La directora gerente del organismo subraya que un mundo con bajo crecimiento no solo es más desigual, sino también más inestable.
Artículo publicado en El Correo (09/09/2024)
El decrecimiento (‘de-growth’) es una teoría que aboga por abandonar los sistemas económicos basados en el crecimiento. Sus defensores argumentan que el capitalismo actual es insostenible ambiental y socialmente, proponiendo en su lugar un modelo que reduzca el consumo, redistribuya la riqueza y potencie la inversión en servicios públicos. Surgido en los años 70 del pasado siglo y popularizado ya en los primeros del presente, el movimiento se asocia estrechamente con el economista francés Serge Latouche, autor de ‘Adiós al crecimiento’ (2009), un texto clave en esta corriente de pensamiento.
Para quienes no secundamos esta teoría, el recurso al argumento autoridad, esto es, el prestigio acumulado por quien algo afirma es muy relevante. Y en esta ocasión apelamos a la cabeza de uno de los institutos multilaterales de mayor relevancia del planeta. Veamos.
Un reciente artículo de Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), titulado ‘Un mundo de crecimiento bajo es un mundo desigual e inestable’ (‘A Low-Growth World Is an Unequal, Unstable World’) razona en contra de la teoría del decrecimiento, destacando los riesgos significativosque la ralentización económica prolongada puede tener sobre la pobreza y la desigualdad globales. Georgieva subraya que un mundo con bajo crecimiento no solo es más desigual, sino también más inestable.
El artículo comienza con una evaluación del panorama económico mundial, que se encuentra en una ‘marcha lenta’. Según las proyecciones del FMI, el crecimiento global alcanzará un 3,2% este año y un 3,3% en 2025, cifras que están por debajo del promedio del 3,8% registrado desde el inicio del milenio hasta la pandemia. Este estancamiento, advierte Georgieva, amenaza con revertir décadas de progreso en la reducción de la pobreza y la desigualdad. La pandemia ya ha incrementado la pobreza extrema, la inseguridad alimentaria y ha detenido la tendencia de disminución de la desigualdad entre países.
El pasaje más contundente del análisis de la directora gerente del FMI es aquel en el que declara que períodos de estancamiento económico prolongado, definidos como de cuatro años o más, incrementa la desigualdad de ingresos dentro de los países en casi un 20%, mucho más que las recesiones agudas. Durante estos períodos, la creación de empleo y el aumento salarial se ralentizan, agrandándose el desempleo estructural y reduciendo la proporción de ingresos que reciben los trabajadores en la renta nacional. Esto, junto con el espacio fiscal limitado del que gozan los países pobres, amplía la brecha entre ricos y pobres.
La economista búlgara no solo diagnostica el problema, sino que también ofrece soluciones. En primer lugar, destaca la importancia de abordar las causas subyacentes del crecimiento anémico. La caída en la productividad es el factor clave, y para contrarrestarlo propone una combinación de reformas inteligentes que incluyan la promoción de la competencia y la mejora del acceso a las fuentes de financiación. Sugiere igualmente aumentar la participación laboral, especialmente la de las mujeres, para contrarrestar el impacto del envejecimiento poblacional en el crecimiento económico. Georgieva también defiende el libre comercio, señalando que ha sido un motor de crecimiento y empleo en las últimas décadas.
En segundo lugar, subraya la necesidad de que las políticas fiscales sirvan a los más vulnerables. En la medida en que ello sea posible es esencial aumentar la recaudación fiscal a través de reformas tributarias progresivas.
La sucesora de Lagarde al frente del FMI sugiere gravar las rentas de capital y las de los bienes inmuebles y financieros asegurando al mismo tiempo que los impuestos recaudados se utilicen de manera diáfana para ofrecer servicios públicos eficientes y reducir la corrupción.
Finalmente, la también exdirectora del Banco Mundial resalta la importancia de fortalecer los programas de gasto social. Programas bien diseñados, como las transferencias y subsidios dinerarios focalizados selectivamente o las inversiones públicas en educación, palancas que pueden activar significativamente la reducción de la desigualdad. Ejemplos como el programa ‘Bolsa Familia’ en Brasil demuestran cómo políticas sociales bien ejecutadas pueden apoyar a los más vulnerables y tener un impacto positivo en la distribución de la renta.
En resumen, el artículo de Georgieva brinda una crítica contundente a la teoría del decrecimiento, destacando que un crecimiento económico lento exacerba la desigualdad y la inestabilidad. Por el contrario, refuerza la idea de que el crecimiento económico es esencial para un desarrollo equitativo y sostenible.
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