La economía vasca es un caso único y es la más ‘absorbida’ debido a las décadasde terrorismo. Ahora nos toca trabajar por la vuelta de las empresas perdidas.
Artículo publicado en El Correo (26/12/2024)
A comienzos de este año, en un debate sobre presupuestos en el Senado, el portavoz de Junts per Catalunya denunció que la Comunidad de Madrid siempre había tenido un «efecto aspiradora» de recursos en los Presupuestos Generales del Estado. En los últimos meses, algunos otros dirigentes han señalado también las ventajas del ‘efecto capitalidad’.
A nivel internacional, se trata de una dinámica económica que se está dando alrededor de bastantes grandes urbes. Así, regiones como Île-de-France (París), que concentra cerca del 30% del PIB francés, han incrementado su participación en la riqueza nacional en las últimas décadas, en detrimento de otras regiones. Por el contrario, tenemos otros casos como los de Estados Unidos, Alemania o Italia, donde la situación es diferente. Si analizamos los niveles de renta por habitante de sus capitales, Washington, Berlín o Roma, encontramos que se sitúan por debajo de los de otras ciudades de dichos países como Nueva York o Los Ángeles, en el caso del primero, Colonia o Múnich, en el segundo, o Milán en el caso de Italia.
Volviendo al caso español, en 2021 el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), en un estudio dirigido por Francisco Pérez, señalaba los efectos de aglomeración de la capitalidad de Madrid en el desarrollo económico de esta región, y las consecuencias sobre las otras autonomías. Indicaba en el trabajo que eso podía actuar en detrimento de la igualdad entre regiones. En esa línea, el entonces presidente de la Generalitat de Valencia, Ximo Puig, alertaba de que el ‘efecto aspiradora’ de Madrid alentaba la desigualdad en España.
En otro sentido, ese mismo año, un informe de la Comunidad de Madrid señalaba que, frente a otros países, España era uno de los que su capital presentaba menos ventajas relativas en términos de riqueza y población.
Pero vayamos a los datos. De acuerdo a un informe del Consejo General de Economistas de España publicado en 2020 (‘45 años de evolución económica, social, empresarial e institucional de España, 1975-2019’), y analizando la evolución del peso en el PIB del Estado de las cinco comunidades de más tamaño, vemos que, en ese período, el PIB relativo de Madrid mejoró un 13,8 %; Valencia y Andalucía también lo hicieron, creciendo un 4,6% en ambos casos; Cataluña perdió un 1,6%; pero Euskadi cayó intensamente con una pérdida del 23,5%. Así, en 2019, del total del PIB español, Madrid suponía el 19,44%, Cataluña el 18,99%, Andalucía el 13,32%, Valencia el 9,30% y Euskadi el 5,97%. El resto de comunidades autónomas, en su conjunto, casi mantuvieron su peso, suponiendo ese año el 32,98% del PIB total; si bien su comportamiento fue dispar, con pérdidas en la ‘España vaciada’ y mejoras en las comunidades turísticas. Por lo tanto, y con arreglo a los datos, parece que ese llamado ‘efecto aspiradora’ de la Comunidad de Madrid, hasta ahora, se ha producido sobre todo, con el País Vasco.
Lamentablemente, hay que recordar que, en el periodo del estudio, el terrorismo de ETA provocó en Euskadi la salida de centenares de empresas y empresarios, la deslocalización de muchos centros de decisión y la pérdida de un enorme capital humano (decenas de miles de transterrados). Así, junto con la pérdida de nuevas inversiones, se entiende la fuerte caída de PIB relativo sufrida. Además, y de acuerdo a los estudios existentes sobre el tema, sabemos que la mayor parte de esas salidas tuvieron como destino Madrid. Por lo tanto, no parece descabellado inferir que no fue la ‘aspiradora’, sino el terrorismo, el que desplazó una gran parte nuestra riqueza económica, hacia esa comunidad.
Si analizamos lo que ha sucedido con las grandes empresas de las otras autonomías vemos que únicamente en nuestro caso se produjo, en las décadas analizadas, un intenso traslado de sus centros operativos y oficinas centrales hacia Madrid. Por el contrario, las grandes sociedades catalanas (aunque hayan movido su sede social por el ‘procés’), andaluzas o valencianas mantienen sus oficinas corporativas y centros de decisión en sus respectivas comunidades, y, además, los han incrementado notablemente, a medida que ha crecido su dimensión y actividad internacional.
En Euskadi nos toca ahora trabajar por la recuperación y la vuelta, al menos en parte, de las empresas perdidas. Las iniciativas planteadas desde la sociedad civil, junto con el liderazgo del nuevo Gobierno y el apoyo de todos pueden ser una buena oportunidad.
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