Un plan de impulso económico debe preservar nuestro modelo de autogobierno.
Artículo publicado en El Correo (09/10/2024)
El lehendakari y la presidenta de Navarra, en un reciente artículo en defensa de nuestros modelos de Concierto vasco y Convenio navarro, nos recordaban que estos implican un «riesgo unilateral», y que son, además, «un modelo que exige un alto nivel de responsabilidad y compromiso con la gestión». Se trata, a mi juicio, de consideraciones muy adecuadas, y espero esclarecedoras, sobre todo para aquellos que desconocen sus características o están alejados de nuestra realidad.
En nuestro caso, se produjo la recuperación del Concierto (Álava lo mantuvo durante la dictadura), fruto de la nueva Constitución (1978) y el Estatuto de Gernika (1979). Las bases económicas del modelo se establecieron con los datos del momento, a partir del peso relativo del PIB vasco sobre el conjunto del PIB del Estado, definiéndose de esa manera el Cupo a pagar cada año por los servicios no transferidos. Así se estableció el pago del 6,24% del gasto del Estado en el año 1981.
Lamentablemente, la evolución de la economía vasca desde aquellos años, que ya estaba siendo de pérdida de tamaño, fue dañada por la mayor intensificación y persistencia del terrorismo de ETA, siendo muy negativa en relación a su tamaño y su capacidad de crecimiento. Así, perdimos un 43% de las inversiones en capital y el 24% de PIB relativos con el conjunto de España. Y, quizás lo más grave, se quebró nuestra estructura económica con una pérdida enorme de tejido empresarial, capital humano, talento y la salida de decenas de miles de personas hacia otras latitudes.
En todo ese tiempo (no ha habido un conflicto de similar duración en el mundo occidental), nuestro Concierto Económico fue un ‘escudo’ contra el daño que estábamos sufriendo. Así, frente a la falta de inversión privada en nuestra economía, la prudente gestión del sector público consiguió mantener un buen nivel de empleo relativo, y nuestras cifras no fueron aún peores. Hay que valorar también el esfuerzo de empresarios, trabajadores y una gran parte de la sociedad en ese duro contexto.No obstante, y dado que no hemos abordado aún la resolución de esos problemas estructurales, en los últimos diez años seguimos perdiendo tamaño en inversión relativa y PIB sobre el conjunto del Estado; y de manera significativa, frente a comunidades como Madrid, Cataluña, Valencia o Andalucía. Aunque el pasado año crecimos de forma similar al conjunto de España, este año parece que volveremos a crecer menos. Pero como nuestra población evoluciona peor, el PIB per cápita incluso mejora, aunque tenemos más edad media, y con gastos sociales que crecen a mayor ritmo.
Analicemos el «riesgo unilateral» antes citado. Desde los años 90, el gasto público per cápita se ha multiplicado por tres, creciendo a un ritmo superior al 40% más que la renta per cápita. Dada la pirámide poblacional y nuestra citada mayor edad (tenemos un 35% más de mayores de 65 años que la media del Estado), hay que prever que esta tendencia se intensificará en el futuro inmediato con fuertes incrementos, sobre todo en gastos sanitarios y de dependencia. Nuestras cuentas públicas hoy están saneadas (con la gran salvedad de que el fuerte déficit en pensiones –4.300 millones el pasado año–se financia desde la caja común del Estado). Pero la duda es evidente: frente a los previsibles e intensos crecimientos de gasto público, y en el marco de nuestro modelo actual, ¿cómo se podrán financiar? Parece que, recordando a Laffer, nuevas subidas de impuestos podrían implicar menos recaudación. O, desde otro ángulo, ¿sufriremos ese riesgo unilateral hasta el punto de colapsar nuestro modelo?
Recuerdo ahora la presentación en la oficina de BBVA en Bilbao del primer informe sobre ‘stock de capital’ en España por autonomías, que se hizo en 1998. Estaban presentes los recordados lehendakari Ardanza y el presidente de la Fundación BBV, Sánchez Asiaín. En el encuentro privado, uno de los economistas responsables del estudio que había presentado el trabajo alertó a Ardanza de la necesidad de hacer crecer la inversión privada en el país, ya que, de no hacerlo, se podría poner en riesgo nuestro modelo de Concierto. Pero eran todavía ‘los años de plomo’.
Hoy Euskadi tiene la oportunidad de recuperar tamaño económico, garantizar su futuro y su modelo de autogobierno. Un acuerdo entre administraciones y grupos políticos puede ser clave para lanzar iniciativas que atraigan inversiones, fomenten el emprendimiento y generen empleo de calidad captando y reteniendo talento. Necesitamos crecer de forma diferencial y mejorar a la vez nuestra demografía. De esta forma se podrán asegurar los servicios sociales y el Estado de bienestar. La colaboración de organizaciones empresariales, sindicatos y la sociedad civil es esencial. Euskadi tiene una enorme oportunidad de construir un futuro de bienestar.
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