El lenguaje tiene una gran fuerza y es una gran herramienta de comunicación, a través del cual se debe representar a todas las personas de forma igualitaria. Es más, su mal uso puede menospreciar, discriminar y estigmatizar a personas o grupos. De ahí que sea muy importante cuidarlo.
En este post analizamos los diferentes usos habituales del lenguaje que utilizamos para referirnos al ámbito de la discapacidad y ofrecemos algunas pautas para hacer un uso correcto, respetuoso y consensuado del lenguaje para referirnos a las personas con discapacidad y, además, comunicar de manera no sexista.
La Convención Internacional sobre los derechos de las personas con discapacidad define el concepto de personas con discapacidad “a aquellas que tengan deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo que, al interactuar con diversas barreras, puedan impedir su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás.”
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud define la discapacidad como “un fenómeno complejo que refleja a una integración entre las características del organismo humano y las características de la sociedad en la que vive.”
En el ámbito educativo, destacamos el término de “alumnado con necesidades específicas de apoyo educativo”, que utilizamos para hacer referencia al alumnado que en algún periodo concreto de su educación requiere un apoyo, ayuda o atención específica, ya sea por alguna condición física, psíquica, emocional o sensorial, por manifestar problemas de conducta, por tener altas capacidades o por estar en una situación desfavorecida de tipo social, económica, cultural o de salud.
En resumen, una discapacidad nunca se “padece” o “sufre”, sino que se “tiene” y forma parte de la diversidad y condición humana. Se expresa en la relación con el entorno y depende tanto de la propia persona como de las barreras u obstáculos que tiene alrededor. De ahí que, cuanto más fácil y accesible sea el entorno (productos, objetos, servicios, edificios, espacios, dispositivos, tecnología, trámites, textos, documentos, etc.), menos serán las dificultades de las personas con discapacidad.
En relación a la accesibilidad, existen tres tipos:
- Accesibilidad física: se refiere a entornos que permiten que las personas con discapacidad física y/o movilidad reducida puedan utilizarlos.
- Accesibilidad sensorial: hace referencia a entornos que permiten que las personas con discapacidad visual y/o auditiva puedan utilizarlos.
- Accesibilidad cognitiva: son entornos que permiten que las personas con diferentes necesidades de comprensión puedan utilizarlos.
Partiendo de la base de que la discapacidad, como adjetivo y no como sustantivo, es una característica de la persona y no lo que la define, es importante usar la palabra PERSONA junto a ella. Así, se aconseja utilizar el término “persona con discapacidad”, que es más inclusivo y neutral, además del más utilizado, no solamente en nuestro país sino también en todo el contexto normativo internacional. De hecho, se trata de poner en acento en que las personas tienen una discapacidad pero no son, como tal, «discapacitadas».
NUNCA utilizaremos palabras como minusvalía, minusválido/a, discapacitado/a, inválido/a, retrasado/a, incapaz, personas especiales, diversidad funcional, otras capacidades, capacidades diferentes, disminuido/a, tullido/a, mutilado/a, subnormal, trastorno mental, enfermedad mental, etc.
Para finalizar, debemos tener cuidado con el término “normal” para referirnos a las personas sin discapacidad, es preferible decir “personas sin discapacidad” o “el resto de la población”. PUES NORMALES SOMOS TODOS Y TODAS.
Para finaliza este post, os recomendamos una nueva guía de FEVAS muy interesante sobre la Lectura Fácil, una guía para saber cómo escribir documentos más fáciles de entender para las personas con dificultades de comprensión lectora.
Xiomara Martínez Tolnado
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