Artículo publicado en El Español (27/11/2024)
«El éxito no radica en ser el primero, sino en entender mejor que nadie lo que está ocurriendo», reflexiona Seth Godin en un reciente artículo publicado en HBR. Este principio resuena en un momento en el que la inteligencia artificial (IA) no solo redefine industrias, sino que marca una nueva etapa en la evolución de la estrategia empresarial.
La estrategia tiene raíces profundas que se remontan a la antigüedad. Derivada del griego strategos, que significa «general», su aplicación original estaba en el ámbito militar, como el arte de dirigir ejércitos en el campo de batalla. Textos clásicos como ‘El arte de la guerra’ de Sun Tzu o los escritos de Tucídides sobre la guerra del Peloponeso definieron principios que resuenan en la gestión moderna: evaluar el entorno, anticiparse al movimiento del enemigo y gestionar recursos eficientemente. Durante el Imperio Romano, la estrategia evolucionó hacia la consolidación y expansión de territorios, con énfasis en la planificación a largo plazo. Este enfoque fue adaptado por Maquiavelo en el Renacimiento y trasladado al ámbito empresarial en el siglo XX, de la mano de pensadores como Michael Porter.
En las últimas cinco décadas, la estrategia empresarial ha pasado por transformaciones significativas. En los años 70, Michael Porter desarrolló su modelo de las ‘Cinco Fuerzas’, ayudando a empresas como Toyota a destacar mediante la eficiencia y la diferenciación.
Los años 80 vieron cómo Coca-Cola ejemplificaba la capacidad de adaptar su estrategia a mercados internacionales, equilibrando globalidad y localización. En los años 90, Gary Hamel y C.K. Prahalad destacaron la importancia de desarrollar habilidades clave, como hizo Canon al diversificar su oferta tecnológica. Con la llegada del siglo XXI, W. Chan Kim y Renée Mauborgne invitaron a explorar mercados no saturados. Apple lideró con el iPhone, transformando no solo la tecnología, sino el estilo de vida. En la década actual, la IA está redefiniendo el concepto de conocimiento especializado, haciéndolo más accesible y democratizando la innovación. Empresas como Moderna han demostrado cómo la IA puede optimizar procesos y permitir a los empleados enfocarse en actividades estratégicas de mayor valor.
Hoy, la IA no es solo una herramienta, sino un catalizador de nuevas preguntas estratégicas. Según argumentan Bobby Yerramilli-Rao, John Corwin, Yang Li y Karim R. Lakhani en otro reciente artículo publicado en HBR, la clave está en identificar qué capacidades seguirán siendo diferenciadoras en un mundo donde el conocimiento básico está al alcance de todos.
La IA no solo democratiza el acceso al conocimiento, sino que también transforma profundamente los procesos empresariales al introducir lo que los autores llaman el «triple producto»: operaciones más eficientes, plantillas más productivas y un crecimiento con un enfoque más claro.
Herramientas como ChatGPT, GitHub Copilot o Salesforce Einstein ya permiten a los trabajadores delegar tareas repetitivas, complejas o de comunicación en bots y asistentes virtuales que generan contenido, resuelven problemas y ofrecen recomendaciones en tiempo real.
Por ejemplo, los modelos de lenguaje como ChatGPT han comenzado a integrarse en servicios de atención al cliente, gestionando miles de interacciones diarias con una precisión del 90% en las consultas más frecuentes, lo que ahorra hasta un 30% en costes operativos.
Asimismo, tecnologías como Salesforce Agentforce potencian a los empleados al automatizar procesos de ventas y marketing, aumentando hasta en un 25% la eficiencia en las conversiones.
Empresas como Moderna también han demostrado cómo estas tecnologías pueden acelerar procesos complejos, como optimizar dosis en ensayos clínicos o automatizar respuestas regulatorias, logrando en minutos tareas que antes requerían semanas. Según estudios recientes, el uso de IA puede generar incrementos de hasta un 40% en productividad en sectores como la salud, la logística y las finanzas.
En este contexto, la IA no solo incrementa la productividad, sino que redefine las dinámicas laborales y plantea preguntas clave sobre el equilibrio entre la intervención humana y las capacidades de los sistemas automatizados. Esta evolución muestra que los bots y asistentes de IA no son simples herramientas, sino aliados estratégicos en un entorno empresarial hipercompetitivo que exige agilidad e innovación constante.
En un mundo enfrentado a crisis climáticas, desigualdades sociales y retos tecnológicos, las empresas tienen el poder de liderar soluciones innovadoras. La sostenibilidad y la inclusión ya no son objetivos secundarios; son el corazón de una estrategia competitiva y responsable. Ejemplos como el de Unilever, con su modelo de negocios sostenibles, o el de Microsoft, con sus iniciativas en accesibilidad tecnológica, subrayan cómo integrar objetivos sociales y ambientales en la estrategia puede generar valor tanto para la empresa como para la sociedad.
La estrategia empresarial ha evolucionado desde los días de Sun Tzu y Porter hasta un punto donde los valores son tan importantes como las ventajas competitivas. La IA representa la nueva frontera, no solo en términos tecnológicos, sino como una herramienta para responder a los desafíos éticos y sociales de nuestro tiempo.
Como señaló Richard Rumelt en Good Strategy, Bad Strategy, una buena estrategia es un diagnóstico claro de problemas, un enfoque coherente y acciones específicas. Hoy, eso incluye preguntas sobre cómo contribuir al bien común mientras se asegura la competitividad. La inteligencia artificial no sustituye la necesidad de estrategia; la amplifica, recordándonos que las empresas no solo deben sobrevivir en mercados cambiantes, sino liderar hacia un futuro más equitativo, inclusivo y sostenible.
*** Paco Bree es director de programas de innovación de Deusto Business School y director general de Inndux.
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