Artículo publicado en Empresa XXI (01/06/2025)

“Caer está permitido. Levantarse es obligatorio.” – Proverbio ruso
Hace unas semanas hablábamos de la elegancia como virtud. Hoy toca centrarnos en una situación concreta, cuando las cosas no salen como esperábamos, cuando tropezamos y caemos. Esas caídas pueden ser pequeñas o grandes. Las pequeñas caídas son cotidianas y tienen mucho valor pedagógico. Por ejemplo, si al presentar un proyecto a un cliente, este lo rechaza, duele, pero se aprende. Las grandes caídas ya son otra cosa. Una caída puede poner fin a una empresa, una carrera profesional o una reputación. Caídas que se ven venir y no se han sabido evitar o que ocurren por factores imprevistos. Algunas caídas son incluso injustas, pero eso no cambia lo esencial: han ocurrido. Entonces, ¿qué hacemos?
La respuesta es sencilla de decir, pero no fácil de ejecutar: hay que levantarse. Y si se puede, con elegancia.
Levantar con elegancia no quiere decir hacer como si nada hubiera pasado. Todo lo contrario. Requiere reconocer el error, pedir disculpas si corresponde, asumir responsabilidades y aprender para no repetir. No es teatro; es autenticidad. Es mostrar que detrás del proyecto o del cargo hay una persona, con dignidad y valores. La elegancia está en la forma de asumir el golpe y en la manera de ponerse en pie. A menudo admiramos más a quien se levanta con entereza que a quien nunca ha caído.
El mundo empresarial está lleno de ejemplos de caídas elegantes y otras no tanto. Líderes que ante el fracaso huyen, culpan a otros o niegan la realidad. Pero también hay quienes dan la cara, se despiden con gratitud, reconocen lo vivido, y abren camino a quienes vienen detrás. Esa es la elegancia de la que hablamos. Porque incluso el final de un ciclo puede vivirse como una oportunidad de dejar huella, de enseñar con el ejemplo, de inspirar respeto.
En un mundo donde lo importante parece ser siempre ganar, conviene recordar que también se aprende perdiendo. Y que la forma en que caemos y nos levantamos dice mucho de nosotros. Elegancia no es frivolidad, es carácter. No es apariencia, es sustancia.
Caer está permitido. Levantarse es obligatorio. Y si se puede, con elegancia.
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