En junio de 2015, quince estudiantes de las prestigiosas universidades estadounidenses Dartmouth College y Boston College, y de la Universidad de Deusto, se dieron cita en Bilbao para participar en un seminario intensivo de cuatro días sobre tráfico humano y explotación sexual.
Se trataba de estudiantes en su mayoría de grado, con diferentes bagajes culturales y académicos, y de disciplinas muy diversas desde empresa o derecho, a sociología, comunicación, lenguas o trabajo social… pero todas vinculadas por su interés común en la temática del seminario sobre la realidad del tráfico humano y la violencia sexual y la urgencia de movilizarse frente a ello.
También se reunieron ponentes de ámbitos académicos, profesionales y artísticos muy diversos y de ambos lados del atlántico: fiscales, cineastas, terapeutas, activistas sin ánimo de lucro y trabajadoras sociales. Semejante collage de personas se antojaba caótico y disperso y el seminario se presentaba como un gran desafío a la hora de superar fronteras de todo tipo: lingüísticas, disciplinares y culturales.
Fueron tres los elementos que hicieron de este seminario una experiencia de aprendizaje inusual y transformadora: su espíritu colaborativo centrado en el proceso de aprendizaje del/de la estudiante, su carácter auténticamente transdisciplinar, y su dimensión transnacional. Tanto estudiantes como ponentes participaron en una comunidad de aprendizaje asentada sobre los intereses de estas mismas estudiantes en el tráfico de personas y la explotación sexual.
Tras un periodo previo de estudio individual en sus respectivas universidades, estas estudiantes (eran quince mujeres, parece que estos temas aún les son indiferentes al público masculino) desarrollaron sus propias preguntas de investigación y profundizaron en lo que ellas entendieron debían saber y conocer para poder abordar la problemática.
En las semanas previas al encuentro en Bilbao se constituyeron grupos de trabajo con una estudiante por cada universidad (cinco grupos de trabajo de tres personas, garantizando así el carácter diverso y transnacional) que se juntaron motivadas por intereses comunes. Skype y Facebook hicieron posible que se pudieran conocer virtualmente, que compartieran e intercambiaran bibliografía sobre el tema y que llegaran a Bilbao con una motivación y una curiosidad que ya en sí mismas hubieran supuesto el éxito total del proyecto.
Una vez en Bilbao estas estudiantes, en constante interacción con ponentes y tutoras, fueron definiendo el foco del problema que querían abordar y formaron equipos en torno a cinco áreas de actuación centrales: políticas y marcos legales; financiación de acciones; representaciones mediáticas; narrativas personales y trauma; y modelos de respuesta.
La experiencia de aprendizaje fue un auténtico desafío tanto para estudiantes como para las ponentes participantes en cuanto que se desviaba de la norma y de los modelos tradicionales de aprendizaje en sus respectivas instituciones.
En primer lugar, todas tenían que colaborar con otras personas cuyos puntos de partida y expectativas con frecuencia divergían de forma sorprendente; además, la dimensión transnacional obligó a todas ellas re-pensar la perspectiva dominada por una cultura académica nacional y un modo ya aprendido de abordar problemas. Cada grupo logró encontrar la forma de capitalizar las diferencias que cada individuo aportó al proyecto. De alguna manera, lo que tal vez resultó más interesante fue cómo este aprendizaje colaborativo, transdisciplinar y trasnacional exigía de las estudiantes que formularan sus propias preguntas, decidieran cuáles había que intentar contestar y consideraran qué herramientas y qué conocimientos eran necesarios para llevarlo a cabo. No solo eso: en la búsqueda de respuestas se fueron encontrando con nuevas preguntas que dejaron al descubierto la complejidad del fenómeno de la explotación sexual, superando así los estereotipos y las miradas simples que con frecuencia rodean una realidad tan compleja y dolorosa. De esta manera, no solo tenían que desarrollar un buen proyecto sino que tenían que comprender los múltiples contextos en los que el proyecto podía ponerse en marcha. La interacción dio lugar a nuevas preguntas y a nuevas maneras de pensar viejos problemas.
La lección aprendida para nosotras, las coordinadoras del seminario, colegas de las tres instituciones, fue extraordinaria. Es cierto que contábamos con estudiantes sumamente motivadas y muy capaces, pero la exposición a contextos de aprendizaje más autónomos y diversos puso de manifiesto la importancia del aprendizaje transdisciplinar para desarrollar competencias críticas, y de la colaboración y el trabajo en equipos diversos como clave en la resolución de problemas.
Sin duda el número limitado de estudiantes, su motivación inicial y el horizonte de una estancia internacional jugaron una baza importante en el éxito de una experiencia transformadora que esperamos cada vez sea más habitual en una institución educativa como la nuestra, con una misión y visión global y firmemente comprometida con la formación humanística integral y la justicia social.
Frente a la especialización excesiva de las sociedades postindustriales y los retos de una sociedad en procesos vertiginosos de cambio y obsolescencia, la interdisciplinariedad y el aprendizaje por proyectos y en equipo favorecen un aprendizaje transformador y crítico que acompaña al estudiante en su desarrollo profesional y sienta las bases de una ciudadanía crítica y solidaria.
María Jesús Pando Canteli
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- Aprendizaje transformador y transdisciplinariedad - 11 octubre, 2016
13 octubre, 2016 a las 3:45 pm
Muy buen artículo, enhorabuena!