A lo largo de estas semanas se repite en los medios la pregunta de cómo va a ser el mundo y sus ciudades en el futuro. En cada respuesta se encuentran análisis, diagnósticos y prospectivas a partir de abundantes datos, entremezclados con bienintencionados deseos y anhelos, aderezados con un componente de crítica o asentimiento, y combinados con ausencia o presencia de intereses legítimos o espurios.

 Por ello, querido lector o lectora, te invito a cambiar los términos de la pregunta y plantearte una reflexión en primera persona del singular. Te propongo un ejercicio de elección entre todas las opciones que sobre el futuro tenemos a nuestro alcance. Te sugiero participar activamente en el diseño del futuro elegido. Y te pido que asumas, en primera persona, los compromisos que se deriven del mismo.

El futuro del mundo y de las ciudades no está escrito. Si no hiciéramos nada en sentido contrario, datos y argumentos apuntan por donde puede discurrir. Y, en ese caso, el futuro acabará siendo como nos auguran. Pero, tenemos conocimientos, capacidades y recursos para llevar el mundo y sus ciudades por derroteros distintos de los apuntados en las actuales prospectivas.

Es verdad que gran parte de los saberes, competencias y financiación no están en manos de las personas sino de las organizaciones (instituciones, empresas o entidades sociales). Pero, dichas organizaciones han sido creadas y están pilotadas por personas, por lo tanto, también forman parte de ese colectivo de seres humanos al que dirijo este artículo. Cada uno de nosotras y nosotros puede elegir, participar y asumir compromisos ante un futuro no escrito.

Como seres vivos, necesitamos de un hábitat en el que desarrollar nuestra existencia. Un ecosistema conformado por los ciclos del agua, aire y tierra que nos permiten respirar y subsistir. El problema compartido es que hemos alcanzado una ilimitada capacidad de destrucción de otros seres vivos y de esa biosfera que posibilita nuestra existencia. En ese futuro por escribir, ¿quieres seguir colaborando en su destrucción?

Como individuos, estamos obligados a cubrir unas necesidades básicas que nos permitan vivir y, en la medida de lo posible, acceder a una calidad de vida y bienestar suficiente. La cuestión es dónde ubicamos nuestro umbral de necesidades mínimas para que pueda alcanzar para todas y todos, en materia de: empleo, renta, pensiones, vivienda, alimentación, suministros, salud, servicios sociales o educación ¿Estás dispuesto a disfrutar de un poco menos para que todas y todos alcancemos ese mínimo umbral de dignidad?

Como personas, necesitamos desarrollar nuestros conocimientos, competencias y valores para sentirnos más plenos y útiles. El reto es cómo garantizar los procesos de aprendizaje a lo largo de la vida para todas y todos. ¿Estás a favor de compartirlos con el mayor número de personas posible?

Como seres sociales, las relaciones interpersonales, la pertenencia a grupos, colectivos y asociaciones, la cuadrilla de amigas y amigos, o la familia son el humus que facilita nuestra socialización, para sentirnos acogidos, reconocidos y queridos. El problema es cómo alejar la posibilidad de que más y más semejantes sufran la soledad, el abandono o la hostilidad del grupo por su edad, origen o condición social ¿Asumes el reto de evitarlo?

Como ciudadanos, exigimos nuestros derechos y estamos obligados a cumplir nuestros deberes. El sentido de alteridad, empatía y solidaridad podría ayudarnos a disfrutar nuestros derechos gracias a garantizarlos al conjunto de los miembros de la sociedad ¿Suscribes la propuesta y lo que implica?

Como usuarios, accedemos a un amplio elenco de espacios y servicios públicos, de servicios que son propiedad de todas y todos. Pero, en ocasiones, actuamos como si fueran espacios y servicios de carácter privado y, en otros momentos, con la displicencia y falta de mimo de quien los siente ajenos ¿Te comprometes a cuidarlos y protegerlos?

Como consumidores, somos compradores de lo que necesitamos e, incluso, de lo que no, y vendemos aquello de lo queremos obtener un rendimiento o lo que ya no necesitamos. La clave está en los valores que rigen y orientan nuestras compras y condiciona el modo de hacer nuestras ventas ¿Están los tuyos alineados con la alteridad y la sostenibilidad?

Como seres humanos que somos, deseamos vivir experiencias memorables y significativas que aporten sentido a nuestra existencia. La cuestión es saber cuánto de auténticas y dignificantes son, tanto para nosotros como para las personas implicadas en ellas. ¿Lo tienes en cuenta al disfrutarlas?

Te propongo que elijas el modo en que quieres ser, individuo, persona, ciudadano, usuario, consumidor, en definitiva, ser humano. Te invito a participar activamente para que el futuro del mundo y sus ciudades se parezca al modo de ser humano que hayas elegido. Y, por último, te pido que te comprometas a poner de tu parte para que así sea.

(Publicado en El Correo. 5-6-20)