La Comunidad Valenciana, ¿fin de la hegemonía del PP?

Artículo escrito por Pau Palop  @pau_palop

En las elecciones autonómicas de mayo de 2011, el Partido Popular de la Comunidad Valenciana (PPCV) logró de la mano de Francisco Camps su cuarta mayoría absoluta (55 diputados de 99 y un 48.5 por ciento de los votos). Si es verdad que no hubo sorpresas en la mayoría conservadora, sí que las hubo en la configuración de la oposición parlamentaria. El Partido Socialista (PSPV) consiguió únicamente 33 diputados y un 27.5 por ciento de los votos -descubriendo un nuevo “suelo electoral”-. Por otra parte, Compromís, la coalición formada por el Bloc, Iniciativa y Els Verds, obtuvo 6 diputados y un 7.03% de los votos, superando sin problema la barrera electoral del 5% y contradiciendo prácticamente todas las encuestas publicadas en las que la coalición no obtenía representación parlamentaria. Por último, Esquerra Unida (EUPV) obtuvo 5 diputados y un 5.8 por ciento de los votos.

El Partido Popular, que obtuvo la mayoría absoluta a pesar de los escándalos de corrupción (Gürtel, Brugal…), ha ido perdiendo durante está legislatura parte de sus apoyos. En primer lugar, con la imputación de Francisco Camps en la causa de los trajes y su posterior dimisión como President de la Generalitat. Su sustituto, Alberto Fabra, fue impuesto por la dirección nacional del partido y ha mantenido un perfil bajo durante los dos años que lleva en el cargo, alejándose del perfil mediático de Camps e intentando marcar las distancias con la gestión previa.

En segundo lugar, el PPCV ya no puede sostener su programa electoral en los pilares que utilizaba hace diez años: los grandes eventos, infraestructuras y la defensa de la “identidad” de los valencianos frente los ataques de los “catalanes” y del Gobierno socialista. La crisis económica, que ha afectado a la Comundad Valenciana especialmente,  se ha llevado por delante la posibilidad de invertir en grandes eventos, dejando a Valencia sin dos de las grandes apuestas de Camps y Rita Barberà: la Fórmula 1 y la America’s Cup. Por otro lado, durante estos años el Consell tampoco ha podido plantear nuevas infraestructuras y, además, ha visto como las ya construidas empezaban a evidenciar problemas  -recientemente, por ejemplo, se ha tenido que retirar la cubierta de trencadís del Palau de les Arts porque provocaba daños a la estructura-. Por último, con el movimiento independentista catalán en auge, los partidos valencianos han marcado las distancias, haciendo evidente que ninguno de ellos apuesta por la independencia del Pais Valencià  y que no eran tan “catalanistas” como el PPCV decía. Por otro lado, en el gobierno central ya no está Zapatero, sino Rajoy. Echar la culpa de los problemas de la Comunidad al Gobierno ya no es tan fácil, y no es posible argumentar que los “socialistas” discriminan a Valencia. Además, el cierre de Canal 9 se ha visto como un ataque directo de Fabra a la autonomía valenciana.

Por su parte, el PSPV desde que Lerma abandonó la presidencia de la Generalitat ha probado con varios líderes (Antoni Asunción, Joan Ignasi Pla, Jorge Alarte y ahora Ximo Puig) y ninguno ha logrado convertirse en un líder de oposición con opciones a gobernar, de hecho, conforme los líderes pasaban y las elecciones se celebraban, el PSPV ha empeorado sus resultados hasta obtener los peores de su historia en las pasadas elecciones de 2011. Aunque el problema de liderazgo explica mucho de la situación actual del PSPV, no hay que olvidar su otro gran problema: la falta de un proyecto alternativo. El PSPV no ha sabido ofrecer una narrativa diferente a la del PPCV. Prácticamente, ha participado de todos los eventos y macroinfraestructuras que se le iban ocurriendo al PPCV. Ha creído, en definitiva, que oponerse frontalmente al modelo impulsado por Camps y Rita Barberà les restaría votos. Quizás una lectura correcta en el corto plazo -la hegemonía durante 20 años del PPCV no se puede obviar-, pero no en el largo. Mientras el PSPV iba por detrás del PP, un nuevo movimiento ha surgido a su izquierda y le ha comido terreno: Compromís.

 

La marca Compromís se utilizó por primera vez en las elecciones autonómicas de 2007. En ese momento, la coalición estaba liderada por Esquerra Unida y el Bloc. Al año de esa legislatura, EUPV se rompió y parte de sus diputados, entre los que destacó Mónica Oltra, decidieron fundar un nuevo partido, Iniciativa. De esta forma, EUPV formó grupo propio en Les Corts y el grupo Compromís pasó a estar liderado por el Bloc e Iniciativa. A pesar de este inicio, Compromís adquirió gran protagonismo. De la mano de Mónica Oltra hizo oposición al proyecto del PPCV, denunciando sus irregularidades y haciendo visibles sus defectos. Se convirtió en la formación de la lucha anticorrupción, la única que empezaba a proponer un modelo alternativo al del PPCV de forma eficaz, ayudada por la buena gestión de las redes sociales. El papel de los diputados de Compromís, en especial de Mónica Oltra, hizo que la formación no tuviera problemas para saltar la barrera electoral en 2011 y convertirse en el tercer partido de la Comunidad Valenciana, desbancando a EUPV. En los úĺtimos años, Compromís ha seguido con su estrategia, basada en la denuncia de la gestión del PPCV, y además ha iniciado un proceso de convergencia de los tres partidos que forman la coalición para llegar a las próximas elecciones de 2015 como un partido unido. EUPV en solitario, de la mano de Marga Sanz, mantiene un electorado fiel. Según las encuestas, al igual que Compromís, crece hasta obtener en torno al 10 por ciento de los votos y probablemente será clave en la formación de gobierno en 2015.

Las elecciones de 2015

 La deuda acumulada por el Consell en las últimas dos décadas, unida a errores graves en la gestión de los asuntos públicos han hecho visibles los fallos del modelo de gobierno desarrollado por el PPCV. El cierre en directo de Canal 9, aumento de las listas de espera en sanidad, miles de estudiantes dando clase en barracones, pérdida del sistema financiero valenciano (CAM, Bancaja, Banco de Valencia) o el  aeropuerto sin aviones de Castellónson alguno de los ejemplos. En resumen, existe la percepción de que el PP valenciano ha perdido el control y esa sensación se refleja en las encuestas. Todas las publicadas recientemente presentan un escenario muy diferente al de 2011: el PP pierde la mayoría absoluta, el PSPV se estanca, Compromís y EUPV duplicán el número de votos y UPyD entraría en el Les Corts. En consecuencia, la idea de un Gobierno tripartito de izquierdas empieza a sonar con fuerza.

Además, por primera vez desde la desparición de Unió Valenciana, el voto de la derecha podría dividirse entre varios partidos, amenazando la hegemonía del PP entre el electorado conservador. Las encuestas apuntan a que UPyD podría conseguir representación parlamentaria llevándose a muchos de los votantes del PPCV, algo que ya pasó en las elecciones generales cuando Toni Cantó consiguió su acta de diputado nacional en noviembre de 2011. Además, la reciente presentación de Movimiento Ciudadano, con el apoyo de Francisco -la “voz” de la Comunidad Valenciana-, o del recién creado partido Vox, hace prever que en las próximas elecciones el electorado conservador tendrá, al menos, tres o cuatro formaciones para elegir.

¿Qué estrategia podría seguir el PPCV a partir de ahora? Los partidos de la oposición piensan que el PP no podrá frenar el desgaste y que cuanto más tiempo pase hasta las elecciones, mejor para ellos. Por otro lado, el PPCV es consciente de que la aparición de competidores a la derecha o al centro le están restando votos y que no podrá gobernar en solitario a partir de 2015. La pregunta que se tienen que estar planteando ahora mismo es si podrán gobernar de alguna forma (en coalición) o si dan por perdida la Generalitat. Probablemente, Fabra decidirá agotar la legislatura, a la espera de que la crisis amaine y la situación económica de la Comunidad mejore. Además, los malos resultados de la gestión de Fabra amenazan su liderazgo al frente del PP valenciano, ya de por sí débil, y hacen que empiecen a sonar otros nombres para la candidatura popular en 2015.

En definitiva, parece que los resultados de las elecciones de 2015 se juegan ahora en el terreno de la oposición. Los tres partidos son conscientes de que, salvo sorpresas, deberán gobernar juntos y que la estrategia del PP se centrará en promover el miedo al tripartito. El PSPV, Compromís y EUPV tienen un año y medio para demostrar que podrían gobernar juntos y para ello deberían empezar a actuar coordinadamente en temas que son clave para el electorado progresista, como la mejora de la educación o la lucha contra la privatización de la sanidad. En todo caso, deberán evitar ataques entre ellos, como ha pasado con anterioridad, y centrar su estrategia de diferenciación en las propuestas. En otras palabras, el PPCV, a falta de argumentos para defender su gestión, se dedicará a criticar la potencial gestión de un tripartito de izquierdas –como ya ha empezado a hacer-, situándose en el papel propio de un partido que ya da por asumido que no gobernará a partir de las próximas elecciones, al menos por méritos propios.

Las elecciones de mayo de 2015 se seguirán con atención en el  resto del estado: a nadie se le escapa que el resultado del Partido Popular en las generales del 2015 se verá muy condicionado por lo que pase en Valencia meses antes. ¿Supondrá Valencia el principio del fin de la hegemonía del PP a nivel estatal?

 

 

Navarra,ante un cruce histórico

La expansión del bloque vasquista podría cambiar el rumbo político de la Comunidad Foral después de 30 años

Texto escrito por @apuente

“Hemos estado a punto de hacer el ridículo transmitiendo que el adelanto electoral era inminente”. Patxi Zabaleta, líder del partido abertzale Aralar, me hizo esta confesión en mayo del año pasado. Durante la última primavera el run-run de un posible adelanto de las elecciones recorrió la Comunidad Foral. El gobierno de Yolanda Barcina se encontraba entonces en una situación delicada, asediado por los casos de corrupción ligados a Caja Navarra y en minoría parlamentaria desde que el PSN fuera expulsado del Ejecutivo al no plegarse al argumentario de UPN. Los duros reproches que todos los partidos de la oposición hacían al Ejecutivo Foral apretaban, pero el PSN no quiso llegar a ahogar apoyando una moción de censura.

Finalmente, Barcina no adelantó las elecciones. El caso de Caja Navarra fue archivado y para el fin del verano nadie creía que las elecciones se pudieran adelantar. Fue uno de esos espejismos que ocurren en los momentos de grandes cambios políticos, nunca lineales, en los que, cuando parece que se ha llegado al final, de pronto se observa que aún queda un buen trecho para alcanzar cumbre.

Navarra está en un cambio sin precedentes en su historia política reciente. Se intuye el final de la hegemonía de UPN pero, por si fuera poco novedoso, esto no ocurre debido a la pujanza del PSN sino por la capacidad de un bloque vasquista compartido a medias por Geroa Bai y Bildu. Un bloque que es deudor directo de Nafarroa Bai, un artefacto político que lenta pero irreversiblemente replanteó el mapa político foral. Según las encuestas, que en el caso de Navarra son pocas y de mala calidad, entre Bildu y Geroa podrían alcanzarse un número de escaños que rondarían los 20-22. Si unimos a Ezkerra, el eventual tripartito «progresista-vasquista» rozaría los 25. La mayoría absoluta en el Parlamento Navarro se obtiene con 26 diputados. Que semejante vuelco electoral sea, no ya probable, sino solo posible, abre un panorama desconocido en un territorio como el navarro, donde entre UPN y PSN han venido acaparando históricamente en torno a los 2/3 de la cámara.

¿Qué ha pasado para llegar a este drástico adelgazamiento de los partidos de poder tradicionales? En primer lugar hay que señalar el cambio político que supuso Nafarroa Bai. NaBai fue un partido que aglutinó a diversas marcas vasquistas con un amplio espectro en el eje izquierda-derecha, desde el PNV navarro hasta Aralar. Esta marca, que en un primer momento aprovechó el hueco dejado por la ilegalización de las formaciones abertzales herederas de Batasuna, funcionó como catalizador del cambio y supo ser flexible en dar una imagen suficientemente anti-establishment para recoger el voto desencantado de la política pero suficientemente sensata para actuar como voto de castigo a PSN y UPN.

El segundo gran factor es el comportamiento que la agrupación socialista ha mantenido las últimas tres elecciones. En 2007 entre socialistas y NaBai sumaron por primera vez más diputados que UPN: 24 contra 22. Un pacto entre ambas fuerzas podría haberle arrebatado la silla del ejecutivo foral al UPN, pero desde Ferraz se impuso no hacerlo, desatando una crisis en el seno de la federación con escisión fracasada incluida. La situación se repite en 2011, cuando los socialistas, tras cosechar el peor resultado de su historia, deciden ahondar en su postura contraria al cambio y apoyan a UPN, esta vez entrando en el gobierno. La fórmula bipartita UPN-PSN acabó estrepitosamente sin haber cumplido un año cuando la presidenta Yolanda Barcina destituyó a su socio de gobierno acusándole de desleal por haber alertado de un déficit oculto en las cuentas forales.

No menos importante es que esta concatenación de torpezas en el PSN coincidió con un momento en el que la derecha se fragmentaba, al no suscribir el PP su acuerdo tradicional para presentarse junto a UPN. En las elecciones de 2011 UPN y PP acuden por primera vez como listas diferentes, aunque consiguen una suma positiva: entre ambos obtienen 23 escaños, uno más que los obtenidos por la candidatura conjunta en 2007. Sin embargo, esto será difícil de repetir en las siguientes, habida cuenta del desgaste del PP en el ámbito nacional y de UPN en el foral.

Por último, no se puede olvidar el papel de la sociedad civil navarra. Esta última legislatura los movimientos sociales han sido especialmente fértiles hasta constituirse en una auténtica fuerza política en la calle. Fenómenos como la asociación Kontuz!, nacida para llevar a juicio a los responsables del expolio de Caja Navarra, el movimiento en torno a la privatización de las cocinas en el Hospital de Navarra, que ha hecho saltar un reguero de noticias en los medios estatales, o la fuerza demostrada por los sindicatos, sobre todo LAB, en la defensa de los profesores del modelo D tras el ataque de los medios de Madrid a cuenta de un informe de la Guardia Civil, son solo algunos ejemplos de la importancia que está tomando la sociedad civil en la Comunidad Foral.

Navarra, una comunidad periférica en el proyecto político español, en esta última legislatura ha ganado terreno en la agenda mediática al tiempo que imponía un calendario propio. Pero esto puede ser solo el principio: si el tripartito vasquista llegara a producirse, el pacto entre PNV y Bildu -imposible en la CAV- situaría a Navarra en el epicentro del proyecto político vasco, un lugar que hasta ahora ostentaba de manera simbólica pero jamás real.

¿Puede llegar a darse este terremoto? No es fácil en absoluto. Las inercias pesan mucho, más en la pequeña política como la de una comunidad con poco más de 300.000 votantes. Pero no es imposible, y eso solo ya es noticiable. Depende de la capacidad de los potenciales integrantes del tripartito para comenzar desde ya a construir un proyecto político común y de la generosidad que entre ellos tengan los potenciales participantes de este tripartito: Bildu, Geroa y Ezkerra. Los pactos, sin embargo, se diseñan el día después de las elecciones, y en Navarra la geometría está muy abierta. Lo que seguro se dilucidará en 2015 -si las elecciones llegan cuando tocan- es si el bloque vasquista, tras su momento de expansión, es flor de un día o de verdad marca un cambio de tendencia con enganche social.