Nuestras ciudades y municipios inician una nueva legislatura. En la que las personas al frente de sus gobiernos anhelan atender las demandas de sus habitantes, responder a sus necesidades de acuerdo con los recursos disponibles, y ser atractivas y hospitalarias para con sus visitantes. Pero, la cuestión es por dónde empezar, dónde poner el acento y los limitados medios disponibles.

Organismos internacionales y reconocidos expertos inciden en la idea de que las ciudades con presente y futuro son aquellas que han logrado ser protagonistas activas en este mundo acelerado, inmediato, globalizado y continuo. Ciudades que se han convertido en polos de concentración de talento, conocimiento, desarrollo e innovación; y  han sabido distribuir el bienestar y el bienser generados entre sus ciudadanos. En definitiva, han desarrollado armónica e integralmente sus palancas de transformación, convirtiéndose en ciudades con C.

En primer lugar, se han transformado en  ciudades con C de competitividad. Han hecho de la diversificación, especialización y excelencia signos distintivos en una economía-mundo. Han apostado por la re-industrialización de la ciudad, una industrialización inteligente complementada con servicios avanzados y en diálogo con las industrias creativas. Han promovido ecosistemas de innovación y emprendimiento que suscitan la creación de empresas, su productividad y su sostenibilidad en el tiempo.  Se han abierto a la internacionalización, a la universalización, de sus productos, servicios y experiencias. Han encontrado fuentes de financiación propias, a partir de una fiscalidad progresiva, equitativa y solidaria, y han generado la confianza suficiente para la entrada de capital externo. Han entendido el significado profundo de las nuevas formas de hacer, como las de la economía colaborativa, para iniciar la necesaria reorientación de su modelo económico. Han configurado una marca de ciudad reconocida, no tanto por su carácter made in como por su valor made with, por su capacidad para observar el mundo y cocrear con las personas que lo habitan.

En segundo lugar, son reconocidas como ciudades con C de creatividad. Han impulsado las industrias creativas como un sector estratégico del proceso de reindustrialización aludido. Pero, de igual manera, han comprendido el valor añadido de la creación, del diseño, de la cultura y del ocio, si se inserta en cualquier proceso de producción o de generación de servicio y experiencia. Han llegado a la firme convicción de que el ocio y la cultura no son un gasto sino una inversión. Una inversión en la conformación de ciudadanas y ciudadanos creativos, empoderados, con capacidad para encarar nuevos retos mediante respuestas innovadoras. Y en todo ello,  la educación ha adquirido un gran protagonismo, potenciada como un proceso de enseñanza-aprendizaje a lo largo de la vida en la que desarrollar competencias, adquirir conocimientos y fijar valores compartidos.

En tercer lugar, han alcanzado la categoría de ciudades con C de compacidad. Han articulado modelos de planificación y ordenación del territorio capaces de integrar armónicamente centros y periferias. En unos casos, han potenciado la regeneración de espacios acompañada de la revitalización social de los mismos. En otros, ha bastado con un urbanismo adaptativo, de pequeña y fina acupuntura urbana, profundamente respetuoso con la población residente y acogedor con los recién llegados. En conjunto, han plasmado un urbanismo colaborativo, en diálogo con los usuarios habituales y circunstanciales. Pero, por ello, no han renunciado a un diseño urbano inteligente. La eco-tecnología se ha extendido a: las edificaciones inteligentes y viviendas sostenibles; la mejora del transporte y conectividad interna, entre los diversos barrios de la ciudad, y externa, con el resto del planeta; el desarrollo de las comunicaciones y redes inteligentes. Todo ello con el objetivo de re-humanizar la ciudad, evolucionando de las smart cities a las socially smarter cities –ciudades socialmente inteligentes-. donde los espacios de los lugares y de los flujos, en expresión de Manuel Castells, convergen en ciudades compactas.

En cuarto lugar, han ganado en legitimidad por ser ciudades con C de cohesión. Han interiorizado la idea de que el desarrollo armónico e integral no se alcanza sin preservar la cohesión social.  Han cosido una tela de araña de complicidades en la que entrecruzar las miradas urbanas de: mujeres y hombres; niños, jóvenes, adultos y mayores; lugareños, inmigrantes, visitantes y turistas; personas con capacidades diferentes y diversas;  ciudadanos excluidos e invisibles. Han generado  ciudades a partir del reconocimiento y la implicación de las inmensas minorías.

Y todo ello ha sido posible porque han madurado como ciudades con C de colaboración y cooperación. Han configurado modelos de gobernanza que profundizan en la información, transparencia, comunicación, confianza, corresponsabilidad, experiencia y complicidad. Han desarrollado estilos de liderazgo que implican relacionalmente a instituciones, empresas, entidades sociales y ciudadanía. El resultado: ciudades que desarrollan modelos de gobernanza profundamente democráticos,  generadores de estructuras, procesos y servicios inteligentes, capaces de atender de modo priorizado las necesidades, motivaciones y valores de su ciudadanía.

Son ciudades glocales con presencia activa en un mundo global y acelerado. En el que han sabido crear las condiciones para preservar y poner en valor lo más interesante y atractivo de su propia identidad, de su particular manera de relacionarse con el entorno en el que viven. Pero, al mismo tiempo, han sido capaces de ofrecérselo al mundo como digna contribución a la construcción de la universalidad. Y lo han hecho con un óptimo resultado: garantizarse la pervivencia de su propia expresión en un mundo global. Un planeta en el que pertenecemos a un único espacio continuo y tiempo acelerado, pero en el que estas ciudades han abierto hueco para los espacios discontinuos y los tiempos desacelerados.

Publicado en el periódico DEIA. 11-8-15

http://www.deia.com/2015/08/11/opinion/tribuna-abierta/ciudades-con-c