30 de abril, Miércoles II de Pascua
En un tiempo donde la información abunda pero la verdad escasea, muchos viven en la penumbra de la desconfianza y el miedo. Preferimos a menudo la sombra cómoda de lo superficial antes que exponernos a la claridad exigente de la luz. Nos cuesta creer que algo —o alguien— haya venido simplemente para amarnos.
El Evangelio de Juan nos recuerda que el corazón de Dios no es el juicio, sino la entrega. Jesús no vino a condenar, sino a iluminar; no a señalar, sino a salvar. La luz que ofrece no nos anula, nos transforma, si dejamos que entre en nuestras obras y en nuestro modo de vivir.
Hoy estamos llamados a vivir en la luz que nos libera frente a la luz que condena. Se trata de mirar a los otros desde los ojos del amor que acoge, que impulsa, que anima; frente a la condena. Feliz miércoles.
