Me insisten desde los medios de comunicación en la pregunta de cómo va a ser nuestro mundo y sus ciudades en el futuro. A lo que respondo siempre que no lo sé, que no cuento con una bola de cristal, ni datos suficientes, ni conocimiento necesario para responder. Pero, dicho esto, sí comparto la imagen de mundo y ciudad que me gustaría ver en el espejo dentro de unos años, basada en la profunda transformación de la realidad que vivíamos antes de declararse la pandemia.

En este momento, desde mi punto de vista, estamos caminando por una la larga fase de transición que sólo terminará cuando la vacuna nos devuelva a un mínimo de confianza sanitaria, que no plena seguridad. Pero, al menos, su consecución nos planteará un modelo de convivencia similar a la desarrollada con otros virus y enfermedades en tiempos recientes. Mientras tanto, en esta fase de transición, un limitado número de personas y una distancia física de los dos metros serán los dos parámetros que nos acompañarán inexorablemente en la vida cotidiana.

Si utilizamos el fenómeno del ocio urbano como metáfora, ambos criterios nos enfrentarán al reto de: hacer culturalmente factibles las propuestas de ocio; hacer económicamente viables las iniciativas; hacer socialmente equitativo el acceso y uso de las mismas; y hacer medioambientalmente ecológicas las adecuaciones temporales. Casi nada. Un reto monumental de creatividad, aprendizaje, investigación, desarrollo e innovación como pocas veces hemos encarado anteriormente y extensible a otras esferas de nuestra existencia.

Pienso que es posible dar salida a las actividades de ocio cultural, deportivo, turístico y recreativo en esta fase de transición, limitando número y salvaguardando distancia, pero su materialización cultural, económica, social y ecológica va a exigir soluciones disruptivas que pueden llegar a cuestionar la naturaleza de las actividades tal y como las conocíamos antes de la pandemia.

Las actividades culturales que desarrollamos individualmente no sólo no tienen por qué sufrir las restricciones, sino que pueden beneficiarse de la reivindicación de su valor a lo largo del confinamiento. La lectura, la visión de películas o series, la escucha o interpretación de música, la creación plástica o audiovisual… son actividades que las personas pueden mantener e incrementar en la transición. Y el acceso a las instituciones, empresas y entidades sociales que proveen de recursos, productos y servicios pueden activarse en formato digital no monopolizado y en formato presencial pautado. Por otro lado, las actividades culturales que disfrutamos colectivamente sí están sufriendo la doble limitación de número y distancia de un modo contundente. La transición exige reinventarse, aunque sea temporalmente, buscando pequeños formatos adecuados al contexto presente. El desarrollo de la idea de que lo pequeño es bello, de que el sentido creativo, lúdico, de desarrollo y festivo son la esencia de estos eventos, puede salvaguardarse por medio de formatos cargados de la misma creatividad que los puso en marcha y de la misma colaboración entre agentes diversos que los llevó al escenario antes de la pandemia.

Las actividades deportivas que podemos realizar individualmente van sufriendo el mismo impacto positivo en esta fase de transición. La obligada inmovilización nos ha hecho valorar el ejercicio físico en lo que aporta de salud física y mental. De ahí, la especie de ciclogénesis explosiva deportiva que hemos vivido en las primeras jornadas de desescalada al recuperar calles y espacios abiertos. Al igual que en el mundo de la cultura, son las manifestaciones deportivas colectivas, como practicantes o como espectadores, las que más padecen los rigores de la doble limitación de número y distancia. Pero, en este período del “mientras tanto”, podemos aplicar nuestra creatividad, conocimiento y tecnología a la superación de las barreras planteadas. En la esperanza de que una parte importante de las fórmulas y alternativas suscitadas podrán quedarse “en el tiempo después”.  La esencia del deporte radica en su valor saludable, en su capacidad para desarrollarnos física y mentalmente, en su potencial para hacernos vivir experiencias extraordinarias. Podemos salvaguardar todas ellas con un ejercicio de inteligencia colectiva. Incluso, podemos encontrar fórmulas transitorias para el valor de socialización que más va a verse restringido en número y proximidad.

Las actividades recreativas desarrolladas en el hogar han crecido en una magnitud nunca anteriormente alcanzada. El confinamiento ha sido un tiempo generoso para las aficiones, los coleccionables, los pasatiempos, la cocina, los juegos de mesa… El ocio digital, en soportes diversos, se ha extendido con facilidad como si del propio virus se tratara. Ahora, en la transición, las fases de desescalada van abriendo espacios donde desarrollar actividades recreativas sociales y al aire libre, en entornos urbanos, rurales y naturales. El número y la distancia determinan dichos usos y prácticas, pero dejan margen suficiente para no hipotecar su presente a la espera de un futuro más halagüeño. La cualidad de la recreación está en su fomento de la creatividad, de su carácter lúdico, de su asociación natural con tiempos extraordinarios, de su factor de desarrollo personal. Una vez más, es su dimensión social, de experiencia en compañía, la que más se va a resentir, pero ello no es óbice para que no nos apoyemos en los logros paulatinos alcanzables a la espera de tiempos de ocio mejores.

Las actividades turísticas son las que, entre los ámbitos del fenómeno del ocio, han padecido más el confinamiento y sus obligados aislamiento e inmovilización. La esencia del turismo es el viaje. Y si no hay movimiento, si no hay desplazamiento, es imposible la búsqueda de experiencias en un destino distinto al propio origen. Pero, dicho esto, tampoco podemos detenernos en este relato de decaimiento y zozobra. La fase de transición va a ir recuperando espacios, desde números contenidos y distancias preceptivas, en los que nuestra capacidad creativa colectiva puede ir generando propuestas de experiencias que vayan captando el interés de aquellos destinatarios que se sitúen, paulatinamente, a nuestro alcance. Desde el “veranee en su país” que, lógicamente, no cubrirá los ingresos necesarios para el sector hotelero, agencias de viaje y de transporte, hasta “el viaje seguro”, que irá cubriendo la supervivencia a la espera del “tiempo después”. No obstante, desde otro punto de vista, obteniendo aprendizajes de lo vivido, no menospreciemos la experiencia de los viajes virtuales que hemos realizado en estas semanas, no tanto como actividad propiamente turística sino como actividad cultural y recreativa. De su respetuosa observación podemos asentar las bases de un nuevo perfil de turista responsable y de un turismo sostenible tan necesarios en el “día después”.

 Al inicio del artículo indicaba que mi ocupación estaba, por un lado, en acompañar adecuadamente a las personas con responsabilidad en instituciones, empresas, entidades sociales y la propia ciudadanía en esta transición, en la que estamos necesitados de dosis ingentes de reflexión, creatividad, solidaridad y colaboración. Y por otro, ocupado en generar ecosistemas urbanos de innovación transformadora que fijen la atención en la esencia del ocio cultural, deportivo, recreativo o turístico, y la cualidad de las actividades que desarrollábamos (leer, nadar, tomar algo o viajar), para configurar un sistema medioambientalmente ecológico, culturalmente creativo, socialmente cohesivo y económicamente cooperativo.

El “tiempo después” requiere que identifiquemos aquello que queremos salvaguardar y aquello susceptible de ser transformado, con el objetivo de aproximarnos más al desarrollo humano sostenible y a la hoja de ruta marcada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la Agenda 2030 y la Nueva Agenda Urbana.

El reto está en avanzar del confinamiento a la transición y de la transición a la transformación, de manera creativa, de forma solidaria, de modo viable, desde parámetros ecológicos y mediante procesos colaborativos.

[Publicado en los periódicos del Grupo Noticias -DEIA- el día 9 de junio de 2020]