En 1857, Bilbao tiene 17.923 habitantes, por lo que se inicia un importante proceso de debate en torno al modelo de crecimiento urbanístico a desarrollar. Entre las alternativas propuestas la del ingeniero Amado Lázaro que plantea, en 1861, un ensanche sobre la anteiglesia de Abando, con avenidas y edificios regularmente distribuidos. El proyecto fue desestimado por su alto coste y las previsiones demográficas manejadas. Finalmente, con la anexión de la anteiglesia de Abando, se inicia el proyecto de ensanche en 1873, obra del arquitecto Achúcarro y los ingenieros Alzola y Hoffmeyer. Un proyecto en torno a una gran vía central, con paseos, alamedas y calles perpendiculares, paralelas y oblicuas, creando manzanas en las que, poco a poco, aparecen edificaciones privadas y públicas de valor arquitectónico. El desarrollo del ensanche en dos fases ocupa el desarrollo de la ciudad hasta el inicio de la Guerra Civil en 1936 (Urrutia, 1985; González Portilla, 2009).
En 1874, un conflicto bélico interfiere en el progreso de la Villa. En el contexto de la Tercera Guerra Carlista, Bilbao fue sometido a nuevo sitio, esta vez a manos del general carlista Concha. La guerra termina con la abolición foral por Ley de 21 de julio de 1876, ya iniciada tras la primera, y se establece el ya referido Concierto Económico que dota de autonomía fiscal a las diputaciones en la recaudación de impuestos (Extramiana, 1979).
A pesar de esta nueva experiencia bélica, en las tres últimas décadas del siglo XIX, “se va desarrollando un poderoso proceso de industrialización” (Irazuzta, 2013; 41) sobre la base del intercambio de mineral de hierro de gran calidad con Inglaterra para su acero Bessemer. A partir de ahí, se impulsan explotaciones mineras próximas al puerto con capital local y extranjero, plantas de producción siderúrgicas para hierro y acero, comercialización portuaria, astilleros y servicios de reparación de barcos, sector energético necesario para la actividad industrial, transporte por ferrocarril vinculado al mineral y trabajadores, desarrollo de servicios financieros bancarios, etc. (González Portilla, 1981)
La población alcanza pasa de los 35.737 (1867) a los 81.956 (1900). El motivo hay que buscarlo en el pujante desarrollo económico provocado por la conjunción de diversas iniciativas en el tiempo: la fundación de bancos y entidades financieras -Banco de Bilbao (1857), Banco de Vizcaya (1901), Caja de Ahorros Municipal de Bilbao (1907) y Caja de Ahorros Provincial de Vizcaya 1921)- ; la llegada del ferrocarril de pasajeros en la ruta Bilbao-Tudela (1863), Bilbao-Durango (1882) y Bilbao-Las Arenas (1887), junto al ferrocarril minero de Triano (1865); la inauguración del primer tranvía en 1876; la creación de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación (1886); la puesta en marcha de la Bolsa de Bilbao (1890); la construcción del primer horno alto (1850) y la posterior constitución de Altos Hornos de Vizcaya (1902); o la construcción del Puerto Exterior (1902).
El final del siglo XIX supone también el nacimiento de las tres principales corrientes de pensamiento político que protagonizarán la vida política vasca y bilbaína hasta nuestros días: el nacionalismo vasco (que toma fuente de inspiración fundacional a Sabino de Arana y Goiri), el socialismo (en el que confluyen el movimiento obrero con republicanos de izquierdas, bajo el liderazgo de Facundo Perezagua) y el liberal-conservadurismo monárquico (en torno a la gran burguesía minera e industrial representada en la figura de Víctor Chávarri y La Piña). Junto a ellos el desarrollo de organizaciones empresariales y sindicatos (Montero, 1993).
La neutralidad española en la Primera Guerra Mundial permite un breve período expansivo que da paso a la nefasta décadas de los veinte. La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) no es solución a los graves problemas del país y el 14 de abril de 1931 se proclama la II República. La breve experiencia republicana (1931-1936) da lugar a diversos intentos de fijar un estatuto de autonomía para Vasconia. Finalmente, se aprueba el Estatuto Vasco y se ubica la sede del primer Gobierno Vasco en la historia, en Bilbao, prácticamente en puertas de la Guerra Civil. El 31 de agosto de 1936, un mes después de iniciado el alzamiento de Franco contra la República, la Villa es bombardeada en numerosas ocasiones hasta que, finalmente, es ocupada por las tropas franquistas el 19 de junio de 1937.
Las décadas siguientes suponen un duro y complejo escenario: la autarquía inicial de los cuarenta y cincuenta junto al desarrollismo industrial a partir de los sesenta con la apertura al comercio internacional; la supresión del Concierto Económico y todo atisbo de autonomía; el acelerado movimiento inmigratorio con un negativo impacto en un urbanismo salvaje (el fenómeno del chabolismo) en la periferia de la ciudad (Otxarkoaga, Rekalde, Peñascal,…) y municipios limítrofes; la incipiente conflictividad laboral de los años 50 en busca de la mejora de las condiciones salariales: el desarrollo de un importante movimiento vecinal en demanda de una mejora de la calidad de vida (Urrutia, 1985); la escisión radical violenta en el seno del nacionalismo vasco con el nacimiento de ETA (1959) (Elorza,2006); la consolidación de una Iglesia Vasca postconciliar critica con el régimen franquista nacional-católico; y el comienzo de la conflictividad estudiantil con la joven Universidad de Bilbao (1968).
Por lo tanto, desde mediados del siglo XIX hasta la década de los 70 de siglo XX, Bilbao es fiel reflejo de las contradicciones de un profundo cambio en curso: la acelerada industrialización con un crecimiento económico oscilante; una espectacular expansión demográfica, pasando de los 17.923 (1857) a los 431.437 habitantes (1975) por efecto de las oleadas inmigratorias; las fuertes tensiones sociales que incorporan al movimiento obrero, vecinal, eclesial y estudiantil; un profundo enfrentamiento político en relación al modelo de estado y sociedad que conlleva una gran inestabilidad institucional en apenas un siglo de historia (monarquía, república, autogobierno y dictadura) (Montero, 1993).
En este contexto, el fenómeno del ocio refleja las contradicciones mencionadas. El crecimiento económico de finales del siglo XIX pone a disposición de la Villa financiación para proyectos culturales y de ocio de gran relevancia y marcado carácter burgués (teatro, circo, espectáculos musicales, gimnasia, fútbol, toros, bailes, excursionismo, cine,…) (Chapa, 1989): primera Plaza de Toros de Vista Alegre (1882); la fundación de la Sociedad Coral de Bilbao (1886); la Sociedad Gimnástica Zamacois (1894); la Banda Municipal de Música (1895); la Sociedad Filarmónica (1896); el club de fútbol Athletic Club de Bilbao (1898); ); el parque de Doña Casilda (1907), primer espacio urbano verde; el Museo de Bellas Artes (1908); o el Club Deportivo Bilbao (1912). Para el pensar de algunos, Bilbao va consolidándose como una especie de Atenas del norte, a la vez que se vive entre las nuevas clases proletarias un ocio como problema, con el desarrollo de alternativas de ocio de origen sindical, eclesial, reformista e higienista a unas infrahumanas condiciones de vida.
La Guerra Civil y la Dictadura de Franco introducen un empobrecedor y reduccionista modelo de ocio de la sumisión (San Salvador del Valle, 2006), con manifestaciones culturales, deportivas y recreativas al servicio del régimen autoritario, inspiradas en las fórmulas nazis y fascistas coetáneas en el tiempo. El desarrollismo económico iniciado en el interior del propio régimen franquista a finales de los años 50, genera un profundo cambio de la sociedad con la configuración de una nueva clase media, dentro de la que van surgiendo expresiones de ocios de la subversión (San Salvador del Valle, 2006) en los que grupos políticos, obreros, vecinales, eclesiales y estudiantiles plantean alternativas socio-políticas refugiadas en prácticas culturales, deportivas y recreativas.
El ocio del Bilbao presente se ve favorecido por un repertorio amplio de iniciativas surgidas de: la burguesía y proletariado emprendedor de finales del siglo XIX y de principios del siglo XX; de las breves pero intensas experiencias desarrolladas en el período de autogobierno republicano; algunas iniciativas de postguerra (Asociación Artística Vizcaína, 1945; Polideportivo de San Ignacio, 1950; ABAO –Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera, 1953; Pabellón de la Casilla, 1967; Polideportivo de Artxanda, 1974), así como de iniciativas de naturaleza diversa a partir de los años sesenta y setenta en el interior de la propia dictadura y en la clandestinidad. La suma de todo ello es un conjunto de entidades, equipamientos y proyectos que han perdurado hasta nuestros días, a modo de humus sobre el que sustentar el proceso de democratización, autogobierno y transformación integral postindustrial de Bilbao.