El Prado, como otros buques insignia de la cultura, conserva entre sus paredes obras de gran envergadura y relevancia. Este hecho tan relevante tanto para la institución como para los públicos plantea un debate: dejar contemplar obras detenidamente o fomentar la fluidez de la audiencia por las salas, tal y como señala Peio H. Riaño en este artículo publicado el 9 de febrero de 2020 en El País.
Ante este desafío, Jaime Cuenca y Fernando Bayón desde el Instituto de Estudios de Ocio y el proyecto PUBLICUM de la Universidad de Deusto consideran que la contemplación estética de las obras ha cambiado en los últimos años, ahora es algo social. Además, señalan que no es algo nuevo, ya en el siglo XVIII existía una contemplación estética social en la visita a los museos, lo único que al uso de catálogos y conversaciones hay que sumarle las apps de los museos y la divulgación a través de redes sociales.
Por su parte, Karina Marotta, coordinadora del área de conservación, ha señalado que El Prado está experimentado con la museografía de las piezas más relevantes de la colección, como las obras de El Bosco, para facilitar los flujos de visitantes entre las salas y evitar la masificación. Sin embargo, Antoni Laporte, desde ARTImetría señala que las masificaciones de visitantes solo se producen en los grandes museos. Uno de los retos que señala Laporte es la necesidad de incrementar el número de visitantes al mismo tiempo que se mantienen altos niveles de satisfacción en la visita.
Además, dentro de este debate existen diferentes propuestas, por un lado, desde la gestión cultural Laporte y Bono Perucho señalan la importancia de la tecnología y los contenidos audiovisuales para diversificar la visita. Por otro lado, Bayón y Cuenca proponen una visión autocritica para disminuir la “fetichzación” de las obras maestras y comentar el conjunto de las colecciones.
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