En 1986, la Asamblea General de Naciones Unidas declaraba el 1 de octubre como Día Mundial del Hábitat, “con la intención de recordar a los habitantes del planeta su capacidad, responsabilidad y poder para dar forma al futuro de nuestras ciudades y pueblos”. Casi tres décadas despues, dicha Asamblea General, “reconociendo la importancia de los servicios urbanos básicos como base para el desarrollo social y económico general”, aprobó el 27 de diciembre de 2013 una resolución que designaba el 31 de octubre como el Día Mundial de las Ciudades. Este año, la ONU ha elegido para dicha conmemoración el tema “Ciudades Inclusivas, Desarrollo Compartido”, incidiendo en la necesidad de vincular el desarrollo humano sostenible con el carácter cohesivo de las ciudades.

Pero, este año además, el mes de octubre ha acogido la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible HABITAT III. A lo largo de cinco días en Quito (Ecuador), se han celebrado decenas de sesiones de trabajo y plenarias en las que se han encontrado representantes de organismos internacionales, estados, regiones y ciudades del Mundo, junto a responsables de empresas y entidades sociales, así como académicos universitarios y profesionales, además de un nutrido grupo de ciudadanas y ciudadanos de procedencias diversas, hasta sumar más de 35.000 asistentes.

El fenómeno de las conferencias mundiales HABITAT se inició en 1976, cuando los gobiernos decidieron encarar los problemas de un acelerado proceso de urbanización, deterioro medioambiental, incremento de asentamientos en las periferias, creciente desigualdad y pérdida de calidad de vida. La primera conferencia, celebrada en Vancouver invitó a los gobiernos a establecer estrategias de desarrollo con enfoque territorial y estableció la primera agencia y programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos, con sede en Nairobi (Kenia).

La segunda conferencia, celebrada en 1996 tuvo a Estambul como anfitriona. El documento aprobado asumía los objetivos de “garantizar una vivienda adecuada para todos y hacer que los asentamientos humanos fueran más seguros, salubres, habitables, equitativos, sostenibles y productivos”.

Pero, veinte años son muchos años en la vida de cualquier persona y, seguramente, lo son demasiados en una sociedad global y acelerada como la actual, con lo que se hacía perentoria una tercera convocatoria, celebrada este mes de octubre en Quito, en la que avanzar tanto en la identificación de los temas críticos como en la búsqueda de soluciones globales y locales a los mismos.

La Agenda 2030, aprobada por Naciones Unidas en 2015, compilaba 17 objetivos para un desarrollo sostenible y subrayaba, en su objetivo 11, la necesidad de convertir las ciudades, en espacios inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.

Hoy, más de la mitad de la población mundial vive en zonas urbanas y esta cifra aumentará al 70% en 2050, si bien, en regiones como Latinoamérica, ya se han alcanzado dichos porcentajes en la actualidad. Como resultado de esta acelerada evolución, las ciudades se han convertido en epicentro de los grandes retos de la humanidad. Los problemas vinculados con la contaminación y el cambio climático encuentran fundamento en los modelos de movilidad y transporte adoptados en las ciudades, así como en la sobreexplotación en el uso y consumo de espacios y recursos. La necesidad de generar desarrollo económico y empleo, fuente de autoestima, autonomía personal y bienestar, planea sobre las ciudades. Las contradicciones y desajustes del modelo económico global han provocado crecientes desigualdades que se concentran, sobre todo, en las periferias urbanas, donde habita un tercio de la población urbana en asentamientos informales y suburbios. El fomento de la creatividad y el acceso a la cultura y la educación tampoco han salido bien paradas en la gobernanza de las ciudades.  El desarrollo sostenible basado en un desarrollo humano -medioambiental, económico, social y cultural- implica promover un desarrollo urbano sostenible integral.

La Nueva Agenda Urbana aprobada en HABITAT III, tras varios años de debate y contraste, supone el primer paso de una larga serie de pasos que habrá que ir dando en dicha dirección. Es un breve documento de 24 páginas y 175 puntos, que recogen: una visión compartida en torno al desarrollo urbano sostenible; una llamada a la acción coordinada de instituciones, empresas, entidades sociales y ciudadanía; y una propuesta de implementación soportada en el diseño, gobernanza, planificación y gestión de las ciudades.

Cuestiones muy importantes quedan sin respuesta. Se requiere un gobierno del mundo eficiente y eficaz a partir del empoderamiento de los organismos internacionales frente a las soberanías nacionales. Las medidas propuestas no son vinculantes para los estados y generan incertidumbre. La presencia de regiones, ciudades y municipios exige un modelo de gobernanza multinivel suficiente y adecuado. Una agenda de estas características necesita de una sincera implicación del tejido empresarial en el cumplimiento de los objetivos y medidas planteadas. Las entidades sociales sin ánimo de lucro deben encontrar espacios de co-creación, pero también de corresponsabilidad. Y la ciudadanía necesitará interiorizar valores como la alteridad, empatía y solidaridad para afianzar una apuesta como la planteada.

Un desarrollo urbano sostenible es sinónimo de ciudades compactas, coopetitivas, cohesivas y creativas, impulsadas por una gobernanza democrática y liderazgo relacional. El derecho a la ciudad es derecho a la ciudadanía, es la plasmación actualizada de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, tan dignamente formulada por la fuerza de la razón y tan maltratada por la fuerza de los hechos en décadas posteriores.

(Publicado en el periódico DEIA. 2-11-16)