Artículo publicado en Empresa XXI (01/02/2025)
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Ursula Von der Leyen la presidenta de la Comisión Europea, ha estado en Davos, y en sudiscurso ha resumido la estrategia de Europa en un mundo que ha cambiado de forma substancial, y que cambiará todavía más en los cuatro años que tiene por delante Donald Trump. En resumen, Europa sigue apostando por una visión clásica de la globalización (cuanto más comercio internacional, mejor para todos), mientras que USA ha decidido que este modelo favorece más a los países emergentes (y en particular a su rival más directo, China), y por lo tanto es preciso volver a un modelo proteccionista para sus empresas, imponiendo aranceles a las importaciones extranjeras. La experiencia demuestra que si todos los países entran en este juego, la economía global crecerá a un ritmo menor, y todos perderemos. El otro punto destacado de su discurso fue el avance de los ejes centrales del «Competitiveness Compass», la brújula de la competitividad europea, un marco estratégico desarrollado por la Comisión Europea para reforzar la competitividad de Europa en un mundo en transformación, que ha presentado formalmente una semana después. Llevamos un cuarto de siglo con esta misma historia, con un discurso de que Europa debe apostar por la tecnología y por la innovación para impulsar industrias avanzadas. Desde la adopción de la Estrategia de Lisboa en el año 2000, la Unión Europea fijó un ambicioso objetivo: invertir el 3% del Producto Interior Bruto (PIB) en investigación y desarrollo (I+D) para convertir a Europa en «la economía basada en el conocimiento más competitiva del mundo» para 2010. Este compromiso reflejaba el reconocimiento de que el crecimiento sostenible y la competitividad de Europa dependían de esta inversión estratégica. Sin embargo, a medida que se acercaba el plazo de 2010, quedó claro que muchos Estados miembros no alcanzaban los niveles de inversión necesarios, obligando a postergar la meta. Este objetivo fue entonces trasladado a la Estrategia Europa 2020, que mantuvo la promesa del 3%, pero tampoco logró cumplirse (el último dato de 2023, es del 2,22%, mientras que China ha alcanzado ya el 2,56%)
El incumplimiento de esta meta puede atribuirse a varias causas estructurales y económicas. En primer lugar, las diferencias significativas en la capacidad económica y las prioridades nacionales entre los Estados miembros han dificultado la adopción de una estrategia coherente. Países como Suecia, Alemania y Finlandia han logrado niveles de inversión cercanos o superiores al 3%, mientras que otros, principalmente del sur y este de Europa, han quedado muy por debajo debido a limitaciones presupuestarias y falta de infraestructuras adecuadas. La crisis financiera de 2008 y las subsiguientes políticas de austeridad afectaron de manera desproporcionada a los presupuestos públicos dedicados a I+D, retrasando aún más los avances en esta área clave. Otro factor clave ha sido la limitada implicación del sector privado, que ha contribuido con un porcentaje insuficiente al total de la inversión en I+D, especialmente en comparación con otras economías como Estados Unidos o Japón. Esto se debe en parte a la fragmentación del mercado europeo, las diferencias regulatorias y la menor cultura empresarial orientada hacia la innovación. A pesar de los esfuerzos por crear un Espacio Europeo de Investigación (ERA) y fomentar colaboraciones transnacionales, la falta de un ecosistema sólido e integrado para la innovación ha sido un obstáculo persistente. Aunque el objetivo del 3% ha sido y sigue siendo un elemento constante en la agenda europea, su no materialización refleja una combinación de retos económicos, estructurales y culturales que aún deben ser superados para transformar la ambición en realidad.
Von der Leyen dedicó parte de su discurso a abordar la relación con China, destacando que Europa debe actuar con pragmatismo, combinando cooperación en áreas de interés mutuo con firmeza en temas sensibles. Reconoció que China es un socio clave en cuestiones globales como el cambio climático y la estabilidad económica, pero reconoció también a dónde nos ha conducido esta relación, con una absoluta dependencia estratégica en sectores críticos como los minerales raros, la tecnología avanzada y las energías renovables. Ha dicho Ursula que la política de competitividad va a ser la estrella que marque el Norte en su mandato, que durará hasta 2029. Ojalá seamos capaces de completar el viaje, nos va mucho en ello…
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