Doctora en Sociología.
Docente en Universidad de Deusto.
Experta en técnicas y métodos de investigación social.
Cualitativista.
Investigadora Principal "Equipo Deusto Sports & Society"
Instagram, Facebook y Twitter: @maiteaurrekoo
Linkedin: Maite Aurrekoetxea Casaus
Un mapa bibliométrico no solo organiza el conocimiento existente, sino que actúa como una brújula científica: te dice dónde estás, qué se sabe y hacia dónde podrías ir. Por eso he realizado este mapa que comparto para que podamos orientar nuestra investigación e intervención.
Observando el mapa bibliométrico se puede identificar con claridad cuáles son las áreas más investigadas dentro del corpus de 1.756 artículos sobre fútbol y mujer publicados entre 2019 y 2024, basándonos en el tamaño de los nodos y la densidad de conexiones.
La temática más prominente corresponde al análisis del rendimiento deportivo y la preparación física (clúster verde), que presenta los nodos más grandes y conectados, con términos como performance, exercise, fatigue, demands y reliability. Este predominio revela una fuerte orientación de la literatura hacia el estudio de las cargas de entrenamiento, las respuestas fisiológicas y las herramientas de evaluación del rendimiento en futbolistas. Esta línea de investigación es especialmente visible en publicaciones provenientes de países como España, Reino Unido, Australia y Brasil, donde la producción científica en ciencias del deporte tiene una notable consolidación.
En segundo lugar, se encuentra el clúster rojo, vinculado a temáticas de género y representación del fútbol femenino, que incluye conceptos como gender, women’s football, media, identity y experiences. Este enfoque sociocultural ha sido impulsado en gran parte por investigaciones desarrolladas en Canadá, Estados Unidos, Noruega y Suecia, donde existen agendas institucionales centradas en la equidad de género y la crítica a las representaciones mediáticas. Otras áreas emergentes, aunque con menor volumen relativo, incluyen el estudio de lesiones deportivas y prevención médica (clúster azul), con especial atención en lesiones como la rotura del ligamento cruzado anterior; la biomecánica del entrenamiento (amarillo/naranja), más técnica y focalizada; y finalmente, la investigación sobre salud mental y bienestar psicológico en el deporte femenino (clúster púrpura), aún incipiente pero en crecimiento.
Es en este último punto donde queremos y debemos poner en foco: entornos psicológicamente seguros para mujeres futbolistas, y deportistas en general.
¿Dónde queda el derecho al juego, a la actividad física y al deporte cuando la pobreza condiciona cada paso?
Según el Análisis de la Encuesta de Condiciones de Vida 2025, más de la mitad de la infancia en España (51,6 %) pertenece a los dos quintiles de renta más bajos. Esta realidad no afecta por igual a todos los menores. En el caso de las niñas, el impacto es doble: a la desigualdad económica se suma la discriminación estructural por razón de género.
Los datos son especialmente alarmantes en los hogares monoparentales, la mayoría de los cuales están encabezados por mujeres. El 50,4 % de estas familias se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social, y un 42,4 % vive por debajo del umbral de pobreza. Además, un 16,6 % sufre carencias materiales severas y un 17,7 % presenta baja intensidad laboral. Esta precariedad limita el acceso a recursos esenciales, entre ellos, las oportunidades de participación en actividades físicas y deportivas.
La exclusión también se manifiesta en los espacios deportivos
En este contexto, hablar de actividad física y deporte es hablar también de barreras de acceso. El coste de las actividades, la escasez de instalaciones deportivas adecuadas en áreas alejadas de las grandes ciudades, la falta de programas públicos gratuitos o adaptados, y la ausencia de políticas con enfoque de género e infancia constituyen obstáculos que impiden la participación plena de muchas niñas. Esta situación no solo dificulta el acceso a la educación o a la atención sanitaria, sino también a espacios seguros donde niñas y adolescentes puedan jugar, moverse, explorar y desarrollarse mediante la actividad física.
En el ámbito educativo y deportivo, resulta imprescindible considerar el contexto socioeconómico de las niñas con las que se trabaja. Las condiciones materiales de vida inciden directamente en sus posibilidades reales de participación. Cada vez que se solicita una equipación, se propone una excursión o se organiza una actividad extracurricular, deberíamos preguntarnos: ¿puede esta niña asumir ese coste?
Por ello, es fundamental que quienes trabajamos en estos entornos —docentes, entrenadoras, monitores, responsables de programas— vayamos más allá de una oferta estandarizada. No basta con generar oportunidades: es necesario acompañar, comprender y adaptar las propuestas a las realidades de quienes más lo necesitan.
En definitiva, garantizar el acceso igualitario a la actividad física y al deporte no es solo una cuestión de salud o desarrollo personal. Es una cuestión de justicia social y de derechos. Hacerlo posible para todas las niñas no es una utopía: es una urgencia inaplazable.
Uno de los factores menos visibilizados en el abandono deportivo de las niñas durante la adolescencia es la menstruación. Aunque pueda parecer un tema secundario frente a cuestiones como la presión académica o la falta de oportunidades, lo cierto es que el ciclo menstrual representa una barrera importante para muchas adolescentes que practican deporte, especialmente en disciplinas tradicionalmente masculinizadas como el fútbol.
La menstruación sigue siendo un tema silenciado en muchos entornos deportivos juveniles, lo que genera sentimientos de vergüenza, incomodidad y miedo en muchas adolescentes. Uno de los principales temores es manchar el uniforme o sufrir una fuga durante la práctica, lo que influye decisivamente en la decisión de seguir participando en el deporte (Bonals, 2024).
Diversas encuestas reflejan que alrededor del 50% de las adolescentes reduce o evita la actividad física durante su período menstrual por temor a accidentes, dolor o vergüenza (Women in Sport, 2022; PUMA & Modibodi, 2022). Un estudio británico identificó que entre el 70% y el 78% de las chicas que antes se consideraban activas abandonan temporalmente el deporte durante la menstruación (Women in Sport, 2022). Este nivel de abstención revela hasta qué punto la menstruación opera como una barrera estructural: muchas adolescentes prefieren no entrenar ni competir antes que exponerse a sentirse humilladas o incómodas.
La falta de diálogo abierto sobre el tema, junto con la escasez de apoyos prácticos —como productos menstruales accesibles o instalaciones adecuadas—, agrava esta situación. Cuando el entorno deportivo permanece en silencio o minimiza el impacto de la menstruación, muchas niñas interiorizan el mensaje de que esos días no son bienvenidas en el campo de fútbol.
Para retener a las niñas en el deporte, no basta con motivarlas a que sigan; es imprescindible cambiar las condiciones para que ellas se sientan cómodas, seguras y respetadas. Eso implica romper tabúes, adaptar las estructuras y escuchar activamente lo que necesitan para permanecer en el juego.
La práctica deportiva de alto rendimiento sigue anclada en un modelo que privilegia el resultado sobre el proceso, y que ha sido históricamente diseñado desde parámetros masculinos. Esto ha implicado que las necesidades específicas de las mujeres deportistas hayan sido, en el mejor de los casos, interpretadas como “particularidades”, y en el peor, completamente invisibilizadas (Donoso, Reina & Álvarez-Sotomayor, 2022).
Imagen: Compartido experiencias con Rakel Mateo, triatleta paraolímpica y Maider Unda, olímpica en lucha libre. #Women´s Sports Day
El problema no es solo que no se considere el bienestar como parte del rendimiento, sino que se ha naturalizado la idea de que el sacrificio, la exigencia extrema y el sufrimiento emocional son peajes inevitables en el camino a la élite. Y en este esquema, el disfrute de la práctica deportiva, entendido como elemento clave de motivación y salud mental, ha sido sistemáticamente desplazado (Poucher, 2021).
Cuando el equilibrio no es una prioridad
Los datos son claros. El 33% de los deportistas de alto rendimiento ha padecido ansiedad o depresión en algún momento de su carrera (Cadena SER Navarra, 2024). Las mujeres, además, enfrentan presiones adicionales: control de peso, imagen corporal, compatibilidad con la maternidad, sexualización, infravaloración profesional… Todo ello impacta en su bienestar, pero sigue sin ocupar un lugar central en las agendas de planificación, acompañamiento o entrenamiento (Sanum, 2024).
El disfrute también cuenta
Poner el foco en el disfrute no significa romantizar el esfuerzo. Significa reconocer que practicar deporte —incluso al máximo nivel— puede y debe ser fuente de realización, placer y sentido. En cambio, seguimos atrapados en un paradigma en el que el rendimiento parece incompatible con el bienestar emocional (Knight et al., 2021). Este desequilibrio empobrece la experiencia deportiva y, paradójicamente, puede terminar afectando también al rendimiento.
Una responsabilidad compartida que interpela a todos
Hablar de entornos seguros y de una práctica deportiva saludable para las mujeres no puede seguir colocándolas únicamente a ellas como protagonistas del cambio. No se trata de que las deportistas aprendan a «gestionar mejor» su estrés o a «conciliar» sus ciclos vitales. Se trata de revisar críticamente qué estructuras, dinámicas y prácticas profesionales estamos sosteniendo los que acompañamos esos procesos: entrenadores, preparadores físicos, personal médico, psicólogos, responsables federativos, académicos.
Nos interpela a todos. Poner el foco en las mujeres deportistas implica también una profunda autocrítica y autoreflexión profesional. No es solo una cuestión de «darles voz», sino de cambiar nuestras propias lógicas de intervención y acompañamiento, que muchas veces reproducen desigualdades y culpabilizan a quienes ya están sobrecargadas (Evans & Pfister, 2021).
Conclusión: cambiar el foco, cambiar el marco
No se trata de añadir “perspectiva de género” como un apéndice en la planificación del alto rendimiento, sino de repensarlo todo desde el principio: desde cómo definimos el éxito deportivo hasta cómo medimos el bienestar. Porque solo cuando el rendimiento y el disfrute se entienden como aliados —y no como opuestos— podemos hablar de un deporte verdaderamente transformador.
Donoso, B., Reina, A., & Álvarez-Sotomayor, A. (2022). Mujer y deporte de competición: barreras percibidas para la igualdad. Cultura, Ciencia y Deporte, 17(54), 63-86. https://doi.org/10.12800/ccd.v17i54.1887
Evans, A. B., & Pfister, G. (2021). Women in sport and exercise: Challenges and opportunities. European Journal for Sport and Society, 18(1), 1–10. https://doi.org/10.1080/16138171.2020.1841261
Knight, C. J., Harwood, C. G., & Sellars, P. A. (2021). Supporting adolescent athletes: The role of parents in balancing performance, wellbeing and enjoyment. Psychology of Sport and Exercise, 52, 101825. https://doi.org/10.1016/j.psychsport.2020.101825
Poucher, Z. A., Tamminen, K. A., Caron, J. G., & Sweet, S. N. (2021). Thinking through and designing qualitative research studies: A focused mapping review of sport psychology. Psychology of Sport and Exercise, 52, 101823. https://doi.org/10.1016/j.psychsport.2020.101823
La neurodiversidad hace referencia a la variación natural que existe en el funcionamiento cerebral humano, reconociendo y valorando diferencias cognitivas como el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), el Trastorno del Espectro Autista (TEA), entre otros (Singer, 2017). Esta diversidad no solo está presente en las aulas o el trabajo, sino también en contextos deportivos, donde cada vez más atletas revelan su neurodivergencia para promover una mayor aceptación e inclusión.
Recientemente, la futbolista internacional Lucy Bronze reveló en una entrevista cómo ha convivido con el TDAH y el TEA, condiciones que no fueron diagnosticadas hasta el año 2021. Bronze destacó cómo este diagnóstico supuso un alivio significativo, permitiéndole entender y aceptar mejor ciertos aspectos de su vida personal y profesional (BBC Sport, 2024).
En el ámbito deportivo, los atletas neurodivergentes pueden enfrentar desafíos particulares, como dificultades en la gestión del estrés, sensibilidad sensorial, o problemas de atención sostenida durante largas sesiones de entrenamiento. Por ello, es fundamental crear entornos deportivos seguros, inclusivos y adaptados, capaces de apoyar activamente a estos atletas (Gaskin, Andersen & Morris, 2010).
Para construir estos entornos seguros, se sugieren diversas estrategias prácticas:
Formación específica: Entrenadores y personal técnico deberían recibir formación específica sobre neurodiversidad, para comprender mejor las necesidades específicas y las fortalezas de los atletas neurodivergentes (Armstrong, 2012).
Adaptación del entorno: Las instalaciones deportivas deberían adaptarse para reducir sobrecargas sensoriales, creando espacios tranquilos y seguros donde los deportistas puedan descansar y recuperarse del estrés.
Comunicación efectiva y empática: Establecer vías claras y abiertas de comunicación, usando métodos visuales o escritos si es necesario, para asegurar una mejor comprensión y apoyo emocional.
La inclusión y el reconocimiento de la neurodiversidad en el deporte no solo favorece el bienestar de los atletas implicados, sino que también enriquece la experiencia colectiva, aportando diversidad de enfoques y talentos (Robertson, 2010).
Es necesario seguir avanzando y sensibilizando sobre esta realidad, siguiendo el ejemplo de Lucy Bronze y muchos otros atletas, para conseguir entornos deportivos verdaderamente inclusivos.
¿Conoces iniciativas deportivas que trabajen activamente por la inclusión neurodivergente? ¡Comparte tus experiencias en los comentarios!
Referencias
Armstrong, T. (2012). Neurodiversity in the Classroom: Strength-Based Strategies to Help Students with Special Needs Succeed in School and Life. ASCD.
Gaskin, C. J., Andersen, M. B., & Morris, T. (2010). Sport and Neurodiversity: Making Sport Inclusive for People with Cognitive Disabilities. International Journal of Sport and Exercise Psychology, 8(2), 123-136. https://doi.org/10.1080/1612197X.2010.9671932
Robertson, S. M. (2010). Neurodiversity, Quality of Life, and Autistic Adults: Shifting Research and Professional Focuses onto Real-Life Challenges. Disability Studies Quarterly, 30(1). https://doi.org/10.18061/dsq.v30i1.1069
Singer, J. (2017). Neurodiversity: The Birth of an Idea. Kindle Edition.
Es fundamental reflexionar sobre cómo crear entornos seguros e inclusivos en los que adolescentes y menores puedan practicar deporte y disfrutar de sus actividades favoritas sin temor a ser juzgados, discriminados o víctimas de violencia. El reciente Barómetro Unicef Edición País Vasco (4ª edición) subraya claramente que, entre las principales fuentes de felicidad y bienestar emocional para niños y adolescentes, se encuentran precisamente y en primer lugar, las actividades de ocio y deporte, junto con las relaciones familiares y las amistades.
Sin embargo, muchas veces, estos espacios acaban convirtiéndose en escenarios donde lo/as jóvenes experimentan presiones sociales, violencia física o psicológica, y discriminación por género, etnia, orientación sexual o habilidades físicas. Esto no solo perjudica su experiencia inmediata, sino que afecta a largo plazo su autoestima, su desarrollo emocional y su bienestar general.
Numerosos estudios destacan que la práctica deportiva regular en contextos seguros contribuye a mejorar significativamente la autoestima de lo/as adolescentes, ayudando a reducir síntomas de ansiedad y depresión, y fortaleciendo su bienestar emocional general (Barroso et al., 2024).
Además, lo/as jóvenes que participan en actividades deportivas mejoran notablemente sus habilidades sociales, incluyendo una mayor capacidad para resolver conflictos, comunicarse eficazmente y trabajar en equipo (Álvarez & Martínez, 2023). Este fortalecimiento de las competencias sociales está estrechamente vinculado a una mejor adaptación social y una mayor satisfacción personal.
Organismos internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2020), han subrayado también la importancia de la actividad física como vehículo para promover el desarrollo cognitivo, emocional y social en adolescentes, indicando que muchos de estos beneficios perduran hasta la edad adulta.
Sin embargo, para lograr estos beneficios, es crucial que los entornos deportivos y recreativos sean percibidos por lo/as adolescentes como seguros, acogedores y libres de violencia o discriminación. La creación de espacios deportivos seguros implica establecer políticas concretas que garanticen la inclusión, promuevan el respeto por la diversidad y prevengan cualquier forma de violencia o acoso (Plataforma de Infancia, 2022).
Por ello, se vuelve indispensable repensar cómo estamos diseñando estos espacios, no solo desde la infraestructura, sino desde la cultura organizativa y educativa, para asegurar que cada adolescente pueda beneficiarse plenamente de las oportunidades que el deporte y el ocio les ofrecen.
Podemos empezar por repensar en la comunicación o en bienestar emocional. A estas alturas, el lenguaje degradante o los insultos son prácticas denostadas. Sin embargo ¿hemos pensado en el nivel de desarrollo de esa persona a la hora de dirigirnos a ella?. ¿Pedimos opiniones sobre nuestro estilo de comunicación? ¿ofrecemos vías para compartir sus preocupaciones?.
Frente a los tabús de los vestuarios de futbol masculino, diferentes investigaciones han señalado que existencia de una homosociabilidad permisiva en los equipos femeninos que se se configura como un fenómeno social en el que las relaciones entre mujeres dentro de un entorno deportivo se estructuran bajo dinámicas de convivencia y socialización que facilitan la expresión de identidades de género y orientación sexual diversas. En estos espacios, la proximidad emocional y física, la complicidad y la construcción de lazos afectivos permiten la emergencia de prácticas y vínculos que, aunque no necesariamente se traduzcan en relaciones homosexuales, generan un ambiente en el que estas pueden surgir y ser aceptadas con mayor naturalidad.
A diferencia de otros ámbitos sociales donde las normas de género son más rígidas, los equipos deportivos femeninos ofrecen una estructura en la que la interacción continua, la confianza mutua y la vivencia compartida de desafíos físicos y emocionales generan una cohesión grupal que desdibuja las fronteras tradicionales de la feminidad normativa. En este contexto, la homosociabilidad funciona como un mecanismo que, por un lado, reproduce ciertas lógicas del deporte dominado históricamente por los hombres, y por otro, permite una redefinición de las relaciones entre mujeres basada en el compañerismo y el apoyo mutuo.
Desde un enfoque sociológico, esta homosociabilidad permisiva no solo favorece la posibilidad de experiencias homosexuales dentro de los equipos, sino que también fomenta una mayor apertura a cuestionar las normas de género establecidas. Siguiendo los planteamientos de Becker (1963) y Goffman (1963), puede considerarse que las jugadoras atraviesan una «carrera moral» en la que exploran su identidad en un entorno que, aunque pueda estar marcado por prejuicios externos, les proporciona un espacio seguro para experimentar y resignificar su autopercepción.
Este fenómeno también se ve reforzado por la homofobia presente en el deporte profesional, que limita la visibilidad de las relaciones homosexuales y, paradójicamente, fortalece la creación de espacios cerrados de interacción entre mujeres, donde se desarrollan vínculos afectivos y sexuales sin la vigilancia normativa del exterior. De este modo, la homosociabilidad permisiva en los equipos femeninos no implica necesariamente la homosexualidad de sus integrantes, pero sí permite la existencia de relaciones que desafían las concepciones hegemónicas sobre el género y la sexualidad en el deporte.
En conclusión, la homosociabilidad permisiva en los equipos femeninos representa un modelo alternativo de socialización que, lejos de ajustarse a una dicotomía heterosexual/homosexual, pone de manifiesto la complejidad y fluidez de las identidades y los deseos. Al proporcionar un espacio donde las experiencias personales pueden desarrollarse con menor censura, estos equipos se convierten en escenarios clave para la exploración y resignificación de la identidad de género y la orientación sexual en el ámbito deportivo.
Mennesson, C. (2000). «Hard Women and Soft Women: The Social Construction of Identities among Female Boxers». International Review for the Sociology of Sport, 35(1), 21-33. https://doi.org/10.1177/101269000035001002
Peretti-Watel, P. (2001). «Neutralization Theory and the Denial of Risk: Some Evidence from Cannabis Use among French Adolescents». British Journal of Sociology, 52(3), 393-512. https://doi.org/10.1080/00071310120071193
La constante comparación entre el fútbol masculino y femenino, generalmente en términos de espectáculo y nivel de juego, responde a una construcción social que ha privilegiado históricamente el deporte masculino y ha desvalorizado el femenino. Este sesgo se traduce en afirmaciones como que el fútbol femenino es “menos vistoso” o de “menor calidad”, a pesar de que su crecimiento en las últimas décadas ha sido innegable. Ejemplo de ello es el reciente partido del Athletic Club Femenino en San Mamés el 18 de enero de 2025, donde 17.698 espectadores asistieron al enfrentamiento contra el FC Barcelona, reflejando un interés creciente por el fútbol femenino (Cadena SER, 2025).
Sin embargo, la diferencia en infraestructura, recursos y visibilidad mediática sigue marcando una brecha significativa. Según Bowes et al. (2021), el fútbol femenino ha enfrentado históricamente barreras económicas y estructurales que limitan su desarrollo, incluyendo la falta de inversión en formación y la desigual distribución de premios y sueldos. Por otro lado, Williams (2020) señala que la escasa cobertura mediática refuerza la idea de que el fútbol femenino es “menos atractivo”, generando un círculo vicioso en el que la falta de visibilidad afecta la percepción pública y, en consecuencia, el acceso a patrocinios y financiación. A pesar de estos obstáculos, la evolución del fútbol femenino demuestra que, cuando se le brinda apoyo adecuado, puede alcanzar altos niveles de competitividad y generar interés masivo, como se vio en el Mundial Femenino de 2023. La comparación con el fútbol masculino ignora estos factores estructurales y opera desde una mirada androcentrista que no reconoce las condiciones de desigualdad que han moldeado la historia del deporte. En lugar de medir ambos deportes con el mismo parámetro, es fundamental reconocer el contexto en el que han evolucionado y las barreras que aún persisten.
Referencias
Bowes, A., Culvin, A., Ratna, A., & Oliver, J. (2021). The professionalisation of women’s football: Challenges and opportunities. European Sport Management Quarterly, 21(1), 1-22.
Recientemente, publiqué un artículo en el que analizaba la incursión de tintes neoliberales en el movimiento feminista, centrándome en la construcción del «nuevo sujeto feminista». A través de una metodología de diseño convergente cuantitativo-cualitativo, realicé entrevistas a mujeres que han participado en protestas sociales y organizaciones feministas, con el objetivo de identificar cómo la identidad feminista ha integrado elementos de la ideología neoliberal. El propósito era comprender qué matices y discursos se han introducido dentro del feminismo, en un contexto donde la lógica individualista y mercantilista del neoliberalismo ha permeado múltiples movimientos sociales.
En aquel momento, el análisis fue un intento de abordar la cuestión con distancia crítica pero sin asumir una postura demasiado categórica. Sin embargo, la realidad actual nos obliga a reconsiderar este enfoque. Las imágenes que brinda Trump desde la Casablanca con todo su séquito, hace que los tintes neoliberales que parecían una amenaza sutil han sido ampliamente superados por el avance de la ultraderecha, que ha hecho de la reacción antifeminista uno de sus pilares fundamentales. Desde discursos que minimizan la violencia de género hasta estrategias políticas que buscan desmantelar avances históricos en derechos de las mujeres, nos encontramos en un momento en el que el feminismo debe reaccionar con más contundencia que nunca. En esta línea, algunas mujeres han empezado su batalla. Janet Mills, la gobernadora del estado de Maine, se ha enfrentado a Trump por respetar las leyes que en su Estado defienden los derechos de las atletas transgénero.
El reto ahora es doble: no solo debemos desenmascarar la influencia neoliberal en la identidad feminista, sino también combatir la ofensiva de las fuerzas reaccionarias que buscan devolvernos a un pasado de exclusión y subordinación. En este contexto, la organización, la sororidad y la memoria histórica son herramientas imprescindibles. Confiemos en que el feminismo sabrá hacer frente a esta nueva —y tan vieja— amenaza, reafirmando su compromiso con la justicia social y la igualdad real.
Aurrekoetxea-Casaus, M. (2025). March 8, 2019: A snapshot of new participants in the feminist mobilisation. Papers. Revista de Sociologia, 110(1), e3281-e3281. https://doi.org/10.5565/rev/papers.3281
La homosexualidad y la bisexualidad continúan siendo temas tabú en el fútbol masculino profesional, donde la cultura machista y la homofobia prevalecen, creando un entorno hostil para los jugadores LGBTQ+. Esta situación se refleja en la escasa representación de futbolistas abiertamente homosexuales; hasta la fecha, solo una decena ha declarado públicamente su orientación sexual (Marrero Santana, 2021). La presión para conformarse a una masculinidad hegemónica y el temor a la discriminación llevan a muchos jugadores a ocultar su identidad sexual, perpetuando el silencio y la invisibilidad en el deporte (Lascialandare, 2020).
Si en el fútbol profesional persiste la ocultación de la orientación sexual, resulta difícil considerar que este espacio sea seguro para el colectivo LGBTQ+. La ausencia de representación refuerza los estigmas y prejuicios, contribuyendo a un ambiente donde la homofobia y la intolerancia prevalecen. Además, la falta de campañas efectivas contra la homofobia en el fútbol, en contraste con las numerosas iniciativas contra el racismo, refuerza este clima de exclusión (Heredia Leal, 2021). Para transformar el fútbol en un espacio inclusivo y seguro, es esencial promover la visibilidad, implementar políticas antidiscriminatorias efectivas y educar a todos los actores involucrados sobre la diversidad y el respeto. Solo mediante un compromiso real con la inclusión se podrá garantizar un entorno donde los jugadores LGBTQ+ no solo sean aceptados, sino plenamente integrados en el deporte.
Referencias:
Heredia Leal, D. (2021). La espiral del silencio de la homofobia en el mundo del fútbol masculino: El tratamiento mediático de la homosexualidad en el deporte rey [Tesis de grado, Universidad de Sevilla]. Repositorio idUS. https://idus.us.es/handle/11441/133612
Marrero Santana, M. R. (2021). La aceptación de la homosexualidad en el fútbol profesional: ¿una asignatura pendiente? [Tesis de grado, Universidad de Granada]. Repositorio Digibug. https://digibug.ugr.es/handle/10481/80159