Ni el día ni la hora

12 de noviembre, Domingo XXXII, tiempo ordinario

Tenemos un problema en el modo en que vivimos la gestión del tiempo. Con la idea de cumplir toda las cosas que queremos/deseamos hacer la gestión de la agenda se ha convertido en un ejercicio de malabares en el que siempre se cae alguno. Nuestra prisa se convierte en ansiedad y la ansiedad en infelicidad.

El asunto del Reino es una cuestión de espera esperanzada. No sabemos ni el día ni la hora en que pueda acontecer, pero ese Reino y su fiesta representada en el novio, aparecerá y entonces nos tocará celebrarlo por todo lo grande. Entre tanto hay que tener luz suficiente para discernir los signos.

Tenemos el reto de abordar nuestra vivencia del tiempo más allá de lo productivo y lo que llaman eficaz. En la vida hay más dimensiones que ser aparentemente eficaz y que va por todo aquello de lo gratuito, de saber esperar, de desterrar la prisa para tener tiempos y vida de calidad. Feliz domingo.

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