En un entorno de complejidad como el actual, la búsqueda de respuestas y soluciones debe  abordar la propia innovación como sujeto y objeto de innovación. La integración coherente de los objetivos de productividad, calidad y transformación pueden ayudar en sobremanera a innovar en las propias estrategias de innovación.

La innovación focalizada en la productividad se convierte en incrementalista (Hamel, 2000), centrada en la cantidad, soportada sobre una ligera alteración de la realidad conocida y una amplia difusión entre la ciudadanía. Una innovación centrada en el número y la magnitud. La innovación así entendida es un ejercicio necesario en aquellas realidades en las que la sociedad debe seguir adelante en un escenario de máxima complejidad como el planteado en la actualidad. Esta aproximación a la innovación incide en la manera de hacer, en el amplio abanico de las innovaciones técnicas y materiales, reflejadas en estructuras y procesos, pero sobre todo en resultados (productos, servicios y programas). Pero, no profundiza adecuadamente en las otras esferas del buen gobierno: porque no piensa suficientemente en modelos alternativos; no consolida la experimentación como una profunda fuente de aprendizaje; y recoge el sentir ciudadano reducido a emociones superficiales al servicio de una mercantilización de plazos cortos e inmediatos.

La innovación centrada en la calidad busca una vía de avance en una visión adaptativa, que profundice en la modificación y el cambio de lo conocido. Se trata de una innovación centrada en las propiedades inherentes a las personas y las cosas. Es una propuesta útil para una sociedad que exige la calidad en sus usos y consumos. Se vuelve a incidir en la manera de hacer, reincidiendo en las soluciones técnicas y materiales de la innovación, con un mayor protagonismo concedido a estructuras y procesos en la búsqueda de la calidad. Si bien se continúa desarrollando escuetamente el modo de pensar, tanto en cuanto que generador de modelos distintos a los conocidos. Tampoco se profundiza en el estilo de aprender,  al no impulsar la experimentación significativa que refuerza conocimientos, junto a competencias y valores desde los que abordar la innovación. Y la forma de sentir de los ciudadanos sigue sin ser abordada en profundidad, más allá de una emocionalización superficial de las experiencias.

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La innovación orientada a la transformación y cambio social, se muestra próxima a las necesidades perentorias de los nuevos tiempos y espacios, profundiza en una aproximación radical, sustentada en la creación e, incluso, en la co-creación, en procesos de creación compartidos desde la participación y la corresponsabilidad. Es una innovación preocupada por la cualidad, que se centra en la transformación de la naturaleza intrínseca de las cosas, sobre todo si éstas no dan respuesta a las cuestiones planteadas o si, incluso, son fuentes generadoras de nuevos problemas. La manera de hacer, configurada en torno a las innovaciones técnicas y materiales, es ahora sujeto de transformación. Fundamentalmente, la innovación encuentra su campo de implementación en: la generación de modelos alternativos (desde otros modos de pensar); el fomento de la experimentación en torno a la adquisición de competencias y conocimientos (otros estilos de aprender); y la consideración de emociones, motivaciones y valores de las personas y ciudadanos (otras formas de sentir).