Artículo publicado en Empresa XXI (15/05/2025)

En las últimas semanas he tenido la ocasión de participar en varios procesos de selección y de renovación de órganos de gobierno en empresas e instituciones. Siempre es un momento crítico. Para quien deja el puesto, porque muchas veces cuesta reconocer que es hora de dar el relevo. Para quien llega, porque el contexto actual exige estar muy preparado. Y para quien tiene que decidir, porque es difícil encontrar la mejor persona, y más aún, atreverse a elegir a alguien aún mejor que uno mismo.
Sin embargo, ese es uno de los actos más puros de liderazgo: saber elegir a alguien aún mejor. En el deporte se ve muy bien. Cuando un gran entrenador es capaz de dejar paso a alguien que le supera. Cuando un jugador veterano es capaz de ayudar a crecer a quien le va a sustituir. Esa generosidad, esa humildad y esa ambición compartida son las que permiten construir equipos que trascienden.
En la empresa o en la política no siempre es así. Hay quien prefiere que no le hagan sombra. Quien elige a alguien que le deba el puesto. Quien nombra pensando en su retirada, en vez de en el futuro de la organización. Pero también hay quienes lo hacen bien. Quienes miran con perspectiva, quienes trabajan en construir un relevo sólido, quienes dejan que las nuevas generaciones tomen responsabilidades.
En un tiempo en el que tanto se habla de liderazgos transformadores, deberíamos reflexionar más sobre esta faceta del liderazgo. No solo liderar bien, sino también saber dejar el sitio. Saber preparar el relevo. Saber elegir a alguien aún mejor.
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