Artículo publicado en Noticias de Gipuzkoa (13/10/2024)
El pasado sábado día 28 de septiembre el Papa Francisco visitó Bélgica y en concreto, también, la Universidad de Lovaina UCL. Es la universidad en la que me formé y de la que guardo un excelente y agradecido recuerdo. En el acto un grupo de profesores y alumnos, que estuvieron trabajando la encíclica
“Laudato si”, redactaron una carta que leyó una mujer. El Papa les contestó, con un texto largo del que retendré el aspecto referido a la mujer, dado el título de este artículo. Dos días después, la rectora de Lovaina emitió un texto crítico a las palabras del Papa. Luego habrá tres partes en este artículo: la carta de alumnos y profesores, la respuesta del Papa y el posterior comentario de la rectora de Lovaina. Y, unas brevísimas reflexiones mías.
1.- CARTA COMPARTIDA CON EL PAPA FRANCISCO DURANTE SU ENCUENTRO CON LA COMUNIDAD UNIVERSITARIA DE UCLOUVAIN
Es el resultado de un trabajo que reunió a profesores (unos 50), jóvenes investigadores y estudiantes que se reunieron en torno a la encíclica ‘Laudato si’ y trabajaron en torno a cinco temas: la crisis climática; las emociones y el compromiso; la desigualdad; el lugar de la mujer y las actitudes de sobriedad y solidaridad ante la emergencia climática.
Retengo aquí, en consonancia con el título de este artículo, cómo presentaban la cuestión del lugar de la mujer en la Iglesia. La carta de los universitarios lovanienses se expresaba así: “Las mujeres son las grandes ausentes de ‘Laudato si’. Usted nos dirá que la cuestión del “cuidado” de la “casa común” que es nuestra Madre Tierra es un desafío directo a la vocación femenina. Pero, ¿no es este también el caso de los hombres? Al hacerlo, ¿no estamos permaneciendo en una injusta división de tareas en nombre de una propensión llamada “natural” que conduce a una división sexual del trabajo? La teología católica ha tendido a reforzar esta división a través de su “teología de la mujer”, que exalta su papel maternal al tiempo que prohíbe su acceso a los ministerios ordenados. ¿Qué lugar, entonces, tienen las mujeres en la Iglesia?”
Como ven, los universitarios fueron directamente al grano.
2. LA RESPUESTA DEL PAPA. El Papa Francisco, me duele decirlo, salió por la tangente. He aquí algunas de sus frases.
“La reflexión sobre la ecología humana nos lleva a una cuestión que os preocupa a vosotros y, antes, a mí y a mis predecesores: el papel de las mujeres en la Iglesia.
Aprecio lo que ha dicho”, dijo el Papa, fuera de su discurso oficial, dirigiéndose a la lectora del texto atrayendo las simpatías de la asamblea. Aquí pesan mucho la violencia y la injusticia.
Por eso debemos redescubrir el punto de partida: quién es la mujer y quién es la Iglesia. La Iglesia es la mujer, es “la Iglesia”, es la esposa. La Iglesia es el pueblo de Dios, no una multinacional. La mujer, en el pueblo de Dios, es hija, hermana, madre. Como soy hijo, hermano, padre”. ¡Estas son las relaciones que expresan nuestro ser a imagen de Dios, hombre y mujer, juntos y no por separado! En efecto, las mujeres y los hombres son personas y no individuos; desde el «principio» están llamados a amar y a ser amados.
Una vocación que es una misión.
“Lo que caracteriza a la mujer, lo que es femenino, no está determinado por consensos o ideologías. Y la dignidad está garantizada por una ley original, no escrita en el papel, sino en la carne”. El Papa insistió en la complementariedad entre el hombre y la mujer. Dos seres llamados a vivir en relación, en comunión. “No unos contra otros, sería feminismo o machismo, sino entre nosotros”. Y, también: “la mujer está en el centro del acontecimiento salvífico. Es a través del ‘sí’ de María que Dios en persona viene al mundo”. Y, aparte de la retórica: “la mujer es más importante que el hombre, pero es feo cuando la mujer quiere ser el hombre”. Y continuó: “La Iglesia es una mujer”.
3. COMUNICADO DE LA RECTORA Y DE UNA ESTUDIANTE. El comunicado de la Rectora de la UCLovaina me recuerda mis tiempos en Lovaina, con posicionamientos de las autoridades lovanienses ante otras cuestiones.
La rectora de la UCLouvain, (UCL) en un comunicado publicado dos días después señaló que, respecto al discurso del Papa “constatamos convergencias en relación a las desigualdades ambientales y sociales que la UCL denuncia. Pero también notamos una gran divergencia, en lo que respecta al lugar de las mujeres en la sociedad. UCL expresa su incomprensión y desaprobación de la posición expresada por el Papa Francisco sobre el lugar de la mujer en la Iglesia y en la sociedad. “Las mujeres son una acogida fértil, un cuidado, una dedicación vital”, dijo el Papa. Una posición determinista y reduccionista a la que UCL no puede sino expresar su desacuerdo”. UCL se cuida de reafirmar su deseo de que todos florezcan dentro de sí mismos y en la sociedad, independientemente de su origen, género u orientación sexual. Llama a la Iglesia a recorrer el mismo camino, sin ningún tipo de discriminación”.
“Desgraciadamente, el Papa, no ha estado a la altura de nuestras expectativas”, lamentó en declaraciones a los medios Valentine Hendrix, estudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad de Lovaina, quien deploró también las manifestaciones sobre el aborto “extremadamente chocantes” que hizo esta mañana el Papa.
Este episodio me lleva a las siguientes consideraciones.
1-Me temo que, al menos con este Papa – al que agradezco mucho por tantas cosas, no se resolverá el lacerante papel que la Iglesia católica mantiene a la mujer, por ser mujer.
2-Pero hay músculo en los católicos, incluso para expresar su opinión al propio Papa. Claro que, en una universidad, el ámbito del saber y del debate, se impone tal postura. No puedo olvidar que profesores de Lovaina redactaron documentos para la encíclica sobre el control de la natalidad, documentos que el Papa Pablo VI no tuvo en cuenta, y publicó la encíclica Humane Vitae, con las calamitosas consecuencias bien conocidas.
3- Me alegra particularmente constatar que en mi universidad de formación mantienen el vigor, altura y músculo para defender su catolicidad al par que la libertad.
Tengo un buen recuerdo de mis universidades: Lovaina, la que me formó y Deusto donde he ejercido durante 30 años como profesor e investigador. Y, ya ochentón, lo vivo con gozo.
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