Falta un año para la convocatoria de elecciones municipales y, sin embargo, los tambores redoblan en las sedes de los partidos, llamando a deliberar y elaborar listas y candidaturas.
Tenemos que discutir más cómo queremos que sean nuestras ciudades y dedicar más tiempo a pensar el perfil de quién necesitamos para hacerlas realidad. Necesitamos personas que participen de rasgos imprescindibles capaces de provocar una transformación como la que implica la ciudad “inclusiva, segura, resiliente y sostenible” del Objetivo 11 para el Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 (ONU, 2015) y de la Nueva Agenda Urbana (UNHabitat, 2016).
¿Qué tipo de políticas y políticos necesitamos para hacer realidad una ciudad donde se consolide el estado social y de derecho, se proteja y garantice los derechos humanos civiles, políticos y sociales, se asiente el desarrollo humano, el bienestar y la calidad de vida, y se facilite la búsqueda del bienser y la felicidad por parte de la ciudadanía?
A continuación, sugiero algunas reflexiones a quiénes tienen la responsabilidad, en cada formación política, de acertar con la elección de dichas personas en los próximos meses.
De salida, no debiéramos incluir, por un mínimo decoro, a aquellas personas que, respondiendo a intereses espurios tal y como la historia reciente nos ha enseñado, son ajenos a la esencia misma de quien debe preocuparse, ocuparse y encargarse de la res publica, del gobierno de la polis y del ejercicio del poder, desde la autoridad moral (legitimacy) a los ojos de la ciudadana. Debiéramos considerarles, en época de exámenes y tribunales como la actual, como no aptos para la tarea a acometer y, por lo tanto, exentos de integrar lista alguna.
Nos interesa promover la elección de personas que han dado o van a dar un honesto paso adelante, comprometiéndose con el presente y futuro de las y los vecinos de su ciudad.
En ese amplio espectro de personas honestas y comprometidas podemos identificar perfiles políticos distintos que nos aseguren la composición de un equipo equilibrado con el que hacer frente a la tarea de transformación planteada.
Evitaremos un perfil político que no se muestre diligente en la gestión de los aspectos vinculados con la consecución del bienestar ni en aquellos otros que facilitan la búsqueda del bienser. Un estilo de hacer política que no es capaz de abordar la complejidad relacional entre tejido asociativo, instituciones públicas, mundo empresarial y ciudadanía. Este perfil, puede conllevar la falta de exigencia de una formación específica previa en conocimientos, competencias y valores para el reto que se plantea. Hasta cierto punto, puede verse favorecido por la idea de que determinados niveles de la política, como el municipal, y las labores que conlleva pueden ser desempeñadas por cualquiera. Lo cual no deja de ser un grave error de enfoque. Incorporar este perfil en el equipo hace que la ciudad no resuelva sus problemas o los avances sean puntuales y pasajeros. Reduce la innovación a una visión incremental, siempre centrada en la cantidad, acumulación y cuantificación de los logros alcanzados, con escasa consideración de los matices cualitativos. Es una figura política demasiado limitada para la complejidad de la tarea. Por fortuna, pienso que es un perfil poco extendido y menguante. Las ciudades, los municipios, exigen los mejores perfiles políticos disponibles en cada caso, por la complejidad de los problemas y la exigente proximidad de la ciudadanía.
Existe un perfil político que puede aportar aspectos vinculados con la consecución del bienestar de sus vecinos, aunque peque de una menor consideración de aquellos aspectos que posibilitan su bienser. Se centra en la gestión técnica de la ciudad, especializándose en aspectos como los proyectos, recursos, equipos, espacios y tiempos. Sus conocimientos son especialmente técnicos e instrumentales, orientados a la resolución práctica de los problemas. Cuentan con un útil enfoque adaptativo de la innovación, es decir, se centra en la calidad de las soluciones, aunque obvia en exceso la cualidad de los procesos que las acompañan. Responde a la figura del político pragmático muy necesario, pero necesitado de un equipo que equilibre su punto de vista.
Otro perfil político, aun reconociendo la relevancia de los aspectos que asientan el gobierno del bienestar, dedica sus esfuerzos a aquellos aspectos que definen el bienser de las personas. Se enfoca más a la gestión emocional de la ciudad, ocupándose de aspectos tales como las vivencias, sentimientos, percepciones y motivaciones de la ciudadanía. Sus conocimientos y competencias se relacionan con la gestión de aspectos intangibles y subjetivos, muy enfocados al liderazgo comunicativo y afectivo de la ciudad. Su enfoque de la innovación es también adaptativo, pero centrado especialmente en la calidad de los estados de ánimo de la ciudad, obviando la cualidad y profundidad de los mismos. A veces puede pecar, en exceso, de un enfoque demoscópico de la ciudad: la política hecha a golpe de encuesta. Responde a la figura del político emocional, muy interesante para la gestión de la opinión pública ciudadana, pero necesitado, igualmente, del equilibrio resultado del trabajo en equipo.
Es tiempo para personas honestas y comprometidas, que superen la tradicional contraposición entre liderazgo emocional y pragmatismo gestor, con perfiles más eclécticos, de personas y equipos que promuevan la innovación transformadora, de cualidad, y que posibiliten un gobierno más transversal y transectorial de la compleja realidad de nuestras ciudades.
[Texto publicado en el periódico EL CORREO, 7 de julio de 2018]