Artículo publicado en El Correo (17/02/2025)

Una mirada sobre las encuestas publicadas desde las últimas eleccio nes vascas nos dibuja el mismo mapa de estabilidad de la última década relacionado con el clima político en Euskadi. La clase dirigente sigue sin aparecer entre las principales preocupaciones de la ciudadanía; son una minoría los que piensan que el contexto político actual es malo; y la confianza en las instituciones vascas es significativamente más alta que la que se tiene en las españolas y está por encima de la media europea.
Los cuatro partidos ya tienen a sus líderes para el nuevo ciclo electoral y el único que apostó por un relevo generacional fue el PSE en su anterior congreso. Arnaldo Otegi nació en 1958, Aitor Esteban en 1962, Javier de Andrés en 1967 y Eneko Andueza, el líder socialista, en 1979. La única mujer que presidió uno de los cuatro partidos en la última década, Idoia Mendia, se retiró sin intentar enrocarse al cargo, algo habitual por desgracia en los liderazgos políticos femeninos, y anticipó y facilitó la construcción del liderazgo de la siguiente generación que ha recogido la herencia recibida en forma de influencia en las políticas que construyen la valorada estabilidad política.
El PSE dirigido por Andueza volvió a elegir los acuerdos transversales y la estabilidad pactando con el PNV el Gobierno vasco y el resto de las principales instituciones del país. La relación con el PSOE y el Ejecutivo de Pedro Sánchez sigue siendo de plena sintonía y mutua reivindicación incondicional de todas las políticas. Desde el Gobierno vasco, las políticas de empleo siguen en la misma dirección innovadora y con equipos heredados y las políticas intervencionistas de vivienda son las herederas de la pri
mera ley de vivienda que hubo en territorio español bajo el impulso de los socialistas vascos, que priorizaba la función social de la vivienda frente a la inversión o la especulación y creaba el derecho subjetivo a la vivienda como un derecho social desconocido en el debate público.
El PSE ha crecido en simpatía ciudadana en la última década y su nivel de rechazo se encuentra bajo mínimos. Un 17% del electorado vasco dice que no votaría nunca a los socialistas, la misma cifra de bajo rechazo que el PNV. El rechazo frontal a EH Bildu todavía alcanza el 32% y llega al 46% entre los votantes del PSE. El último ciclo electoral se ha disputado entre tres partidos socialdemócratas reformistas que formaban parte de la mayoría progresista que sostie ne a Sánchez. El PSE fue el partido preferido para las elecciones generales y el PNV y EH Bildu, para las vascas.
Mientras el PNV está construyendo alrededor de la narrativa del cambio sus renovaciones de liderazgos, el PSE generó un relevo generacional que más allá de su propio lenguaje y modelo comunicativo asienta su discurso en la continuidad de la herencia recibida, en la cercanía al votante medio tanto en la dimensión ideológica como en la territorial y en la apuesta por innovar en todas las aventuras intervencionistas al amparo del impulso ideológico de Sánchez y ser el freno a las aventuras territoriales que puedan polarizar y dividir una sociedad que está demostrando que le gustan los pactos y la transversalidad.
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