Los autores instan a la administración a buscar soluciones que pongan freno a la dificultad de transmitir pequeños negocios, «un fallo de mercado que puede abocar al cierre de unidades económicas rentables y vitales para el tejido productivo»
Artículo publicado en ABC Economía (09/09/2024)
El profundo cambio demográfico en marcha no solo provoca envejecimiento poblacional, sino también una profunda transformación en la demografía laboral y empresarial. En esta línea, una idea que no suele aparecer en la conversación pública es que las empresas también envejecen. Sobre todo, la micro- y pequeña empresa, dado que su nacimiento, desarrollo y destino suele estar íntimamente ligado a la edad de la persona fundadora y gestora.
La Gran Jubilación que ya se atisba durante la próxima década en el horizonte laboral español, con una significativa salida de personas del mercado de trabajo, debe hacernos reflexionar sobre el futuro de los pequeños negocios —viables y rentables— que pueden echar la persiana en cuanto la persona propietaria se acoja a una merecida jubilación.Noticia Relacionada
Según el Ministerio de Trabajo y Economía Social, en 2023 había algo más de dos millones de autónomos, de los cuales alrededor del 30% eran mayores de 55 años. Estas cifras parecen indicar que durante la próxima década saldrán del mercado laboral cientos de miles de personas que son propietarias de un pequeño negocio.
Tal vez estas personas estarían dispuestas a ceder el mando de su negocio una vez que se retiren, dado que nada les puede producir mayor satisfacción que ver que su esfuerzo de décadas sigue con la persiana abierta, atendiendo a sus clientes y aportando vitalidad y cohesión social en las geografías donde opera. Todos tenemos en la cabeza que, por ejemplo, el comercio de proximidad —panadería, frutería o tienda de arreglos— da un servicio comunitario que va mucho más allá de satisfacer necesidades a través de la provisión de bienes y servicios.
La paradoja es que, en muchos casos, estos micro- y pequeños empresarios no tienen a quién dejar el testigo. Si les han ido bien las cosas, sus descendientes contarán con educación superior e idiomas, y otearán horizontes más allá de la gestión del querido y pequeño negocio familiar. En otras palabras, los pequeños empresarios se asemejan a capitanes de barcos que, aunque de reducido tamaño, flotan y navegan de forma rentable por las aguas económicas. El reto es que a todo capitán le llega el momento de jubilarse y, a la hora de atracar por última vez, no tiene a quién dejar el barco. A pesar de que la embarcación reúne todos los requisitos para seguir surcando las aguas, y continuar generando riqueza y empleo.
La dificultad de transmitir pequeños negocios es un fallo de mercado que puede abocar al cierre de unidades económicas rentables y vitales para el tejido productivo. Por ello, las administraciones públicas deben desplegar una decidida política de Transmisión Empresarial, con el objetivo de que la persona transmisora (propietaria que quiere dejar el negocio) y la persona re-emprendedora (que quiere asumir la nueva dirección del mismo) puedan encontrarse y, después de conocerse y negociar los términos, conseguir que el barco siga navegando bajo una nueva dirección.
En otras palabras, los programas de Transmisión Empresarial son una especie de Tinder empresarial —o Celestina, para los más talluditos— entre la persona que se retira de un negocio viable y aquella que se anima a coger las riendas del mismo. Un solo dato puede aportar luz a la coherencia de abordar este planteamiento: según diversas investigaciones, la tasa de supervivencia a los tres años de un nuevo negocio oscila entre el 20% y el 25%, mientras que la misma tasa para un negocio re-emprendido se dispara hasta cotas del 75% u 80%. Algo lógico, dado que los barcos recién botados nunca sabemos cómo van a navegar, mientras que aquellos que llevan décadas haciéndolo aportan una mayor seguridad respecto a su flotabilidad.
Esta propuesta no es un castillo en el aire. En España existen dos casos de referencia, innovadores y exitosos de Transmisión Empresarial impulsados de forma eficiente por diversas organizaciones. El primero es Re-Empresa, gestionado desde hace años por Cecot, Autoocupació y la Generalitat de Catalunya, el segundo es NegoziOn, impulsado en 2022 por la Diputación Foral de Bizkaia. Ambos despliegan de forma pública y sin coste un marketplace digital donde las personas transmisoras y re-emprendedoras se pueden encontrar (el Tinder antes comentado). Además, ofrecen servicios de intermediación, vital para generar la suficiente confianza entre las partes, y de acompañamiento posterior durante los primeros meses del negocio re-emprendido.
Los arriba firmantes, a través de un proyecto de investigación, hemos podido analizar los datos del primer año de operaciones del programa NegoziOn. Y los resultados son muy positivos. Especialmente interesante es el hecho de que aproximadamente el 60% de las transmisiones se producen por jubilación de la persona propietaria, lo que refuerza la hipótesis de partida de este artículo: hay que gestionar la Gran Jubilación que se va a ir dando para conservar abierta y operativa la micro- y pequeña empresa.
Volvamos al principio. El envejecimiento poblacional también conlleva implícitamente un envejecimiento de los pequeños negocios. Tal vez sea hora no solo de dar importancia al emprendimiento (nuevos barcos), sino también al re-emprendimiento (que los barcos rentables sigan navegando). Esto es importante dado que la pequeña empresa es el humus básico del tejido económico, pero también porque aporta cohesión social, sentimiento de comunidad y un urbanismo seguro y amable. La frutería del barrio, nuestra tienda favorita de fotocopias o la pescadería que solemos frecuentar son prueba diaria de ello.
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