Artículo publicado en The Conversation (20/02/2025)
La mayoría de nosotros cuenta con al menos un móvil capaz de contar los pasos que hacemos en nuestro día a día. Cada vez más, algunas personas también llevan pulseras, relojes y otros dispositivos que recogen datos relacionados con la condición física como la frecuencia cardíaca. Pero ¿cómo funciona la ciencia tras esta tecnología? ¿Sirve de algo la información que nos ofrecen?
El uso de relojes inteligentes ha aumentado en los últimos años. Entre otros datos son capaces de medir la frecuencia cardíaca y, a partir de ella, podemos estimar el estado de forma de una persona. Pero en realidad esto no puede considerarse una medida directa de la condición física. De hecho, aún es poco corriente el uso de dispositivos para medirla y esta práctica no está extendida entre la población, si bien algunos dispositivos disponen de funcionalidades para estimarla.
Quizá haya visto el recorrido de una carrera o una salida en bici registrados por un reloj inteligente o un teléfono y compartidos en redes sociales. ¿Cómo miden el movimiento de sus dueños? Una respuesta es que recurren al GPS (“sistema de posicionamiento global”), pero esa tecnología es menos frecuente cuando queremos saber cuánto se mueve una persona.
En realidad, lo que proporcionan los GPS es la información que se obtiene de la conexión con satélites ubicados en la órbita de la Tierra. Son precisos, y cada vez más, pero lo que estiman es el desplazamiento de una persona y, además, hace falta que estén en lugares que permitan conectar el dispositivo con los satélites.
De ahí que en espacios interiores o, incluso, en días nublados, tengan dificultades para hacer la medición. Esto dificulta su uso en determinados territorios en los que las condiciones climatológicas dificultan la práctica de actividades al aire libre, aunque hay alternativas.
La popularidad de los acelerómetros
En realidad, para medir movimiento podemos utilizar otros aparatos denominados “acelerómetros”, que registran los cambios de velocidad que se producen en el dispositivo.
Los acelerómetros han avanzado mucho en los últimos años, hasta el punto de que todos los teléfonos inteligentes cuentan con uno. Existen diferentes formatos que incluyen “inclinómetros” e incluso pantallas para ver información.
Un reciente estudio destaca la necesidad de mejorar los métodos para validar la información de estos dispositivos. No obstante, están siendo muy utilizados en investigación para analizar los comportamientos de movimiento, que integran la actividad física, el comportamiento sedentario y el sueño.
Estos tres componentes nos permiten entender el movimiento de las personas desde un punto de vista más global. Es un tipo de evaluación muy normalizado para estudiar la población infantil, ya que las recomendaciones se establecen en el continuo de las 24 horas de un día, dividiéndolo entre sueño y vigilia. Dentro esta última están los tiempos recomendados para realizar actividad física ligera y de moderada a vigorosa intensidad, evitando que el sedentarismo supere un máximo de tiempo.
Muchos avances, pero falta tecnología
Por otro lado, si queremos medir determinados movimientos específicos podemos encontrar tecnología que facilita información sobre la cantidad de fuerza que puede generar una persona con las piernas (dinamómetros), o la velocidad con la que golpeamos una bola en diferentes deportes, para lo que podemos utilizar sensores como radares.
Además, disponemos de tecnología para simular el movimiento humano a partir de vídeos grabados a personas, con la que podemos identificar patrones de movimiento (para predecir y diagnosticar enfermedades). Estas cámaras son específicas y se pueden conectar entre sí para generar la figura humana a través de técnicas y métodos de biomecánica:
No obstante, en lo que se refiere a indicadores relacionados con la salud física o corporal, especialmente cuando son aplicados en la infancia y la adolescencia, se dispone de poca tecnología válida, fiable y con una usabilidad adecuada.
El mundo de los sensores ha experimentado un gran avance en los últimos años y se han incorporado a muchas facetas de nuestras vidas. Aun así, todavía existe un gran margen de mejora en el proceso de recogida de datos. Esto ayudaría a los educadores físico-deportivos a capturar información de la condición física, ya que son estos profesionales los que cuentan con la formación necesaria para evaluarla y marcar las actividades e intensidades adecuadas.
Todos los ejemplos de tecnología mencionados registran una importante cantidad de datos, almacenados en el dispositivo (local) o en un servidor remoto (la nube), aunque la ingente cantidad de información que hay que manejar puede ser un problema. Sin embargo, la ciencia de datos se está aplicando al estudio del movimiento humano y, más concretamente, a la mejora del entrenamiento deportivo, lo que permite el uso eficiente de esa información.
En el futuro próximo, gracias al uso de la ciencia de datos y la inteligencia artificial, será posible llevar a cabo análisis de las información recopilada para proponer mejoras en la condición física de manera personalizada, al igual que ya ocurre en el entrenamiento deportivo y la prevención de lesiones.
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