La ‘Generación Z’, el grupo demográfico de los nacidos entre 1995 y 2010, empieza ya a manifestarse con características y necesidades diferentes a los ‘millennials’ y obligará a modificar aspectos de nuestra sociedad.
Conviene que conozcamos a esta nueva generación de jóvenes. Desde hace años los sociólogos investigan los rasgos de personalidad, tratan de comprender el comportamiento de consumo y las motivaciones de este colectivo que representan el 32% de la población mundial. Es una generación que crece deprisa y serán los destinatarios a quienes dirigir las campañas de publicidad. Según un estudio realizado por IBM, la ‘Generación Z’ representa un poder adquisitivo emergente de más de 40.000 millones de euros. Las grandes compañías han puesto su foco de atención en una generación que no se conforma con ser público pasivo de las marcas: quieren ser protagonistas.
Para los ‘jóvenes Z’ el significado del término propiedad es diferente, en donde lo importante es compartir en lugar de poseer, los modelos de negocio emergentes como la economía colaborativa son un entorno natural y representan la transformación de una sociedad que quiere cambiar la manera en la que viven. Son testigos directos de la llegada del tsunami digital. Los smartphones se han convertido en el nuevo icono de libertad en sustitución del coche. Prefieren plataformas digitales como Instagram, Secret o Snapchat a Facebook, a la que consideran anticuada. Se comunican a través de imágenes, mensajes rápidos y vídeos breves y no se conforman con compartir, quieren crear su propio contenido audiovisual en aplicaciones como Playbuzz o YouTube, en donde sus nuevos ídolos, los youtubers o bloggers superan ya a los de la industria tradicional. El lado menos positivo de vivir conectados es la pérdida de habilidades sociales. Esta es la puesta de largo de una generación con unos hábitos diferentes.
Mientras que un gran porcentaje de estos jóvenes todavía no ha terminado Primaria, otros ya son el presente de una sociedad en cambio. Algo más de un 2% se encuentra ya en el mercado laboral, pero si por algo se caracterizará esta generación es porque protagonizará el necesario relevo generacional en las empresas. En Euskadi se prevé que hasta el año 2024, de los más de 300.000 empleos que se generarán el 88% será por jubilaciones.
El gran reto que tienen las empresas es adaptar sus estructuras y su cultura a las expectativas de estos jóvenes. Su presencia en las organizaciones conllevará nuevas formas de relacionarse, de aprender y de dialogar, y en definitiva, de trabajar.
Su escenario laboral vendrá marcado por los avances en ciencia y tecnología. McKinsey indica que más del 60% de las profesiones requeridas en los próximos años no cuenta todavía con un programa de formación académica. Otros estudios de la Universidad de Oxford reflejan que el 47% de las profesiones actuales desaparecerá en la próxima década y, de las que continúen, el 90% requerirá nuevas competencias. Aunque pudiera verse como un escenario preocupante, debe interpretarse en clave positiva.
Hablamos de un gran abanico de oportunidades para quienes apuesten por liderar el cambio. Un futuro laboral caracterizado por la incertidumbre y por una continua renovación, con nuevas profesiones en entornos de trabajos multiculturales y globales, y en donde la formación académica no puede convertirse en el fin, sino que tiene que formar parte del itinerario laboral. En el Foro de Davos de este año, Alain Dehaze, CEO de Adecco, advertía de que «dada la rapidez con la que se producen los cambios, el viejo paradigma de estudiar una carrera seguida por una trayectoria en ese campo ya no funcionará (…) Aprender a lo largo de toda la vida es una obligación, y está en las manos de los empleadores y de los gobiernos invertir en formación, y en la de los empleados comprometerse para actualizar constantemente sus habilidades». En esta misma línea, las empresas tienen que ver la formación como una inversión y no como un coste.
La ‘Generación Z’ también impacta de lleno en el mundo de la educación, desde edades muy tempranas utilizan plataformas online en todo el proceso de aprendizaje. Anne Boysen recuerda que: «esta generación usa YouTube de forma periódica para sus deberes, lo que indica que quieren un mayor grado de personalización en la educación. Si no les gusta o no entienden el enfoque de su profesor, buscarán a alguien online que se lo explique mejor».
Mucho se ha escrito sobre la transformación que tiene que producirse en las universidades para dar respuesta a las exigencias de las sociedades modernas. Debido a la rapidez con la que se producen los cambios en el mercado laboral, los conocimientos adquiridos, rápidamente se quedan obsoletos. Mientras que los sistemas de acreditación velan por la calidad universitaria, suponen una limitación a la flexibilidad y celeridad deseable por las universidades. La universidad debe reflexionar e impulsar desde dentro una transformación para adaptarse a las características propias de las diferentes generaciones que ingresan año tras año en sus aulas, avanzando en modelos experienciales y basados en retos, y dejando a un lado enfoques más tradicionales. En definitiva, estamos ante una generación que requiere nuevas formas de aprendizaje.
Su llegada al mercado laboral acelerará los cambios que ya venimos observando en la sociedad, será un proceso en el que tendremos que aprender a convivir las diferentes generaciones, pero también tendrán que saber adaptarse al mundo al que se incorporan, no desaprovechando la experiencia de sus predecesores. Si bien es cierto que esta sociedad ofrece muchas posibilidades, nos encontramos en un contexto marcado por el paro juvenil, por la fractura social provocada por la desigualdad, la falta de confianza en los políticos, el poder del que se ha apropiado la banca y que no le corresponde, la crisis de identidad de la Unión Europea y, a toda esta inestabilidad geopolítica, se le añaden los neoliberalismos populistas a ambos lados del Atlántico. Las perspectivas del mundo no son optimistas y mucho deberán esforzarse si quieren cambiar esta sociedad. Espero y deseo que cuando en el futuro hablemos de estas personas, no nos refiramos a ellas como ‘los años que les tocó vivir’ y sí como la ‘Generación propulsora del cambio’.
La ‘Generación Z’ es una realidad y son nuestro futuro. ‘The New York Times’ aconseja «hacer sitio» a estos jóvenes que quieren intentar cambiar el mundo.