ejem- plo típico es el PIB, que puede medirse de manera objetiva, pero no existe consenso en que sea el in- dicador que mejor describa el comportamiento del conjunto de la economía).
Sin embargo, en la «economía normativa» y en particular en la «economía política», las respuestas dependen totalmente del posicio- namiento ideológico. Para algunas personas, las recetas correctas pa- san por dejar más libertad a los mercados, mientras que para otras pasan por incrementar la interven- ción pública. Es absolutamente opi- nable.
Desde mi perspectiva (aquí ya hay ideología) hay suficientes evi- dencias históricas de que los extre- mos de ambas opciones no han ob- tenido resultados positivos (aunque siga habiendo expertos que los de- fiendan). En general, un cierto equilibrio entre lo público y lo pri- vado parece funcionar mejor, me parece. Aunque sobre las dosis exactas de la mezcla me parece que es mucho más difícil estar seguro en acertar.
En este debate secular, mi economista y Nobel favorito, Michael Spence, acaba de escribir un pre- cioso artículo «Darle sentido a la sociedad» que me ha parecido muy acertado (se apoya, a su vez, en el último libro de la escritora y filantropa india Rohini Nilekani). En esencia, viene a decir que existe un ingrediente en la receta más importante, y que no depende de ideologías: la existencia de una sociedad civil fuerte, activa y vertebrada, que sirva como mecanismo de control de los excesos que pueden producirse tanto en la iniciativa priva- da como en la pública.
Llevo años preocupado por el declive de las ins- tituciones de nuestra sociedad civil, sobre la forma
en la que muchas personas han abandonado ese espacio que no pertenece ni a las administraciones públicas ni a las empresas.
Si te pido que me nombres cinco personas des- tacadas en la política de nuestro país, probable- mente no tardes en responder. Lo mismo si te pido cinco personas destacadas del panorama empresa- rial o financiero. Pero si te preguntase por cinco re- presentantes destacados de la Sociedad Civil de nuestro país, cinco personas de criterio indepen- diente que aporten opinión y compromiso en las cuestiones fundamentales de la actualidad ¿serías capaz de citarme al menos tres?
El debate inagotable de los partidos políticos, alimentado de forma también incansable por los medios de comunicación, es una trituradora impla- cable. Cualquier pensamiento independiente que brote es utilizado inmediatamente como arma arro- jadiza por quien está en el poder o quien está en la oposición (o por ambos), para alimentar su ené- simo debate electoral. Se elige un titular que pue- da hacer ruido, se descontextualiza, y se arroja al barro de la bronca permanente. Rápidamente se buscan etiquetas para desacreditar la fuente, da igual ultraliberal que bolivariano, que decir que es- cribes «de parte». Necesitas elegir bando, porque si no serás un traidor para todos ellos…
Temas absolutamente fundamentales para nues- tro futuro como una reforma en profundidad del entramado público, un debate sereno sobre las ra- zones del estancamiento de nuestra productividad, cómo construir una nueva cultura empresarial comprometida de verdad con las personas y con la sociedad, o cómo alcanzar un pacto intergenera- cional que aborde una reforma en profundidad del
sistema de pensiones no están en ninguna agenda, en ninguna conversación…
En fin, hace ya tiempo que me hice la promesa de escribir siempre en positivo, de nunca ceder a la fácil tentación del desánimo, de tratar de apor- tar luz y no sombras. Os dejo con el último párrafo del artículo de Michael Spence, que me ha pa- recido inspiradora:
«En un mundo cada vez más fragmentando entre los países y al interior de ellos, es fácil perder las esperanzas de un progreso social y económico. No es el caso de Nilekani, y su planteamiento reflexivo, realista y cautelosamente optimista sobre una sociedad civil sana. Merece atención, reflexión y debate.»
Coincido. Ojalá sepamos construirla.
gdorronsoro@zabala.es
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