Acabo de publicar un artículo en The Conversation titulado “Extrême droite et antiféminisme: pourquoi cette alliance séduit tant de jeunes hommes?”, donde analizo una tendencia preocupante: el modo en que la ultraderecha está captando a parte de la juventud, especialmente a los hombres, mediante discursos antifeministas.
Como profesora universitaria e investigadora, me preocupa profundamente este auge. No solo por el impacto político inmediato, sino porque pone en riesgo décadas de avances en materia de igualdad y derechos. Lo que estamos presenciando no es un simple giro ideológico, sino una estrategia bien articulada para canalizar malestares reales —algunos relacionados con precariedad, falta de expectativas o confusión identitaria— hacia una narrativa reaccionaria, autoritaria y antifeminista.
Los comentarios que ha suscitado el artículo abren un debate necesario: ¿dónde está la responsabilidad?, ¿en la educación?, ¿en los propios jóvenes? Mi punto de vista es claro: aunque debemos seguir educando en igualdad y pensamiento crítico, no podemos dejar de mirar hacia quienes están instrumentalizando el descontento juvenil y la desinformación como combustible político.
La cuestión no es únicamente qué hacen mal las instituciones educativas o las familias. Es, sobre todo, qué hacen bien quienes están sabiendo hablar (y manipular) mejor ese malestar. Es hora de desplazar el foco y analizar con profundidad los canales, los lenguajes y las plataformas desde los que se construyen estas narrativas seductoras pero peligrosas.
Desde Sorbitos de Sociología, seguiré explorando estas tensiones con el ánimo de ofrecer claves para comprender y, ojalá, intervenir.
