La expansión del bloque vasquista podría cambiar el rumbo político de la Comunidad Foral después de 30 años
Texto escrito por @apuente
“Hemos estado a punto de hacer el ridículo transmitiendo que el adelanto electoral era inminente”. Patxi Zabaleta, líder del partido abertzale Aralar, me hizo esta confesión en mayo del año pasado. Durante la última primavera el run-run de un posible adelanto de las elecciones recorrió la Comunidad Foral. El gobierno de Yolanda Barcina se encontraba entonces en una situación delicada, asediado por los casos de corrupción ligados a Caja Navarra y en minoría parlamentaria desde que el PSN fuera expulsado del Ejecutivo al no plegarse al argumentario de UPN. Los duros reproches que todos los partidos de la oposición hacían al Ejecutivo Foral apretaban, pero el PSN no quiso llegar a ahogar apoyando una moción de censura.
Finalmente, Barcina no adelantó las elecciones. El caso de Caja Navarra fue archivado y para el fin del verano nadie creía que las elecciones se pudieran adelantar. Fue uno de esos espejismos que ocurren en los momentos de grandes cambios políticos, nunca lineales, en los que, cuando parece que se ha llegado al final, de pronto se observa que aún queda un buen trecho para alcanzar cumbre.
Navarra está en un cambio sin precedentes en su historia política reciente. Se intuye el final de la hegemonía de UPN pero, por si fuera poco novedoso, esto no ocurre debido a la pujanza del PSN sino por la capacidad de un bloque vasquista compartido a medias por Geroa Bai y Bildu. Un bloque que es deudor directo de Nafarroa Bai, un artefacto político que lenta pero irreversiblemente replanteó el mapa político foral. Según las encuestas, que en el caso de Navarra son pocas y de mala calidad, entre Bildu y Geroa podrían alcanzarse un número de escaños que rondarían los 20-22. Si unimos a Ezkerra, el eventual tripartito «progresista-vasquista» rozaría los 25. La mayoría absoluta en el Parlamento Navarro se obtiene con 26 diputados. Que semejante vuelco electoral sea, no ya probable, sino solo posible, abre un panorama desconocido en un territorio como el navarro, donde entre UPN y PSN han venido acaparando históricamente en torno a los 2/3 de la cámara.
¿Qué ha pasado para llegar a este drástico adelgazamiento de los partidos de poder tradicionales? En primer lugar hay que señalar el cambio político que supuso Nafarroa Bai. NaBai fue un partido que aglutinó a diversas marcas vasquistas con un amplio espectro en el eje izquierda-derecha, desde el PNV navarro hasta Aralar. Esta marca, que en un primer momento aprovechó el hueco dejado por la ilegalización de las formaciones abertzales herederas de Batasuna, funcionó como catalizador del cambio y supo ser flexible en dar una imagen suficientemente anti-establishment para recoger el voto desencantado de la política pero suficientemente sensata para actuar como voto de castigo a PSN y UPN.
El segundo gran factor es el comportamiento que la agrupación socialista ha mantenido las últimas tres elecciones. En 2007 entre socialistas y NaBai sumaron por primera vez más diputados que UPN: 24 contra 22. Un pacto entre ambas fuerzas podría haberle arrebatado la silla del ejecutivo foral al UPN, pero desde Ferraz se impuso no hacerlo, desatando una crisis en el seno de la federación con escisión fracasada incluida. La situación se repite en 2011, cuando los socialistas, tras cosechar el peor resultado de su historia, deciden ahondar en su postura contraria al cambio y apoyan a UPN, esta vez entrando en el gobierno. La fórmula bipartita UPN-PSN acabó estrepitosamente sin haber cumplido un año cuando la presidenta Yolanda Barcina destituyó a su socio de gobierno acusándole de desleal por haber alertado de un déficit oculto en las cuentas forales.
No menos importante es que esta concatenación de torpezas en el PSN coincidió con un momento en el que la derecha se fragmentaba, al no suscribir el PP su acuerdo tradicional para presentarse junto a UPN. En las elecciones de 2011 UPN y PP acuden por primera vez como listas diferentes, aunque consiguen una suma positiva: entre ambos obtienen 23 escaños, uno más que los obtenidos por la candidatura conjunta en 2007. Sin embargo, esto será difícil de repetir en las siguientes, habida cuenta del desgaste del PP en el ámbito nacional y de UPN en el foral.
Por último, no se puede olvidar el papel de la sociedad civil navarra. Esta última legislatura los movimientos sociales han sido especialmente fértiles hasta constituirse en una auténtica fuerza política en la calle. Fenómenos como la asociación Kontuz!, nacida para llevar a juicio a los responsables del expolio de Caja Navarra, el movimiento en torno a la privatización de las cocinas en el Hospital de Navarra, que ha hecho saltar un reguero de noticias en los medios estatales, o la fuerza demostrada por los sindicatos, sobre todo LAB, en la defensa de los profesores del modelo D tras el ataque de los medios de Madrid a cuenta de un informe de la Guardia Civil, son solo algunos ejemplos de la importancia que está tomando la sociedad civil en la Comunidad Foral.
Navarra, una comunidad periférica en el proyecto político español, en esta última legislatura ha ganado terreno en la agenda mediática al tiempo que imponía un calendario propio. Pero esto puede ser solo el principio: si el tripartito vasquista llegara a producirse, el pacto entre PNV y Bildu -imposible en la CAV- situaría a Navarra en el epicentro del proyecto político vasco, un lugar que hasta ahora ostentaba de manera simbólica pero jamás real.
¿Puede llegar a darse este terremoto? No es fácil en absoluto. Las inercias pesan mucho, más en la pequeña política como la de una comunidad con poco más de 300.000 votantes. Pero no es imposible, y eso solo ya es noticiable. Depende de la capacidad de los potenciales integrantes del tripartito para comenzar desde ya a construir un proyecto político común y de la generosidad que entre ellos tengan los potenciales participantes de este tripartito: Bildu, Geroa y Ezkerra. Los pactos, sin embargo, se diseñan el día después de las elecciones, y en Navarra la geometría está muy abierta. Lo que seguro se dilucidará en 2015 -si las elecciones llegan cuando tocan- es si el bloque vasquista, tras su momento de expansión, es flor de un día o de verdad marca un cambio de tendencia con enganche social.