Artículo publicado en El Correo (10/06/2024) en colaboración con Belén Frau, Maite de Aranzabal y Pedro Luis Uriarte (vocales del Foro Zedarriak)
Las crisis se superaron con nota. Ahora hay que actualizar la estrategia, dedicar muchos más recursos a apuestas a largo plazo y colaboración público-privada.
El silogismo, formulado por primera vez por Aristóteles, es un pilar fundamental del pensamiento científico y filosófico. Su primera expresión, hace más de dos milenios, es simple: consta de dos proposiciones como premisas y otra como conclusión, siendo la última una inferencia necesariamente deductiva de las otras dos. Vamos con el enunciado de la primera proposición: ‘en el siglo XXI, los avances científicos y tecnológicos en un conjunto de ámbitos clave de conocimiento (Inteligencia Artificial, tecnologías cuánticas, biotecnología¿) van a generar profundas transformaciones económicas y sociales’. Para confirmar que es así, puede resultar de interés leer el último informe publicado por Zedarriak, ‘La oportunidad de las tecnologías exponenciales’. Recoge una explicación razonada, con datos y argumentos, que ayudarán a entender la absoluta certeza con la que podemos sostener esta primera proposición.
La segunda premisa: ‘estas transformaciones tendrán un impacto desigual en los territorios y países; aquellos que se posicionen adecuadamente, crearán condiciones de prosperidad de forma sostenible; los que no, se sumirán en un proceso de continuado declive’. De esto también se habla en el informe, aunque probablemente a muchos nos baste con recordar el impacto que han tenido las sucesivas olas de reconversión industrial en Euskadi, y recorrer las comarcas afectadas, para entender la profunda verdad que encierra.
Si aceptamos ambas, la conclusión para Euskadi es muy directa. Dado que queremos crear para nuestra ciudadanía las mejores y mayores condiciones de prosperidad sostenible, es imperativo posicionarnos adecuadamente, todavía con mayor firmeza, ante las oportunidades que van a crear las tecnologías exponenciales. Aplicada la lógica, quedaría únicamente una pregunta por formular, decisiva, y es cómo se consigue este posicionamiento. Por fortuna, no hay que inventar; tenemos muchos ejemplos recientes de territorios que lo han conseguido, y también la valiosa experiencia de Euskadi en estos últimos 50 años. La receta tiene únicamente tres ingredientes: una estrategia sostenida en el tiempo, dotada de los recursos necesarios y apoyada en una exigente gobernanza público-privada.
La estrategia no se copia ni se encarga a terceros. La estrategia se construye desde un profundo conocimiento de nuestras fortalezas como país y también desde la asunción realista de nuestras debilidades. Precisa que apostemos con decisión por algunas oportunidades, las que están a nuestro alcance, y que esquivemos con inteligencia las amenazas más directas. Requiere un diálogo fluido entre empresas, instituciones y agentes científico-tecnológicos. Sabemos cómo hacerlo. Es más, lo hemos hecho en el pasado reciente.
Si nos centramos en el segundo ingrediente, los recursos, las magnitudes de la inversión que se precisan para sostener esta estrategia son muy asumibles porque hablamos de inversiones en ciencia, tecnología e innovación en el entorno del 3% al 5% del total de los recursos que administramos cada año, y partimos ya de algo más de un 2%. Tenemos esos recursos si decidimos dedicarlos a esta apuesta; es solo una cuestión de prioridad.
En 2022 -último dato disponible-, gracias al esfuerzo de los últimos años invertimos el 2,08%, un porcentaje que nos sitúa como líderes en el Estado. Sin embargo, entre 2012 y 2022 China pasó del 1,91% al 2,54%, Alemania está en el 3,14%, EE UU en el 3,45%… Euskadi debería marcarse el objetivo de alcanzar en los próximos años un nivel de inversión entre el 4% y el 5%.
Hace pocas semanas Enrico Letta, primer ministro de Italia entre 2013 y 2014, presentó en el Consejo Europeo un relevante documento sobre el futuro de la UE, ‘Mucho más que un mercado’, que despertó un gran interés. Señala, entre otros aspectos, un problema que ha afectado a todas las instituciones en sus diferentes niveles territoriales: «La experiencia de estos últimos cinco años ha estado basada en decisiones tomadas sobre la base de crisis inminente. Ha sido más una historia de reacción que de acción. Y cuando llevas toda tu política a la reacción a las crisis, eres eficaz pero cortoplacista. Solo conservas ese impulso hasta que termina la crisis».
Gracias al gran trabajo realizado en la última década, las crisis se han superado con nota en Euskadi. Ahora es preciso actualizar la estrategia, dedicar muchos más recursos a apuestas de largo plazo, y eso requiere una sólida y exigente gobernanza público-privada, una alianza renovada, que sepa sostener las apuestas y explicarlas a la ciudadanía.
Tenemos las personas, tenemos los recursos, solo nos hace falta tomar la decisión. Aurrera!
Leave a Reply