El lamentable episodio del beso no consentido da paso al empoderamiento de las jugadoras y su reivindicación de cambios que aborden la desigualdad
Artículo publicado en El Correo (24/09/2023)
Debo reconocer que me resistía a escribir sobre todo lo acontecido en torno a la selección española de fútbol, pero son varias las personas que me han preguntado cuál es mi postura al respecto y cómo he vivido todo este proceso, así que me he decidido a realizar una breve crónica de lo acontecido; una crónica no anunciada porque los avances en materia de igualdad en el deporte, si bien llevan años siendo reclamados, parecían recorrer un camino lento y en la sombra. Han sido un Mundial y un escándalo los que han permitido empezar a dar serios pasos hacia la igualdad de género en el fútbol español.
En agosto vi la semifinal de España frente a Suecia y la final ante Inglaterra con mis dos sobrinas, de 16 y 12 años, jugadoras de fútbol desde niñas y verdaderas seguidoras del fútbol profesional femenino. Me contagió su entusiasmo, su conocimiento de las jugadoras y de las técnicas futbolísticas y también su apoyo a la selección. La alegría por la victoria, por la consecución delMundial, fue sincera; y yo pensaba, en ese momento, que esa victoria iba a proporcionar referentes a las niñas y niños y que iba a empoderar a las jugadoras de la selección. Cuál fue mi sorpresa al ver el comportamiento del presidente de la Federación Española de Fútbol en el palco: beso no consentido a la jugadora Jennifer Hermoso y tocada de genitales al más puro estilo Bigas Luna… solo que no estábamos viendo una película con Bardem de protagonista.
En un primer momento me dolió que el lamentable comportamiento de Luis Rubiales ensombreciera la victoria de la selección y relegara a un segundo plano la hazaña de obtener un Mundial, tras años de dificultades deportivas y organizacionales. Esperaba la dimisión de Rubiales en la asamblea de la Federación, pero no se produjo.
Más bien asistimos a un alarde machista de ‘machito alfa’ que no reconocía ni era consciente
de las implicaciones de su comportamiento. A partir de ese momento, la respuesta social, mediática y política más generalizada puso de manifiesto que, tarde o temprano, Rubiales iba a caer, que la sociedad no iba a consentir que no hubiera una sanción o un castigo a su comportamiento.
Valoro muy positivamente esta respuesta social, ya que muestra cierta sensibilidad, conciencia y hasta compromiso de una parte importante de la sociedad. Y valoro también que la tan denostada ley del ‘solo sí es sí’ haya permitido dar cobertura legal a la agresión sexual que supone un beso no consentido. Pero también debo decir que varias personas, sobre todo hombres, que rechazaban el comportamiento de Rubiales me han preguntado si realmente el beso era una agresión sexual, si eso no era exagerar un poco. La ley orgánica 10/2022, de 6 de septiembre, de garantía integral de la libertad sexual tiene la bondad de haber modificado el enfoque jurídico y el tratamiento penal de las agresiones sexuales; se ha pasado del ‘no es no’ al ‘solo sí es sí’, lo que implica pasar de demostrar que ha habido violencia en la agresión a la necesidad de demostrar que ha habido consentimiento. La nueva norma unifica abuso con agresión y todo pasa a recibir el nombre de «agresiones sexuales», en suma, un comportamiento que atenta contra la libertad sexual y voluntad de una persona es una agresión sexual.
Margaret Harrison, artista norteamericana, tiene un cuadro que ejemplifica lo que se conoce como ‘mirada invertida’. Se trata del Capitán América vestido como una conejita de Play Boy. La mirada invertida nos hace conscientes de que algo que nos parecía ‘normal’, en este caso, ver a una mujer vestida de conejita de Play Boy, nos resulte esperpéntico, ridículo y chocante cuando quien se viste así es un icono de la cultura norteamericana. Si aplicamos la mirada invertida en el caso Rubiales quizá nos resultemás sencillo identificar como agresión sexual impropia y punible su beso no consentido a Jenny Hermoso. Por ejemplo, que el rey de Noruega le estampase un beso en los morros a Alice Munro en la entrega del Premio Nobel de Literatura, o que la rectora de una universidad besara en los labios al alumnado en la entrega de los títulos de grado, o que la directora de recursos humanos de una empresa celebrara con un achuchón y un beso el ascenso de un compañero.
No, no es normal besar sin consentimiento; es un acto machista, es una agresión no consentida y merece la sanción que prevé la ley.
Todo este lamentable episodio ha tenido también una vertiente positiva a destacar: el empoderamiento de las jugadoras de fútbol, su plante ante la Federación para presentar una serie de reivindicaciones que van a ser atendidas. Reclaman verdaderos cambios estructurales y una ley del deporte que aborde las desigualdades entre mujeres y hombres. Les deseo todos los triunfos futuros, deportivos y sociopolíticos.
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