Vivimos en la trampa de aspirar a la felicidad eterna
Artículo publicado en Expansión (13/06/2025)

¿Es el éxito una cuestión de suerte o es más bien una percepción y de sentir la suerte más que de poseerla? Uno de mis alumnos me planteó hace poco que contara en el aula cómo había conseguido yo el éxito. Confieso que en mi mente se abrió un torrente de preguntas, una ventana de reflexión que no llevó a certezas.
¿He alcanzado el éxito? ¿Qué es el éxito? ¿Cómo se sienten las personas con éxito? ¿A veces lo tenemos y no somos conscientes? ¿Es más sencillo verlo en los demás que en nosotros mismos? ¿Me considero una persona exitosa? ¿He alcanzado un sueño y no lo sé?
Voy a intentar poner un poco de foco a este tema en un intento de dar claridad a un concepto que creo que mucho tiene de mirada propia, de apreciar, de sentir, de valorar y de valorarse. Y es que el éxito se reflexiona y se siente o no, como un cuadro abstracto, como la belleza de un paisaje de invierno, como la morriña o la felicidad. Hay personas con éxito que son infelices y otras, felices sin que el mundo les etiquete de exitosas. Es cuestión de perspectiva, como mil perspectivas tienen las frases inspiradoras que aparecen en cuadros, en pósteres, en posts, en Instagram o en tatoos.
En el libro Fuera de serie, Malcolm Gladwell afirma que el éxito no depende tanto del talento innato como de factores como el entorno familiar, el contexto socioeconómico o de las oportunidades de que se han disfrutado. Y pone el acento en dos palabras: esfuerzo y dedicación. Ninguna de ellas le resultará una novedad, pero ambas nos recuerdan que los atajos no existen en esto de alcanzar el éxito. En su esencia más pura, el éxito es el logro de metas significativas y satisfactorias que dan sentido y felicidad a la vida.
Pero ¿qué nos da felicidad? ¿Es el éxito estar por encima? ¿Por qué en tantas empresas se tolera, incluso se premia, la competitividad tóxica? ¿Por qué se idolatra a líderes que confunden éxito con poder, influencia con miedo, impacto con ego? ¿Qué hace que en las organizaciones un número tan importante de personas y autodenominados líderes crean que estar por encima de los demás caiga quien caiga y cueste lo que cueste es éxito? ¿Qué hace que en algunas organizaciones se fomente y tolere la envidia como herramienta de supervivencia y las formas irrespetuosas trasnochadas como modus operandi?
Que nuestro paso por la vida tiene fecha de caducidad no es un spoiler.
¿Cree que le recordarán por su currículum? Emma Gannon, autora de The Success Myth, define la trampa del éxito tradicional, ese espejismo de logros que no transforma nada por dentro. Gannon cuestiona esa vida ideal, la felicidad establecida, que perseguimos en este momento carpe diem en el que vivimos. Y bajo el eslogan porque yo lo valgo, ansiamos experiencias que nos llenen como si allí estuviera el maná y la felicidad eterna. Pero como dice Gannon, la falacia del logro nos deja decepcionados porque creemos que alcanzar ciertos objetivos transformará nuestras vidas y la felicidad será duradera. La búsqueda de la fama y la riqueza se presenta como un camino hacia la felicidad, pero a menudo, más a menudo de lo que se cuenta, resulta ser una trampa silenciosa, como una partida de ajedrez con la vida, en la que casi siempre el jaque mate lo da el contrario.
Afirma el profesor de filosofía Jean Paul Margot que, si queremos ser felices, no debemos olvidar que la felicidad es el resultado de una conquista primero sobre nosotros mismos. Y es que quizás se nos olvida lo que no debe olvidarse, que lo pequeño se celebra, que revisar nuestros valores no es una frase de Instagram, no es postureo sino una necesidad acuciante, que redefinir nuestras metas nos hará plantearnos cómo queremos sentirnos, que redefinir el éxito puede salvarnos del sinsentido en el que vivimos. Kant afirmaba que no es posible pensar en la felicidad de manera egoísta porque nuestro destino individual está ligado al de la humanidad entera.
Tampoco debe olvidarse que en las organizaciones crear ambientes sanos nos hará bien porque pensar en el bienestar de los demás y en el propio nos hace bien y porque los tiburones es mejor que estén en los océanos y no en las oficinas. Pero si aún así quieren frases inspiradoras escuchen Me maten, la canción de C. Tangana con Antonio Carmona, en la que se dice: “En la vida nos pensamos que la gloria es el dinero, pero nos equivocamos. Nuestra gente es lo primero.”
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